Quién es Pedro Castillo, el maestro rural que llega a la presidencia de Perú

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“No más pobres en un país rico”, fue su lema de campaña. Y anunció “cambios, no parches o reformas”. Con su típico sombrero andino y su orgullo por no pertenecer

a la élite política ni económica tradicional, Pedro Castillo llega este miércoles a la presidencia de Perú.

Será un rostro nuevo en el Palacio Presidencial de Lima, que en los últimos años vio desfilar una cantidad de mandatarios que terminaron destituidos entre acusaciones de corrupción o mala gestión.

Con experiencia sindical pero sin trayectoria en gestión política, este maestro rural de 51 años apuesta a una nueva era en un país golpeado por la pandemia de coronavirus y dramáticamente dividido entre la derecha conservadora que apoyó a Keiko Fujimori en el balotaje del 6 de junio y la izquierda que apostó por un rostro nuevo.

Con su mantra de campaña, el líder del partido Perú Libre -que se define como marxista leninista- conquistó el sentimiento de indignación de millones de peruanos. Y tras un durísimo duelo con Keiko Fujimori, logró el puñado de votos de ventaja que le permitió llegar al poder.

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Sorprendió así a quienes miraban con desconfianza su candidatura pocos meses atrás.

Cuando a comienzos de este aceptó presentarse a las elecciones, muy pocos hubieran apostado a que este maestro, devoto cristiano, ajeno a la política tradicional limeña, llegaría a la presidencia tras vencer en abril una contienda de 18 candidatos y superar por menos de tres décimas porcentuales (50,12% contra 49,87%) a Fujimori en el balotaje.

Sus propuestas de izquierda en lo económico y conservadoras en lo social cuestionan también al "establishment", y reivindican a los sectores históricamente relegados de la desigual sociedad peruana.

Un lápiz gigante, emblema de la campaña de Pedro Castillo, en una marcha el 12 de junio, días después del balotaje en Perú. Foto: AFP

Un lápiz gigante, emblema de la campaña de Pedro Castillo, en una marcha el 12 de junio, días después del balotaje en Perú. Foto: AFP

Campesino y maestro

Nació en Puña, un pueblo del distrito de Chota, en la región minera de Cajamarca, la segunda más pobre de Perú.

Es el tercero de los nueve hijos de Ireño Castillo y Mávila Terrones, campesinos que durante años fueron jornaleros en una aldea del distrito de Tacabamba, en Cajamarca.

Allí, a unos mil kilómetros al norte de Lima, Castillo aprendió a cultivar la tierra, pastorear al ganado y patrullar de noche con las rondas campesinas, una suerte de milicia andina autogestionada que combate a la delincuencia rural.

Fue el único hermano en ir a la universidad, donde se formó como maestro, un trabajo que ejerció por más de 25 años en tres aldeas de la región, con índices de pobreza que superan el 60%.

Pedro Castillo llegó a caballo al local donde votó en la primera vuelta, el 11 de abril, en Cajamarca, Perú. Foto: REUTERS

Pedro Castillo llegó a caballo al local donde votó en la primera vuelta, el 11 de abril, en Cajamarca, Perú. Foto: REUTERS

"El primer presidente pobre"

Castillo es "el primer presidente pobre del Perú", según definió el analista Hugo Otero en una entrevista con la agencia AFP.

Es el único mandatario en décadas que no tiene casa en Lima. En los últimos días, su esposa Lilia Paredes, de 48 años y maestra como él, se ocupó de empacar ropa y libros de la pareja y de sus dos hijos, Arnol de 16 años, y Alondra, de nueve.

Desde su casa en de adobe en los Andes, se preparan para mudarse a la capital. Con ellos vive también Yenifer, de 23 años, hermana menor de Lilia.

Su esposa es evangélica, pero él católico, y en el patio de su casa hay un cuadro de Jesús rodeado de ovejas con la leyenda en inglés "Jehova is my shepherd" (Jehová es mi pastor).

La esposa de Pedro Castillo, Lilia Paredes, prepara la ropa que llevará desde su casa rural a Lima. Foto: AP

La esposa de Pedro Castillo, Lilia Paredes, prepara la ropa que llevará desde su casa rural a Lima. Foto: AP

Castillo no oculta su devoción y acostumbra citar pasajes bíblicos cuando apela a su moral conservadora para justificar su rechazo al aborto, al matrimonio homosexual y a la eutanasia.

