La ballena que sólo quería jugar: cómo se hizo el video que en menos de un minuto emocionó al mundo

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“Sentí tanto amor de parte de ese animal. Nunca me quiso hacer daño, al contrario, era como que me protegía. Tal vez me percibió como algo frágil. Recién cuando vi las

imágenes entendí todo lo que me había pasado en unos cuantos segundos. Como todo en la vida, es un ratito. Veo a la ballena, me veo a mí. Es como una poesía a la que sólo le faltan las palabras. Comprendí que la ballena solo quería jugar”.

A las 9.30 de la mañana, Maximiliano Jonás emprendía el camino a su trabajo. Como todos los días, antes se dio una vuelta por la costa. Vio que no era un día normal. Presintió que algo iba a pasar. Y comenzaron los mensajes: “No sabés lo que es el mar. Un aceite. Está lleno de ballenas. Conté 25 o 30. Vuelvo al departamento a buscar el dron. Te lo voy a usar”.

Volvió a su casa. Tomó el dron, que era prestado, y regresó a la costa. A las 10.10 lo echó a volar. Hizo las primeras tomas, sólo de ballenas. Media hora más tarde le explotó el corazón. Volvieron los mensajes: “Impresionante el video. Hay una tabla. La tocó con la cola, como si fuera un juguete”.

Analía y el mar. "Me sentí protegida, nunca tuve miedo", contó sobre su experiencia única con la ballena.

Analía y el mar. "Me sentí protegida, nunca tuve miedo", contó sobre su experiencia única con la ballena.

BANER MTV 1

Eran las 9 del martes 31 de agosto cuando Analía Georgetti salió de la clase de pilates. No era un día cualquiera: cumplía 44 años. Quedó en encontrarse con su amiga Luciana y su hermana para ir a andar en tabla al mar. Su hermana se demoró y no fue. Luciana le dijo: “Vamos igual, comemos algo, tomamos mates, festejamos tu cumple”. Aceptó. A las 9.30, tabla bajo el brazo, pies en el agua y todo el Atlántico para ellas dos. Vieron un montón de ballenas. Pero no les dio miedo. Se metieron igual.

Así nació el video que conmovió al mundo. Así comenzaron a gestarse los 54 segundos que dieron vueltas por el planeta.

Analía y Maxi no se conocían. Ella hace 20 años que llegó a Puerto Madryn para vivir. “Nací en Necochea, mi viejo y mi hermano eran pescadores. De ahí a Mar del Plata. Y de Mar del Plata a Madryn. Siempre el mar. No tengo nada de asfalto”. Maxi llegó a la ciudad del golfo en 2006 y desde hace 21 años se dedica a la fotografía. Tiene 43. “Me está pasando algo que nunca imaginé”.

Con los pingûinos. Maxi Jonás y su pasión: retratar la naturaleza. Aquí, en Punta Tombo

Con los pingûinos. Maxi Jonás y su pasión: retratar la naturaleza. Aquí, en Punta Tombo

Clarín reunió a los dos en la misma costa. Se miraron. Se abrazaron. Pocas palabras en un encuentro donde también estaba “el dron del milagro”, como ellos mismos lo bautizaron. El día en que se vieron por primera vez resultó un calco de aquel martes 31 de agosto, que ahora ocupa una de las páginas de sus vidas que no olvidarán jamás.

Analía tiene tres hijas: Aisa, de 25 años; Maia, de 19; y Noah, de 10. Su familia se completa con su marido Marcelo, también amante de la navegación. En Madryn trabajó en la fiscalía, pero un día dijo basta. “Yo soy medio 'india'. Renuncié a la fiscalía porque la vida me dio otras oportunidades. Es cuando te das cuenta que la vida pasa por otro lado. Hay que conectar, disfrutar más. Y es lo que hago. Por eso me compré la tabla de Stand Up Paddle. Qué nombre, ¿no?".

La tabla de juguete. "Ni sabía de qué se trataba, que en realidad se utiliza para un deporte. Me enteré después. Tiene mucha estabilidad en el agua. El martes, el de mi cumple, era la segunda vez que la usaba. Y miren lo que me pasó. Me sentí tocada por una varita, por algún duende. Fue el mejor de todos los regalos de todos mis cumpleaños”, remarca.

Abrazados. Con el dron que los unió en una experiencia única: Maxi y Analía no se conocían.

Abrazados. Con el dron que los unió en una experiencia única: Maxi y Analía no se conocían.

Y continuó: “Yo no tengo tanta destreza, pero salimos tranquilas con Luciana ese día. Hablábamos de tabla a tabla. Pasaban lobitos saltando, jugando. Nos morimos de amor. Tomábamos mates. Le dije 'Mirá cuántas ballenas, allá lejos'. No terminé la frase cuando vi a dos al lado de las tablas".

