Así lo expresaron a Télam Diego Moreno, investigador asociado del programa de Desarrollo Económico del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec), y Manuel Pérez Larraburu, jefe de Producto en Energía y responsable de Desarrollo de Negocios de la firma BGH Eco Smart.
"En general hay poca conciencia de la población en lo que concierne a la necesidad de ahorro de la energía y cuando los servicios de gas y electricidad son demasiado baratos, hay menos propensión al cuidado; por eso la segmentación genera un contexto que puede tomarse como punto de partida", señaló Romano.
Pérez Larraburu coincidió en que los nuevos cuadros tarifarios "conceptualmente van a ayudar, porque como las facturas finales van a ser más altas, se le va a dar más preponderancia" al cuidado de la energía, una tendencia que hace años se viene impulsando en los países de la Unión Europea y Estados Unidos, por razones que exceden lo estrictamente financiero para abarcar la preservación del planeta, ante las acechanzas del cambio climático.
No obstante, señaló que la medida puede quedar a mitad de camino ya que "en ningún caso se sacaron todos los subsidios y las facturas siguen siendo baratas en comparación con otros países, en los que la energía es hasta cuatro veces más cara".
Esa brecha entre tarifa final y costos de explotación dificulta la tarea de reemplazo de los electrodomésticos de mucha antigüedad por otros con tecnologías que favorezcan un menor consumo.
La idea es compartida por Pérez Larraburu, para quien "no en todos los casos se va a dar un repago corto" que le deje en claro al usuario la conveniencia del recambio de electrodomésticos por aparatos de menor consumo.
Pero más allá de los plazos de amortización, detalló cuáles son los principales consumos de electricidad y gas en un hogar promedio, una información valiosa para que los usuarios diseñen sus estrategias de ahorro:
En ese sentido, indicó que el aire acondicionado puede llegar a representar el 70% del consumo de un hogar, por lo que la instalación de equipos de última generación con dispositivos que ayuden a la reducción del consumo "tiene un impacto mucho mayor que cambiar la iluminación o poner domótica (automatización)", puntualizó.
El agua caliente sanitaria (ACS), ya sea a gas o energía eléctrica –según la disponibilidad de servicios en cada región o en edificaciones modernas que no cuentan con red de gas-, implica un 20% del consumo total.
Los demás artefactos explican el 10% restante y, a pesar de la creencia generalizada, "la iluminación y la heladera no son el principal consumo promedio de una casa", señaló Pérez Larraburu.
No obstante, puso la mira en los denominados "consumos vampiros", en alusión a los aparatos conectados en reposo o "stand by" que, si bien no representan el principal componente del gasto energético total, al dejarlos encendidos durante horas en los que no son usados suponen un gasto innecesario que puede ser determinante en algunos hogares con niveles de consumo mensuales que oscilan el tope de 400 kwh sujeto a subsidios.
"Un ejemplo es el ruter, que no es uno de los principales consumos, pero que muchas familias dejan encendido las 24 horas, incluso en horarios en el que no es utilizado", señaló.
Los ahorros no se limitan al uso racional de los electrodomésticos y también abarcan los materiales de construcción y hasta la orientación de las viviendas.
Al respecto, la tendencia mundial de certificación de eficiencia de las construcciones, con parámetros similares a los aplicados en los electrodomésticos, se está extendiendo y "en algunos países de la Unión Europea, es obligatorio en los avisos de las inmobiliarias dar esa información", puntualizó Moreno.
En lo que respecta a la Argentina, la eficiencia energética de una vivienda se clasifica de la "A", que indica el máximo nivel, hasta la "G", que certifica el coeficiente más bajo.