Los Le Pen, del nazismo a la islamofobia

Internacionales
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Las últimas elecciones en Francia dejaron un sabor mayoritariamente amargo. Aunque reelecto, Emmanuel Macron recibe, casi desde el inicio de su primera gestión, críticas por derecha e izquierda. De entrada, tuvo

que lidiar con los Chalecos Amarillos, un movimiento popular que para muchos es una bolsa de gatos debido a una excesiva diversidad de líneas políticas entre sus miembros que terminan por anularse mutuamente. Al cercenar las manifestaciones callejeras, la pandemia le dio la posibilidad de elevar simbólicamente su rango, autoerigiéndose como el comandante de “la guerra contra un enemigo invisible”, pero los cuestionamientos sobre sus decisiones siguieron y frecuentemente se habla de él como el “mal menor”, alguien solo preferible frente a un enemigo que pueda vislumbrarse como aún más catastrófico. El mal superior es nada menos que Marine Le Pen, hija del legendario Jean Marie, cuya propuesta política encuentra semejanzas con la de Donald Trump, pero también hondas diferencias. Aunque encabeza negocios millonarios, Marine no tiene una trayectoria como la del líder republicano: ella cuenta con una prosapia y una descendencia que viven en conflicto. Un largo derrotero familiar que se supo perfilar en función de los tiempos en los que toca vivir y no vacila en cortar la cabeza de los propios, la precede y la sustenta. Al igual que su padre frente a Jacques Chirac, la abogada de 53 años propició la victoria de su adversario porque existen demasiados votantes temerosos de un recrudecimiento de la xenofobia en el país. Fundador del Frente Nacional, Jean Marie la preparó para la política desde el vamos. Ya a los 19 años Marine asistía a las reuniones del partido del que más tarde se apoderaría, desplazando a quien le legó la idea de un modelo de país que, hablando en criollo, se quiere sacar de encima a los inmigrantes.

Aunque se jacte de una independencia respecto de poderes contrarios a los intereses del país, los negocios y alianzas de Marine no parecen ir en esa dirección y una de las mayores críticas que recibió es la de mentir en la campaña. “Se rodea de gatitos en los spots para parecer más buena” se mofaba la prensa. En buena relación con Israel a través de Louis Aliot, su actual pareja y vicepresidente de su partido, Marine no parece muy interesada en perpetuar, al menos de puertas para afuera, el antisemitismo del padre. Ha reorientado, a cambio, los cañones xenófobos con los que creció en dirección al islam, proponiendo, entre otras cosas –y a tono con algunas célebres feministas francesas de la segunda ola como Elisabeth Badinter– la prohibición en lugares públicos del velo que usan las musulmanas. Poner como blanco de gestos paternalistas y discriminatorios a mujeres inmigrantes que se visten de acuerdo a sus creencias no ha sido una gran estrategia, pero la performance electoral de Marine fue de todas formas exitosa. Desde la izquierda encabezada por Jean Luc Melenchon, se preguntan qué es lo que sucede en la Francia contemporánea como para que se haya votado a alguien que no vacila en promover deportaciones que implican poner en riesgo de muerte a muchos de los deportados, fracturar familias y consolidar la fantasía de una Francia blanca que no existe desde hace tiempo. Los analistas coinciden en que la habilidad de Marine para interpelar a las clases más dañadas por el modelo macroniano ha sido clave y que así planea seguir seduciendo votantes en el futuro. Más a la derecha, Eric Zemmour, candidato proveniente de los medios de comunicación que propone quitar a los musulmanes del medio para que la “Francia verdadera” vuelva a existir, constituye otro signo evidente de una xenofobia que no cede. Lo que fue en algún momento colaboracionismo, es hoy la vocación de “limpiar” el territorio de extranjeros. A diferencia de Marine, Zemmour no se dirige a las clases trabajadoras, pero como ella, cultiva un tipo de discriminación que no suscribe a ninguna clase de nazismo. En efecto, durante la primera vuelta de las elecciones, su oficina de prensa elaboró un mailing con destinarios exclusivamente judíos a los que se invitaba a votarlo para combatir juntos la avanzada de musulmanes, en buena medida provenientes de la África negra. Es este personaje rayano al ridículo el que ha elegido para sumar fuerzas la benjamina de los Le Pen, Marion Marechal, nieta de Jean Marie, crítica acérrima de su tía Marine y, con solo 32 años, temible promesa de xenofobia extrema para un país que, pese a todo, sigue hablando de Libertad, igualdad y fraternidad.

*Desde París. Periodista, docente y guionista.

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