Alfonsina Storni y Edna St. Vincent Millay: otras naturalezas

Sociedad
Lectura

De la breve vida de Alfonsina Storni suele recordarse en canciones y biografías la decisión de su muerte. Alfonsina nace el 29 de mayo de 1892 en Suiza y ese mismo

año nace el 22 de febrero en Rockland, Estados Unidos, Edna St. Vincent Millay.

Ambas autoras comparten además de sus vidas dedicadas a la escritura, poesía fundamentalmente y ensayos contestatarios para la época, rasgos de libertad poco frecuentes para sus contextos biográficos. Hoy, bien podríamos decir que Edna practicó el poliamor - si esto fuera interesante- y que ella impidió con la ayuda de su madre enfermera, un embarazo con serias y tristes consecuencias; mientras Alfonsina tuvo un hijo “fruto del amor, de amor sin ley” porque , como sabemos, declaró enfática y metafóricamente “Yo soy como la loba. Ando sola y me río del rebaño. El sustento me lo gano y es mío/donde quiera que sea, que yo tengo una mano/Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.” En La inquietud del rosal un libro que no tuvo demasiada repercusión en su época escribe Alfonsina

Lo inacabable

No tienes tú la culpa si en tus manos
mi amor se deshojó como una rosa:
Vendrá la primavera y habrá flores...
El tronco seco dará nuevas hojas.

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Las lágrimas vertidas se harán perlas
de un collar nuevo; romperá la sombra
un sol precioso que dará a las venas
la savia fresca, loca y bullidora.

Tú seguirás tu ruta; yo la mía
y ambos, libertos, como mariposas
perderemos el polen de las alas
y hallaremos más polen en la flora.

Las palabras se secan como ríos
y los besos se secan como rosas,
pero por cada muerte siete vidas
buscan los labios demandando aurora.

Mas... ¿lo que fue? ¡Jamás se recupera!
¡Y toda primavera que se esboza
es un cadáver más que adquiere vida
y es un capullo más que se deshoja!

Y en 1922, Edna St Vincent Millay en su libro Second April pareciera contestarle

¿Con qué propósito, abril, has regresado de nuevo?
La belleza no basta.
Ya no puedes tranquilizarme con el rojo
De las pequeñas hojas que se abren con obstinación.
Sé lo que sé.
El sol calienta mi cuello mientras contemplo
Las rosas del azafrán.
Es bueno el olor de la tierra.
Está claro que la muerte no existe.
Pero ¿qué importa eso?.
No sólo bajo tierra los gusanos comen
El cerebro de los hombres.
La vida en sí misma
No es nada,
Una copa vacía, un tramo de escaleras sin alfombra.
No basta con que todos los años, bajando esta colina,
Abril
Venga como un idiota, balbuceando y arrojando flores.

Versión de Jonio González,

por Elisa Salzmann 

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