Cómo es trabajar en la Antártida: cuánto se paga y quiénes pueden ir sin ser militares

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"Trabajar en la Antártida te prepara para todo, en el ámbito personal y profesional. Acá no podés comprar algo en la ferretería, uno se arregla con lo que tiene". Con esas

palabras, un un ingeniero cuenta cómo vivir en una de las bases antárticas.

No sólo los militares pueden "radicarse" en el confín del mundo. Profesionales y estudiantes que no integran las Fuerzas Armadas también tienen la posibilidad de trabajar en la Antártida durante un año y no sólo en las campañas de verano. Los puestos a cubrir con personal civil son para ingenieros o técnicos informáticos y electrónicos; licenciados, técnicos o estudiantes avanzados de biología o carreras afines; observadores e inspectores meteorológicos y geomagnéticos; y pronosticadores.

La decisión de aventurarse al continente más frío, ventoso, seco y con mayor altura media del planeta la toman cientos de personas por año y muchas veces no son elegidos la primera vez.

La selección de quienes aplican para los puestos la realiza el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) y la Dirección Nacional del Antártico - Instituto Antártico Argentino (DNA-IAA), que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores.

El contrato es de 16 meses, con una permanencia en la Antártida de alrededor de 13. Entre los requisitos figura tener entre 22 y 50 años, y ser argentino nativo, por opción o naturalizado con un mínimo de dos años de residencia en el país.

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"Los cargos a cubrir en los laboratorios antárticos son 13. El personal se distribuye en las seis  bases permanentes argentinas y trabajan en los Laboratorios Multidisciplinarios que el IAA coordina en cada base", dice el licenciado Sergio Santillana, a cargo de la Coordinación Científica.

Marambio, una de las bases argentinas en la Antártida. Foto Mario Rafael Quinteros / Archivo
Marambio, una de las bases argentinas en la Antártida. Foto Mario Rafael Quinteros / Archivo

A su vez, se eligen a dos invernantes científicos técnicos para trabajar en Base Carlini. Sobre este punto, la doctora María Liliana Quartino, jefa del Departamento de Biología Costera de IAA, explica que "la invernada dura unos 15 meses. Por ejemplo, quienes salen rumbo a la base en diciembre 2023 regresarán al continente recién en febrero o marzo de 2025".

El período para aplicar es en abril y junio de cada año. En el área que dirige Quartino reciben por año más de 50 solicitudes. Mientras que el año pasado a la convocatoria de electrónicos e informáticos se presentaron 270 postulantes, pero solo 100 reunían los requisitos solicitados.

Los seleccionadores analizan los antecedentes académicos y laborales, y toman exámenes de salud y psicológicos. Además, quienes deseen ser personal informático y electrónico rinden una prueba técnica. "En 2022 lo rindieron alrededor de 70 personas y lo aprobaron 45", recuerda Santillana en diálogo con Clarín

Y existe una prohibición que cuida la salud de los trabajadores antárticos: no pueden permanecer más de 16 meses ni hacer dos años consecutivos, pero sí en forma alternada.

Los datos que recopilan tanto el personal dedicado al área de las ciencias del mar como el informático y electrónico son volcados en proyectos de investigación, publicaciones científicas en revistas especializadas y congresos.

Uno de los lugares de recreación de Base Marambio. La buena convivencia es clave. Foto: Rafael Mario Quinteros / Archivo
Uno de los lugares de recreación de Base Marambio. La buena convivencia es clave. Foto: Rafael Mario Quinteros / Archivo

Asimismo, el aporte que hacen los biólogos es fundamental porque dan cuenta sobre las consecuencias que genera el cambio climático en la Antártida. "Se registran de forma cada vez más notoria, ya que es una de las regiones más afectadas por este fenómeno en todo el mundo", dice Quartino.

Y cuenta sobre un caso particular que presenta la base Carlini: "El glaciar Fourcade que rodea a la Caleta Potter sufre un gran retroceso. Este derretimiento puede limitar la disponibilidad de luz en la columna de agua de mar, debido al incremento del ingreso de sedimentos al sistema costero arrastrado por el agua de deshielo".

Por eso, para Quartino, las zonas costeras antárticas como esa Caleta son lugares ideales para estudiar las respuestas de los organismos a los efectos del cambio climático. También monitorean cambios de comunidades en el ecosistema marino, evaluan el estado de las colonias de pingüinos y poblaciones de mamíferos marinos.

