La peor cara de la desigualdad en la lucha contra el coronavirus: un bien escaso llamado oxígeno

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“Se fue todo en oxígeno”, dice Ana Lucía Farro, una analista de marketing peruana de 28 años. Los ahorros familiares, el dinero que sus padres habían ido apartando para comprarle un

piso, se volatilizaron. Literalmente.

En decenas de bombonas de oxígeno que, día a día, esta familia peruana de clase media compró a precios desorbitados en las calles de Lima para salvar la vida al tío Jorge.

La pandemia ha alumbrado un despiadado mercado negro del oxígeno ante la escasez de un recurso que marca la diferencia entre la vida y la muerte para los enfermos de covid. Los precios se han multiplicado por diez en India, que hoy sufre la peor emergencia de oxígeno del mundo, aunque también han pasado por lo mismo Brasil, México, Perú, Colombia, Albania o Malawi.

Cuando el tío Jorge, de 51 años, enfermó a mediados de febrero, Perú ya no tenía suficiente oxígeno para cubrir la demanda. Decidieron no ingresarle, convencidos de que en casa, bajo los cuidados de la madre de Ana Lucía, enfermera, tenía más posibilidades.

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Garrafas de oxígeno en un hospital de la India. Foto AFP

Garrafas de oxígeno en un hospital de la India. Foto AFP

Primero compraron un concentrador, un aparato que filtra y extrae el oxígeno del aire, por 12.500 soles (2.700 euros), cinco veces su precio prepandemia, en un país en el que el sueldo medio es de 1.500 soles. Pero la máquina solo sirve para casos moderados y pronto tuvieron que pasar a la bombona. Fueron dos semanas de pesadilla.

De despertar cada día con la angustia de poder conseguir más oxígeno antes de que se agote el que conseguiste ayer. Por recargar una bombona de 10 metros cúbicos llegaron a pagar 1.900 soles (420 euros), casi 12 veces más que los 160 habituales. “Podía durar un día o solo medio, si se ponía muy mal”, dice Ana Lucía.

Los problemas

Exigía tener a toda la familia rastreando en internet, haciendo colas interminables frente a plantas donde de repente se acaba el suministro y te mandan a casa, llamando a teléfonos que siempre comunican. Sorteando estafadores. Aprendieron a desconfiar de las ofertas milagrosas: una vez, encontraron una bombona a un precio imbatible y pagaron una reserva; cuando llegaron al lugar de la recogida, ni rastro. “Te entra una desesperación, sobre todo por que podrías haber estado haciendo cola en una planta, pero de repente te encuentras que no tendrás oxígeno para aquella noche”.

Se pulieron los ahorros, calculan que 50.000 soles (11.000 euros), pero salvaron al tío. Muchas familias de Perú no pueden decir lo mismo.

El oxígeno se ha revelado en la pandemia como la cara más cruenta de la desigualdad sanitaria. Su escasez está costando miles de vidas cada día en los países pobres y no tan pobres, de una forma más directa que la falta de vacunas, que han concitado mucha más atención de la comunidad internacional.

Un paciente tratado con oxigeno en la India. Foto AFP

Un paciente tratado con oxigeno en la India. Foto AFP

“No se ha priorizado el oxígeno, ni desde los gobiernos ni desde las instituciones multilaterales. Espero que lo ocurrido en India abra los ojos. Las vacunas son el punto final para controlar esta pandemia, pero tardarán tiempo. Mientras, el oxígeno y los corticosteroides es todo lo que tenemos”, advierte Robert Matiru, director de programas en Unitaid, agencia de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Calculan que a día de hoy 1,1 millones de personas en países de ingresos medios y bajos necesitan 28,1 millones de metros cúbicos de O2al día, el triple que hace tres meses.

La falta de oxígeno médico no es nueva –se cobra 120.000 muertes de niños al año, estima la oenegé PATH–, pero la pandemia la ha exacerbado. Según la OMS, uno de cada cinco pacientes de covid necesitará oxígeno. Además, muchísimo más de lo habitual. Si a un paciente de gripe le vale con un flujo de 15 litros por minuto, ellos necesitan 70, explica la doctora Marisa Gaspar, de la Sociedad Española de Farmacia Hospitalaria.

Un país como India tenía antes de la pandemia una demanda de unas 700 toneladas de O2al día, cantidad que subió a 2.800 en la primera ola. Ahora, con un rebrote salvaje por la aparición de nuevas variantes, necesita más de 5.000 diarias.

En España, la pandemia ha incrementado la demanda en más del 50% anual y ha habido puntas mensuales del 200%, señala Gaspar.

La demanda

La explosión fue brusca, se produjo en pocos días en marzo del 2020, dice Félix Ruiz de la Prada, de la Asociación de Fabricantes de Gases Industriales y Medicinales. “Los hospitales no estaban preparados, necesitaban muchísimas más tomas y muchísimas más tuberías para tener mayor capacidad, más tanques, etcétera. Por eso al principio el suministro se tuvo que hacer básicamente en botella”, recuerda.

Ruiz de la Prada reivindica que si España nunca sufrió desabastecimiento fue gracias a la rápida reacción de las empresas fabricantes que, “por decisión corporativa”, transformaron sus plantas y dieron prioridad a los gases medicinales en detrimento de los industriales, si bien admite que en el confinamiento la demanda industrial era baja. “Estuvimos produciendo 24 horas los siete días de la semana, día y noche, fue una producción épica. Había llamadas a las dos de la madrugada de gente llorando que necesitaba oxígeno, pero llegamos. Sabíamos que detrás de esa demanda había vidas humanas”.