Analía se quedó quieta. Retiró el remo "para que no se asusten, para que no crean que queríamos hacerles daño. Una estuvo ahí, al lado. Nunca me di cuenta de que me había tocado. Jugó conmigo, dio vueltas en sí misma y después se fue a las profundidades, igual que la otra ballena que la acompañaba”.

En un momento, la miró con su ojo saltón, redondo y grande como una manzana. Analía pudo ver sus callos, sentir su respiración. Nunca se sintió amenazada a pesar de algunas diferencias: la tabla mide 3 metros y la ballena, 14. La tabla no llega a los 10 kilos y la ballena pesa 40 toneladas.

“Vimos que el dron nos seguía. Cuando se fueron las ballenas, empezamos el regreso a la costa. Le dije a mi amiga que teníamos que encontrar al dueño del dron. Pero no hizo falta buscarlo. Mi hija mayor, que vive en Buenos Aires, ya lo había contactado por Facebook. 'Es el cumple de mi mamá, tenés que darle la filmación', le dijo. Por la tarde hablé yo con Maxi. Y después pasó todo lo que pasó”.

Los mensajes que iban anticipando el video. A Maxi le habían prestado el dron. "Si no, la historia hubiera sido distinta", dijo.

Los mensajes que iban anticipando el video. A Maxi le habían prestado el dron. "Si no, la historia hubiera sido distinta", dijo.

Maxi Jonás tiene dos hijos: Ernesto y Josefina. Trabajó en varios medios locales y también en agencias internacionales. Ahora es colaborador de la agencia Télam, y fotógrafo oficial de la Legislatura provincial. No tiene dron. Se le rompió hace tres años y nunca pudo comprar otro. Por eso, el video lo hizo con uno que le prestó su amigo y colega Daniel Feldman, con quien intercambió los mensajes esa mañana mágica. "Si no me lo prestaba, la historia hubiese sido otra".

Maxi tiene un problema en las cuerdas vocales desde hace tiempo. Debe operarse porque su dificultad en el volumen de su voz va en aumento. Aunque por ahora no hay especialista que le encuentre la vuelta al tema. "¿Si esto es lo mejor que hice? Creo que es la mejor toma que pude lograr con un dron. No se si en la calidad técnica pero sí en lo que provocó. Y en lo que se ve. El respeto mutuo tanto de la ballena que se mueve con delicadeza como de Analía que se queda lo más quieta posible. Cuando vi las imágenes me agarró como un escalofrío. Me emocioné, de verdad. Y eso que soy un tipo duro”.

Maravilloso. El momento en que las dos ballenas se acercan a la tabla.

Maravilloso. El momento en que las dos ballenas se acercan a la tabla.

A Maxi Jonás le escriben de todo el planeta. Sus redes sociales (@maxijonas, tanto en Twitter como en Instagram) explotan. Hasta Manu Ginobili lo comentó. Casi todas las noches el reportero gráfico tiene interacción con medios y personas de Medio Oriente. Dice que le escriben en idiomas que “parecen chinos”. No parecen, son. Todos los países de Europa han tomado contacto. Y también medios y universidades de Latinoamérica.

“No puedo contar la cantidad de mensajes. Pero hay dos que me 'tocaron'. Una mujer de Tenerife que tiene un hijo autista, me dijo que usa el video para que el nene de 3 años pueda dormirse. Otra mujer me escribió un ¡Gracias! en mayúsculas. Tiene un problema de salud serio. 'Tu video me sirve de terapia, me ayuda', me escribió".

En las playas de Madryn, Analía y Maxi reviven aquel momento. Ambos saben mucho del mar. Tienen el olfato de quienes conocen en qué lugar va a romper cada ola. Ella dice que le quedó grabada para siempre la mirada de ese ojo tan gigante como la ballena misma.

Maxi cuenta que una vez vivió otra experiencia única: tirado sobre la tierra árida de la Patagonia en Punta Norte, esperaba con paciencia de pescador de orilla que una orca le dé cacería a un lobito. Un lobito cayó al mar y Maxi le gritó a la orca: “Dale, bajá, tengo que hacer la foto”. La orca movió su cabeza hacia arriba y hacia abajo. Y bajó al mar a cazar un lobito y regalarle la foto: “Me había escuchado”.

Analía le dijo a Clarín que el video era como una poesía. Que solo le faltaban las palabras. Tal vez no sabía que hace medio siglo, un poeta escribió frente al mar y a un montón de rocas negras y espumas blancas, esas palabras que el video no tenía. Cosas del destino, se las puso Pablo Neruda: “El mar los descubrió sin mirarlos siquiera. Con su contacto frío los derribó y los anotó al pasar, en su libro de agua”.

Chubut. Corresponsal

AS