Junto a su casa de ladrillos de dos pisos en la aldea de Chugur, Castillo tiene una chacra de una hectárea donde la familia cultiva maíz, hortalizas, y cría gallinas y vacas.

Acostumbrado a caminar kilómetros, como hacía de chico para ir al colegio, Castillo recorrió Perú, incluso a caballo, para conseguir votos.

Sus propuestas

Su propuesta electoral se fundó sobre tres bases: salud, educación y agricultura, los sectores prioritarios para impulsar el desarrollo nacional.

La nueva primera dama de Perú,, Lilia Paredes, en su chacra del pueblo de Chugur, en Cajamarca, Perú, días atrás. Foto: AP

La nueva primera dama de Perú,, Lilia Paredes, en su chacra del pueblo de Chugur, en Cajamarca, Perú, días atrás. Foto: AP

Prometió un millón de empleos en un año y niega que pretenda hacer expropiaciones o confiscar los fondos de pensiones de los trabajadores, como aseguran sus críticos.

También prometió convocar a una Asamblea Constituyente para redactar una nueva Constitución en reemplazo de la actual, promulgada en 1993 por el entonces presidente Alberto Fujimori -ahora preso por corrupción y violaciones a los derechos humanos-, que privilegia la economía de libre mercado.

Sus primeras propuestas económicas inquietaron a las multinacionales y a los inversores por sus promesas de nacionalizaciones y un rol más activo del Estado en el mercado. Fue comparado con el “socialismo bolivariano” de Venezuela y la izquierda radical de otros países de la región.

Pero en las últimas semanas Castillo intentó calmar las aguas: "No somos chavistas, no somos comunistas, nadie ha venido a desestabilizar a este país, somos trabajadores, somos luchadores, somos emprendedores", declaró días atrás en una entrevista.

La trayectoria de Pedro Castillo, el nuevo presidente de Perú. /AFP

La trayectoria de Pedro Castillo, el nuevo presidente de Perú. /AFP

Guiños al centro

En ese afán de apaciguar temores, buscó aproximarse al centro con propuestas mesuradas y un equipo técnico ajeno a su partido.

Su principal asesor económico, Pedro Francke, aseguró a la AFP que los cambios que promueven no tienen "nada que ver con la propuesta de Venezuela".

"No haremos expropiaciones, no haremos estatizaciones, no haremos controles de precios generalizados, no haremos un control de cambios que haga que no puedas comprar y vender dólares y sacar los dólares del país", aclaró.

Castillo también se muestra conservador en sus ideas sobre seguridad. Dijo que expulsará a los extranjeros que cometan delitos, en tácita alusión a los migrantes venezolanos que llegaron desde 2017 y superan el millón. Y declaró alguna vez que para combatir la inseguridad no descarta restablecer la pena de muerte.

De las aulas rurales al Palacio Presidencial

Conocer de primera mano la realidad de los profesores rurales lo llevó al trabajo sindical. Su nombre y su rostro se hicieron conocidos cuando encabezó en 2017 una gran huelga nacional de docentes en demanda de aumento salarial y la eliminación de un cuestionado sistema de evaluación de los maestros que paralizó durante casi tres meses las clases en del país.

Castillo lideró una facción disidente del sindicato tradicional del sector, y fue acusado de presuntos nexos con el brazo político del grupo terrorista Sendero Luminoso.

Pero sus inicios en la política se remontan a 2002, cuando se postuló sin éxito a la alcaldía de Anguía por el partido Perú Posible (PP), del ex presidente Alejandro Toledo (2001-2006).

Luego pasó a Perú Libre, dirigido por el médico marxista Vladimir Cerrón, un ex gobernador de la región de Junín que fue o condenado a cuatro años de prisión en suspenso por un delito de corrupción, lo que le impidió presentarse a la presidencia.

Durante su campaña electoral, Castillo buscó despegarse de Cerrón y remarcó que solo él tomará las decisiones de su gobierno.

Desde el sillón presidencial, ahora deberá mostrar su habilidad política para gobernar entre un Parlamento de mayoría conservadora y una mitad de los peruanos que lo rechazó en las urnas. No parece sencillo.