Oxigeno en Katmandu, Nepal. Foto EFE

Oxigeno en Katmandu, Nepal. Foto EFE

Ante la emergencia, la Agencia de Medicamentos permitió temporalmente el uso de botellas industriales. Y el sistema sanitario se puso manos a la obra: se han instalado tanques más grandes en hospitales, más tomas fijas y 70.000 caudalímetros (el regulador en la toma de la pared) en centros sanitarios y residencias.

“Todo ello ha permitido afrontar las siguientes olas en condiciones mucho más favorables–dice Gaspar–. Ahora estamos preparados para todo tipo de demanda e incluso hemos podido hacer frente a contingencias tan complicadas como la tormenta Filomena en plena tercera ola, que bloqueó fábricas, carreteras y accesos a hospitales”.

La producción

El oxígeno médico se produce de tres formas. En el primer mundo, la mayoría proviene de plantas criogénicas, donde se obtiene en forma líquida. Su uso principal es industrial, mientras que el médico, al que se le exige más pureza, solo representa un 5-10% de la producción mundial. Puede ser transportado en cilindros o a granel en camiones hasta los hospitales que, en los países más desarrollados, suelen tener grandes tanques donde el oxígeno se almacena y se convierte en gas, y luego se suministra por tubería directamente a las camas.

Es la tecnología más eficiente pero requiere una infraestructura cara. Si en Europa o EE.UU. hay miles de plantas criogénicas, en África son unas 40 o 50, estima Evan Spark-DePass, de PATH, que lleva años denunciando el acceso desigual al oxígeno.

También hay plantas PSA (adsorción por inversión de presión), que producen oxígeno de alta pureza y se construyen en pocos meses. Son las que ahora Perú o India tratan de erigir a toda prisa. Por último, los concentradores: tienen la ventaja de que son pequeños y solo necesitan electricidad, pero el oxígeno es de menos pureza y su caudal es bajo.

"La infraestructura ha sido determinante para poder hacer frente o no al aumento de demanda. Es muy distinto si tus hospitales cuentan con tanques o funcionan con bombonas, pero también es clave el número de fábricas en el territorio y su distribución geográfica. Malawi no tiene ninguna y depende del oxígeno que le llega en camiones desde Sudáfrica", señala Spark-DePass.

El caso de India es distinto respecto al de otros países que tienen pocos medios a su alcance para hacer frente a un aumento exponencial de la demanda de oxígeno, lamenta Robert Matiru, director de programas en Unitaid, que ve un “fallo de planificación y de vigilancia epidemiológica”.

En septiembre, India pasó la primera ola sin escasez. Las autoridades se confiaron y relajaron las restricciones, una decisión que, combinada con la aparición de dos variantes, ha resultado catastrófica. La segunda ola está siendo mucho peor: hay cuatro veces más casos diarios que en el pico de septiembre.

Con todo, Matiru está convencido de que, con planificación, se podía haber preparado a los hospitales más desprovistos. “India tiene expertos en ingeniería biomédica, una producción considerable de oxígeno industrial que puede convertir en sanitario y financiación”. Hay 500 plantas de oxígeno, la mayoría en el este del país, con la industria. Enviar oxígeno al norte y oeste, en camiones que solo viajan de día y a velocidad reducida, es una logística compleja y más cuando se va contra reloj.

El Gobierno está importando oxígeno, ha prohibido su uso para fines no médicos y está enviando tanques por tren y avión a las zonas más afectadas.

Matiru advierte que no será fácil controlar la situación: “Aún tenemos días y semanas duros por delante”.

“No es que haya un millón de opciones disponibles a corto plazo. El oxígeno tiene una cadena de suministro compleja. No hay solo dificultades de producción, sino también de transporte, almacenaje y hasta administración”, añade.

Todos estos elementos determinan el precio final, argumentan los fabricantes. Pero una bombona pequeña se vendía en febrero a 800 dólares en México, cuando el coste de su contenido es de unos 10. El dinero que se paga en las calles de Delhi, México DF o Manaus gira en otra órbita. La de la desesperación. Matiru apunta a la corrupción y está convencido de que “hay fugas desde plantas gubernamentales y desde el propio sector industrial”.

La escasez no se resolverá hasta que no se coja el toro por los cuernos, sostiene Matiru. Un toro de seis cuernos, las multinacionales que dominan el mercado mundial del oxígeno líquido: Linde (Reino Unido), Air Liquide (Francia), Air Products (EE.UU.), Messer (Alemania), SOL (Italia) y TNSC (Japón). “Podrías llamarlo casi oligopolio. La falta de competencia significa que los precios son muy variables y no suficientemente transparentes. No hay incentivos para producir gas médico porque ganan mucho más con el industrial y las primas que se cobran por el médico son del todo injustificadas”, denuncia el jefe de Unitaid.

Pero su agencia no logrará que estas multinacionales acepten sentarse a renegociar contratos y bajar precios sin un respaldo político, admite: “Necesitamos presión. Los gobiernos donde estas empresas están basadas tienen un papel que ejercer”. El Gobierno francés, recuerda, no dudó en intervenir para negociar con Air Liquide cuando necesitó miles de ventiladores. La multinacional francesa es la única que ha contactado con Unitaid para ofrecer oxígeno a precio de coste en países necesitados. ¿Busca ampliar mercado? “Quizá sí, pero es la única propuesta que tenemos”.

La Vanguardia