El Perú de Pedro Castillo: doble comando y los límites de la realidad

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Perú acaba de sumarse a los inesperados movimientos en las urnas o las calles de la región que modifican de un momento al otro sistemas anclados por años.

El sindicalista y docente peruano Pedro Castillo, un campesino del interior pobre andino, ha roto todos los moldes alcanzando desde la nada la presidencia de su país. Y, por supuesto, regando de incógnitas el futuro.

Esos interrogantes indagan sobre dónde se ubican los poderes reales dentro de la suerte de coalición que lo llevó al gobierno. El actual padrino político del presidente es un médico marxista, educado en Cuba, Vladimir Cerrón, homofóbico y xenófobo, acusado de un racimo de cargos de corrupción que le impiden postular a cargos públicos.

Es el dirigente que le prestó su partido, Perú Libre, para llegar a la presidencia. Recordemos que Castillo años atrás militó en una campaña regional dentro del armado del centroderechista Alejandro Toledo, lo que indica cierto eclecticismo en este hombre a la hora de valorar ideologías.

Cerrón, cuya formación cuenta con el bloque más amplio aunque no decisivo en el Congreso nacional, ha buscado con una cadena de tweets y algunas fotos atribuirse la paternidad de la victoria electoral.

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Es un socio incómodo para el presidente. Ha llegado a defender como democrático al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y sostener que la izquierda debería obligarse a nunca abandonar el poder.

Castillo ha intentado mostrarse distante de este padrinazgo y hasta postuló que Cerrón no tendrá “ni un cargo de portero” en alguna dependencia de su gobierno.

Sin embargo, acaba de designar como primer ministro a Guido Bellido, un halcón de Perú Libre, cuestionado por homenajear a Edith Lagos, miembro de la despiadada y mesiánica guerrilla de Sendero Luminoso que murió en un enfrentamiento con la policía en 1982. Bellido además ha sido acusado  de apología al terrorismo por una entrevista meses atrás en la cual defendió a los senderistas.

Pedro Castillo junto a Guido Bellido luego de elegirlo como primer ministro de su Gobierno, en la ceremonia simbólica la Pampa de la Quinua, en Ayucucho (Perú). EFE

Pedro Castillo junto a Guido Bellido luego de elegirlo como primer ministro de su Gobierno, en la ceremonia simbólica la Pampa de la Quinua, en Ayucucho (Perú). EFE

Este nombramiento es una señal de una coexistencia a la que el flamante presidente perecería estar sometiéndose. La designación se da de frente con el mensaje al país de la asunción en el cual Castillo se mostró “aperturista” como lo caracterizó la prensa peruana con una serie de gestos hacia los mercados y las empresas.

No habrá, como en otros países de la fracasada onda populista regional, atropellos a la propiedad privada, controles de cambio o nacionalizaciones según prometió. Todo el discurso se resumió en la urgencia de aliviar la bomba de relojería de la desigualdad y neutralizar excesos y corrupciones rampantes.

El problema del mandatario es que el bloque legislativo de 37 escaños de Perú Libre se divide en dos alas. Los partidarios moderados de Castillo son solo 15 legisladores, el resto se abraza a aquel dirigente de ideas extremas, según un detallado informe de El Comercio de Lima.

Esas tensiones explican la demora en el armado del gabinete por las presiones de un sector y el otro para ocupar los cargos y consolidar el doble comando.

En ese berenjenal aparece el planteo de una nueva Constitución que releve a la heredada del fujimorismo. Esa demanda, que reiteró con énfasis Castillo en su mensaje de asunción, aparece abstracta. No cuenta ahora ni posiblemente en el futuro con mayoría legislativa para llevar adelante ese proyecto.

Según encuestas que consignó Angel Paez desde Lima en Clarín, solo una minoría de 23% de los peruanos reclama una nueva Carta Magna, el resto, un amplio 58%, favorecería apenas algunas reformas. No parecería, por lo tanto, repetirse en Perú el mismo escenario que en Chile.

Congreso hostil​

Es posible que Castillo se haya apresurado en insistir en la cuestión constitucional para evitar que se convierta en una piedra voladora que lo tenga como blanco si se quiebra su relación con Cerrón o si la incómoda realidad vuelve a frustrar a los peruanos porque no será sencillo y menos rápido revertir la crisis que envuelve al país.

El presidente saliente, Francisco Sagasti, dejó una lista de las complejas cuestiones que Castillo deberá atender. EFE

El presidente saliente, Francisco Sagasti, dejó una lista de las complejas cuestiones que Castillo deberá atender. EFE

Las 130 bancas del Congreso se reparten entre diez partidos que en su mayoría no comulgan con esa iniciativa.

El siguiente sello en tamaño después de Perú Libre es justamente Fuerza Popular de Keiko Fujimori, que sigue atacando como ilegítimo al nuevo gobierno y se abraza a la Constitución que pergeño su padre.

Esta es la primera vez además, dato muy importante, que el partido que gana las elecciones no arranca presidiendo el Parlamento. La propuesta de impulsar una asamblea constituyente fue lo que bloqueó la posibilidad de los consensos para alcanzar ese control.

El Congreso acabó en manos de una legisladora de centroderecha, María del Carmen Alva, cabeza del tercer partido en tamaño, con 16 escaños y tampoco reformista. Con ese Congreso hostil deberá negociar Bellido. Difícil sin pragmatismo. 

