Un lugar para todos, incluidos los losers

Sociedad
Lectura

Vengo de una época lejana en que los profesores de Educación Física eran los hermanitos menores de los otros docentes. Materia postergada, amada por algunos, odiada por muchos, los mismos profes aceptaban

el physique du rôle que les daban: en las clases se hacía poco y nada, a los varones se nos ofrecía una pelota y a las mujeres otra distinta (para pelota al cesto). Ni se mencionaba el trabajo cardio o de fuerza, era otra galaxia.

Me alegra cómo esta profesión ha sido reivindicada. Primero, por ellos mismos. Hoy los profesores de Educación Física no se dejan avasallar por la lógica del “hagámoslo rápido y sencillo” sino que le dedican, en muchos casos, paciencia, mirada personal, entusiasmo. Y las propias instituciones generan un espacio donde se puede desarrollar la actividad en un clima de cosa seria, no nimia.

¿Por qué esto es importante? Por los que no son buenos, por los que quedan afuera, por los que no se pueden integrar. Ahí es fundamental el rol del profe o del técnico. En el deporte competitivo -como en otras áreas de la vida- tenemos asumido que el bueno tiene prioridad. No vamos a cambiar en la Selección a Messi por un delantero de la B. Pero en la práctica lúdica -la que ayuda al cuerpo y a la socialización- debe haber lugar para todos. Así el que tiene menos dotes también verá, que en su escala, puede. Eso le va a dar confianza. Y no será un loser. Cierto, hay pataduras que siguieron jugando sin complejos pero depende del carácter de cada uno, no debemos escudarnos en esa posibilidad.

En la historia de hoy, Juanjo ironiza sobre su habilidad deportiva. Y todo parece ser una curiosidad de infancia y adolescencia. Pero en muchos otros casos deja huella: inseguridad, sensación de no estar a la altura, de decepcionar a la familia, de no poder pertenecer al grupo más cool. Por eso necesitamos que los adultos a cargo no dejen que el chico abandone si es torpe. Que insista, que se entretenga, que haga amigos. Y si deja ese camino, que sea porque se entusiasma con otro, no por una sensación de “no hay lugar para mí”. Parece algo menor, pero en una vida corriente - la de casi todos- importa más de lo que parece.

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