Biden recrudece sus políticas migratorias

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“No vengan, no arriesguen sus vidas, las fronteras están cerradas” rezan varios anuncios difundidos por radio y redes sociales en varios países centroamericanos y especialmente en las rutas migratorias por donde

todos los días transitan masivas caravanas llenas de personas con la ilusión de arribar a Estados Unidos. Estos anuncios son desplegados constantemente por el propio gobierno norteamericano que, tras ver sus fronteras sureñas completamente desbordadas, intenta disuadir a estos migrantes de ingresar de forma irregular a su territorio.

Sin embargo, estos anuncios han tenido un efecto entre magro y negativo. En primer lugar, porque durante el año 2021 se ha batido el récord de cantidad de personas que conforman las caravanas migratorias. Pero además del creciente número de migrantes y solicitantes de asilo, últimamente dichas caravanas se han visto protagonizadas ya no solamente por ciudadanos mexicanos, hondureños, salvadoreños o guatemaltecos sino también se han agregado grupos masivos de ciudadanos haitianos que también desean ingresar a Estados Unidos a través de la frontera con México.

Pero, ¿la migración haitiana es un fenómeno reciente o forma parte de una realidad migratoria más amplia y en constante dinamismo en la región? Según el programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, la tasa de inmigración en América Latina aumentó un 66% y actualmente casi 43 millones de personas viven fuera de sus países de nacimiento. De acuerdo con el gobierno colombiano, actualmente hay 19.000 varados en la ciudad fronteriza de Necoclí esperando un turno para poder ingresar a Panamá y continuar la ruta hacia el norte. Todo esto nos permite pensar que los flujos migratorios que solemos observar, algunos años protagonizados por ciudadanos de un cierto país y otro año mayormente de otro, es en realidad un fenómeno regional y global.

Durante los últimos meses, puntualmente, los medios de comunicación han puesto el foco en lo que sucede en la frontera sur de Estados Unidos, donde más de 30 mil haitianos esperan un veredicto que defina su destino. Las causas de su deseo de migrar a Estados Unidos no generan sorpresa en la región: Haití no solo es el país más pobre de América Latina sino que además el 60% de su población sobrevive con menos de 2 dólares por día, el 50% sufre inseguridad alimentaria severa y su magra economía además se vio afectada por dos graves terremotos en los últimos 11 años. Todo esto en el medio de una crisis política e institucional que incluso llevó al asesinato de su presidente Jovenel Moïse. En líneas generales, según la ONU más del 20% de su población fue forzada a emigrar en los últimos años.

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Sin embargo, si queremos comprender el fenómeno migratorio de los ciudadanos haitianos hacia Estados Unidos, debemos observar otros Estados además de Haití. Puntualmente, este fenómeno involucra a los gobiernos norteamericano, de México, de Chile y de Brasil. ¿Por qué? En primer lugar, porque si bien las condiciones de vida en Haití son severas y preocupantes, los haitianos que hoy intentan ingresar en Estados Unidos no provienen directamente de Haití, sino desde Chile o Brasil. En la mayoría de los casos, estos ciudadanos emigraron de su país natal hacia Sudamérica en 2016 y 2017 y han intentado permanecer en dichos países hasta ahora. Sin embargo, como consecuencia de la pandemia, las crisis económicas, las pérdidas de empleo y un estallido social en el caso chileno, la mayoría de los inmigrantes haitianos no pudieron insertarse en dichas sociedades. Por eso, y ante la imposibilidad de conseguir un empleo y la documentación requerida para regularizar su situación migratoria, miles y miles de haitianos emprendieron viaje en caravanas que los trasladan a lo largo de las distintas rutas migratorias por el continente. Así, atraviesan todos los países durante varios meses. En algunos casos, como el mencionado, quedan bloqueados en Colombia a la espera que el gobierno panameño les permita ingresar para seguir su viaje hacia el norte. Cuando llegan a Centroamérica se unen a otras caravanas migratorias compuestas mayormente por hondureños y salvadoreños que tienen el mismo objetivo: escapar de las respectivas crisis de la región y buscar un mejor futuro en Estados Unidos.

Sin embargo, al llegar a México todo parece complicarse. Como consecuencia de un acuerdo entre el gobierno mexicano y el gobierno de Haití, en el último meses decenas de miles de haitianos fueron deportados de vuelta a su país natal. Esto se realiza para evitar que efectivamente puedan cruzar la frontera e ingresar a Estados Unidos. Solamente durante el mes de julio, la Patrulla Fronteriza norteamericana detuvo a más de 200.000 migrantes.

Y si bien es cierto que los flujos migratorios en la región son constantes y están en franco aumento, la administración norteamericana es otra variable de peso a la hora de explicar por qué tantos latinoamericanos siguen buscando emigrar a Estados Unidos a pesar de los obstáculos. Durante la campaña a la presidencia 2020, Joe Biden declaró en reiteradas oportunidades que sería más flexible que Donald Trump a la hora de considerar los casos particulares de quienes quisieran ingresar en Estados Unidos, especialmente bajo la figura de solicitante de asilo. De hecho, Biden amplió hasta el 2023 el programa TPS que brinda protección temporal a quienes ya se encuentran dentro del suelo norteamericano. Sin embargo, lo que muchos desconocen es que así como extendió dicho programa, también mantiene vigente lo que se denomina el “Título 42” que impide el acceso terrestre a extranjeros por motivos sanitarios o de salud. Es este título lo que permite al gobierno, si lo desea, deportar a un migrante de inmediato sin necesariamente contemplar su realidad personal.

Pero ninguno de estos impedimentos parece disuadir a cada vez más ciudadanos latinoamericanos de buscar mejor suerte en Estados Unidos. A pesar del control severo, la mayor presencia policial y el recrudecimiento de las políticas, los flujos migratorios no parecen detenerse. Porque para entenderlo, tenemos que involucrar toda una realidad regional que nos hace preguntarnos: ¿Podrá el gobierno norteamericano detener este fenómeno sin políticas de cooperación migratoria con América Latina?.

*Licenciada en Ciencias Políticas (UCA).

Investigadora del Centro de Estudios Internacionales (CEI-UCA).