Un rosario de crímenes en la Sinaloa del Paraná

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Rosario cierra su saldo de sangre con 282 crímenes, el año con más homicidios, desde que el narcotráfico se impuso
en la ciudad hace dos décadas. Triples y dobles crímenes se

multiplicaron como nunca, casi 30 muertes fueron a
menores de edad. Una bala perdida en los festejos de Navidad dio en el cráneo de una niña de cinco años que
falleció horas más tarde, cierran el año más violento en la Sinaloa del Paraná. Insólitamente el intendente Pablo Javkinpidió para este fin de año “no usemos armas para festejar”.

Ni los cambios de ministros de seguridad o jefes policiales, ni la llegada de más gendarmes evitó los enfrentamientos entre bandas. El narcomenudeo se instaló en los barrios donde la desocupación hace estragos y el tejido social está roto, donde los planes sociales ya no alcanzan. La cifra de muertes es la más elevada desde el 2013, año que mataron al Pájaro Cantero, mandamás de la temible banda Los Monos que domina el territorio hace 25 años.

A modo de repaso, la saga sin fin de crímenes tenía en el primer mes del año 22 asesinatos. El 29 de enero, en un salón de fiestas de la localidad vecina de Ibarlucea, a la salida de un casamiento, acribillaron a una pareja y su beba. Los investigadores apuntaban un pase de factura para Lindor Alvarado, uno de los líderes de la banda que disputa territorio con el clan Cantero.

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El domingo 1° de Mayo, las oficinas municipales de Desarrollo Social se incendian de manera intencional. Días antes, habían detenido a Máximo Ariel “el Viejo” Cantero, acusado de encabezar una asociación ilícita dedicada a ataques extorsivos a estaciones de servicio y escuelas. El Viejo estaba a cargo de un comedor en el barrio Vía Honda. En el allanamiento encontraron decenas de cajas de alimentos del Plan Cuidar de la Municipalidad de Rosario. El responsable del área, Nicolás Gianelloni, integrante de la mesa chica del intendente Javkin, sigue en su cargo.

Perotti designa a Ricardo Castillo al frente del Comando Unificado de Rosario con la idea de coordinar el trabajo entre fuerzas federales y policía provincial en la lucha contrala delincuencia y la narcocriminalidad. Lo desopilante es que Castillo llegaba de Salta investigado por el armado de una causa narco en 2009. La presencia de Gendarmería es solo para controlar, detener vehículos para pedir documentación. No se los ve en los pasillos que los mismos vecinos señalan como lugares de venta de drogas.

En tanto, a fines del mes de mayo, el policía Gabriel Sanabria realiza un operativo de rutina en la zona sur de Rosario. Desde el auto que habían detenido, recibe una ráfaga de ametralladora.

A pesar de tener chaleco antibalas, ocho disparos impactan en el costado del su cuerpo y salvó su vida gracias al trabajo del plantel médico del Hospital de Emergencias Clemente Alvarez (HECA) después de estar 55 días internado.

Uno de los hechos que conmovió a la ciudad, cada vez más acostumbrada a la violencia, fue el asesinato de la bailarina Virginia Ferreyra y su madre, Claudia Deldebbio. El 23 de julio, las mujeres esperaban el colectivo en Parque del Mercado, en la zona sur, cuando desde una moto, Fernando Cortéz y su hijo Lautaro, abrieron fuego contra los monoblocks y los disparos dieron muerte en el acto de la madre de 58 y su hija de 32, falleció un mes, luego de varias operaciones en el HECA. Los imputados por los homicidios admitieron haber recibido órdenes desde la cárcel para generar terror en el barrio.

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Durante el año fueron innumerables las balaceras, las amenazas a comerciantes con mensajes “con la mafia no se jode”. En agosto, luego de padecer los incendios intencionales frente a la costa rosarina, se sucedieron días irrespirables por el denso humo que llegaba de las islas. En varios edificios públicos de Rosario aparecieron, de manera coordinada, pintadas que rezaban: Plomo y Humo, el negocio de matar. Los grafitis fueron la escusa que el gobernador de la provincia Omar Perotti, tuvo para remover al ministro de Seguridad, Jorge Lagna. El cargo fue ocupado por el comisario general retirado, Rubén Rimoldi, sin resultados positivos si se tiene en cuenta que los crímenes fueron en aumento.

El 26 de agosto, se produjo un allanamiento en un galpón en el barrio Empalme Graneros. Un cargamento de 1.658 kilos de cocaína de máxima pureza, distribuidos en 680 ladrillos que estaban dentro de bolsones de alimentos balanceados a base de maíz. La investigación aseguraba que la droga había llegado de Colombia con destino a Dubai. De los allanamientos participaron fuerzas federales y de la que la policía de la provincia no estaba al tanto, para evitar que se filtre información que pudiera llegar a los narcos.

“Con la mafia no se jode” reapareció escrito en un trapo colgado de las rejas de Telefé Rosario frente al Monumento a la Bandera. Lo mismo ocurrió más tarde y en dos ocasiones, con balazos incluidos, en el predio de la empresa Televisión Litoral, donde se encuentran los estudios de Canal 3 y Radio 2 y donde se encontraba un móvil de la policía.

El doble crimen fue moneda corriente también en el departamento Rosario: hubo una docena de ellos. Valentín Solís de 14 y Eric Galli de 15 años fueron ejecutados por tres personas cuando estaban sentados en la vereda de un complejo Fonavi, ubicado en Espiro y Sanguinetti, en el sudoeste de la ciudad. De acuerdo a un informe del Ministerio Público de la Acusación, en el año se registraron al menos 30 muertes de niños, niñas y adolescentes. Entre ellos, tres bebés fueron asesinados en ataques que sufrieron sus familias.

El gobernador Omar Perotti asumió hace tres años con la promesa de “paz y orden”. El intendente rosarino, Javkin, en su campaña afirmó “me preparé, sé de leyes, sé cómo exigir que se apliquen. Sé cómo hacer que las fuerzas de seguridad cumplan su tarea. Cuando sea Intendente, voy a ser el jefe del territorio. Voy a trabajar para que Rosario vuelva a ser una ciudad ordenada y en paz”. Hoy, más preocupado en que los medios lo instalen como posible gobernador, el administrador de la ciudad y el gobernador no han mostrado vocación de combatir el flagelo del narcotráfico y Rosario concluye el año, como hace años, en un charco de sangre

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