La cocina de Marambio. Estas tareas las realiza personal de las Fuerzas Armadas. Foto: Rafael Mario Quinteros
La cocina de Marambio. Estas tareas las realiza personal de las Fuerzas Armadas. Foto: Rafael Mario Quinteros

Pero no solo la DNA-IAA elige quién trabaja en la Antártida, también lo hace el SMN. "10 personas van a la Base Marambio, 2 a Esperanza, San Martín, Belgrano o Carlini, 3 a Orcadas y 5 hacen la campaña de verano en el Buque Irizar", cuenta la meteoróloga e integrante del área de proyectos antárticos, Noemi Troche.

Y agrega que "hay más de 10 personas en Marambio porque se hacen relevos, y a veces van 6 más ya que algunos viajan por 4 o 5 meses, como los observadores meteorológicos, asistentes de pronósticos o pronosticadores que hacen la campaña temporal".

En el caso del SMN buscan otro tipo de perfiles desde observadores e inspectores meteorológicos hasta pronosticadores, observadores geomagnéticos, y técnicos electrónicos e informáticos quienes están a cargo del pabellón científico.

Para estos puestos laborales se requieren las mismas edades que para los de la DNA-IAA. Lo que varía es la cantidad de postulaciones. "Recibimos entre 70 y 80 por año entre civiles y militares, aunque hay bajas voluntarias", explica Troche, que también es jefa de la oficina de pronóstico de Tandil. 

En lo específico de meteorología trabajan para el SMN, ya que tienen sus proyectos en todas las bases. Hacen muchísimos análisis que incluyen la toma de la temperatura, la presión, el viento, la humedad y otras variables que se transmiten a todo el mundo.

Troche aclara que "el sueldo promedio de quienes trabajan un año varía según el trabajo, siendo el suplemento antártico de alrededor de $ 250.000 y a eso se le suma en general el 30%". Pese a ser un lugar recóndito y difícil para vivir, la Antártida tiene muchos interesados que quieren trabajar allí.

Enfrentarse a cualquier cosa

"No me olvido más la cara de mi vieja cuando le dije que venía a Marambio, no me creyó durante tres días. Causó sorpresa en mi familia, aunque estaban contentos porque sabían que era algo que quería vivir", cuenta Francisco Quarin (32), ingeniero electrónico, desde el pabellón científico.

El egresado de la Universidad Nacional de La Plata se había presentado en 2020 para viajar en 2021 y quedó suplente. Esa vez no tuvo su oportunidad, pero al año siguiente volvió a intentarlo y fue seleccionado. La búsqueda laboral la había visto en las redes sociales de su facultad.

El ingeniero electrónico Francisco Quarin en la Base Marambio, en la Antártida, de donde volvió en febrero.
El ingeniero electrónico Francisco Quarin en la Base Marambio, en la Antártida, de donde volvió en febrero.

¿Pero por qué una persona elegiría trabajar en la Antártida con las limitaciones que tiene y estar aislado durante un año? Para Francisco, se debió a que quería "vivir la experiencia" y no por una cuestión económica. En promedio el salario es de $ 400.000, entre el sueldo, el suplemento antártico y la zona de alto riesgo. Esa cifra es inferior a la que una empresa extranjera pagaría por su trabajo. 

"La clave de estar acá es que te suma en el curriculum", dice Francisco. Y aclara que trabajar en las bases antárticas "pesa porque te enfrentas a cualquier cosa, desde conflictos en la convivencia hasta sufrir temperaturas bajo cero y arreglar cables afuera, y que la cinta aisladora se congele y se parte en 10 segundos". Experiencias que en otro lugar del mundo no podría haber vivenciado.

En la base Marambio, además del pabellón del laboratorio, hay una zona de alojamiento que incluye gimnasio, cocina, comedor, sala de conferencias, biblioteca, capilla, habitaciones, oficinas y sala de juegos.

Desde allí vio a la Argentina campeona del mundo y considera el momento como "único vivirlo en Marambio". También festejó su cumpleaños el 24 de diciembre y las Fiestas lejos de sus amigos y familiares. 

Fue importante el vínculo que generó con sus compañeros de equipo, con quienes trabajó hasta febrero de este año antes de regresar al continente. Estaba integrado por tres varones y una mujer, todos de menos de 30 y pico. En esos días previos a su vuelta, Francisco sentía el cansancio y la falta de comodidad. Ese tramo fue el más duro. Quienes trabajan en las bases cuentan con asistencia psicológica del SMN.

"Intentan encontrar perfiles que se complementen porque hay que llevarse bien. Existen muchas limitaciones, como algo básico: no podés dar una vuelta manzana para despejarte", sostiene. Y confiesa que "las emociones se maximizan debido al aislamiento y al compartir siempre con la misma gente, pero surge también el amor antártico".

Luego de pasar un año en Marambio, el joven planea disfrutar de los 45 días de licencia que le otorgó el SMN y de 21 días de vacaciones. Todavía analiza la oferta de empleo de trabajar en el servicio con proyectos en todo el país.

AS

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