La irrupción de Castillo a la mayor magistratura del país no debería constituir una sorpresa. Alcanza con observar que Perú viene de experimentar una extraordinaria concentración del ingreso que se agudizó desde mitad de la década pasada cuando concluyó una onda de 12 años de crecimiento de la economía.

Datos de la crisis

Desde 2014 hacia aquí, la situación fue empeorando con niveles actualmente intolerables debido a los estragos de la pandemia.

Un dato concluyente de ese derrumbe lo ilustra el hecho de que en apenas un año el país regresó a los niveles de pobreza de una década atrás. El Instituto Nacional de Estadística e Informática, INEI, un órgano oficial, identificó que este problema se disparó en 2020 cubriendo al 30,1% de la población, con un crecimiento en los últimos 12 meses del 9,9%.

En 2010 el indicador involucraba a 30,8% de la población. Son cerca de 10 millones de personas que viven con 97 dólares al mes. Otros dos millones no llegan ni a la mitad de esa renta. Estos son los precarizados que dieron vuelta al país.

Ese escenario es aun más complicado en una economía poblada por un oceánico sector informal de empleo que ronda el 77%. El país por cierto no es parejo. Aun en medio de la crisis de la pandemia, la desigualdad se ha profundizado.

Los comercios de los sectores medios altos aumentaron sus ventas 13%, creció el comercio electrónico y, según el diario económico Gestión, 31% de las empresas retornaran a los niveles de producción prepandemia el año próximo.

Perú es, además, muchos países. Si la pobreza urbana subió 11,4 puntos hasta el 26%, en el campo esos números fueron de 4,9% y 45,7% respectivamente. El nivel extremo se triplico en las urbes hasta 2,9% pero en el interior trepó del 9,8% al 13,7%. En localidades como Ayacucho, Puno o Cajamarca, de donde es oriundo Castillo, el índice de pobreza supera el 40%.

Esos desajustes se han reflejado en la política con el derrumbe en cadena de un mandatario tras otro en el último lustro –llego a haber tres en noviembre de 2020- y la decepción consecuente de los peruanos con la democracia y el instrumento del sufragio que fue la clave de este resultado electoral.

Castillo deberá ahora probar que es un efectivo instrumento para corregir esas calamidades. Para los poderes económicos del país esta salida podría ser menos agria de lo que se supone. Es una alternativa desafiante pero controlada frente al riesgo del estallido de puebladas que impongan cambios más radicales y que aplanen violentamente el sistema de distribución como ha sucedido en Chile, que incluyó la reforma de la Constitución, o en Colombia, antes en Ecuador y últimamente en Cuba.

Una victoria de Keiko Fujimori hubiera acelerado esas explosiones. Es por eso que Roque Benavides Ganoza, el empresario más poderoso de Perú, dueño de la minera Buenaventura y presidente de la cámara empresaria CONFING, anunció que acompañará la propuesta de Castillo de un aumento urgente de impuestos a la minería para aliviar las tensiones sociales.

Es una primera victoria para el flamante presidente pero que no le evitará hacer equilibrio en una cuerda floja para no perder autonomía frente a sus aliados y, al mismo tiempo, mantener el leve ritmo de crecimiento que ha exhibido la economía a caballo de un aumento de 94% del precio del cobre desde mayo de 2020.

Un efecto favorable pero que se redujo debido al alza del precio internacional de los commodities alimenticios que importa masivamente el país.

Keiko Fujimori, la ex candidata presidencial de ultraderecha que anuncia que combatirá al nuevo gobierno. REUTERS

Keiko Fujimori, la ex candidata presidencial de ultraderecha que anuncia que combatirá al nuevo gobierno. REUTERS

El principal asesor económico del presidente, Pedro Francke, un ex funcionario del Banco Mundial y educado en la Pontificia Universidad Católica peruana, se ha ocupado de disolver la exagerada caracterización sobre el extremismo de su jefe, argumento que ahora deberá redoblar por la larga mano que exhibe Cerrón.

Serenar a los mercados

Uno de los propósitos de esa moderación ha sido intentar revertir la trasferencia al exterior de fondos que, según fuentes bancarías, alcanzaría a 17 mil millones de dólares por parte de grupos económicos e individuos temerosos del comportamiento del nuevo gobierno.

El presidente saliente Francisco Sagasti hizo la lista de las urgencias que requerirán una visión pragmática: "Habrá que tomar decisiones muy complejas frente a gran cantidad de demandas justas en salud, educación, transporte, cuestiones sociales y no van a haber recursos". La realidad es inapelable. La pandemia volteó la recaudación fiscal a niveles históricos.

Por eso Castillo ha repetido con mayor énfasis ahora que en la campaña: “no soy comunista ni chavista”. Necesita serenar, y atraer inversiones, un objetivo que le complica su partido, que es comunista y chavista y el asfixiante doble comando.

Estas tensiones agudizan contradicciones muy serias en el vértice del flamante poder peruano. Castillo es un individuo plegado junto a su familia a una centenaria iglesia evangélica de posiciones culturales medievalistas.

Se puede ser benevolente en algunos de esos aspectos. El interior pobre campesino de Perú es muy conservador, como sucede en otros países.

Pero lo cierto es que no hay nada de la progresía clásica en ese sendero y menos marxismo. Castillo deberá despejar esa confusión o dejar que acabe por envolverlo.

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