La abuela del nene baleado en Plaza Constitución: "El gordo la está peleando"

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Fuma sin parar, está nerviosa Fabiana esperando el parte médico de su nieto Tiziano, de 4 años. En realidad ella no presencia el momento en el que llegan los clínicos para

actualizar sobre la salud de "Tizi", porque -señala- la tensiona mucho la situación. "Sigue en terapia intensiva, está grave pero estable", repite lo que le comentó su sobrina, que es quien recibe toda la información.

En la puerta de la guardia del Hospital Pedro Elizalde, sobre la avenida Montes de Oca, en Barracas, Fabiana Muñiz (43) enciende otro cigarrillo y se sienta en las escalinatas de la puerta principal. Está en silencio mientras observa fijo el humo. Menea la cabeza, luce agotada y saca su celular para responder los muchos mensajes de la familia.

Clarín está a su lado acompañando el momento. Tímidamente va largando prenda. "Ya lo operaron tres veces, la está peleando el gordo. A veces abre los ojitos, me mira, sonríe y se vuelve a dormir. Le canto canciones... a él le gustan esas evangélicas, que conoce bien porque vamos a la iglesia una vez por semana. Dios lo está cuidando".

Fabiana, en una de las entradas del hospital. Cuenta que tuvo una vida dura, pero nunca vivió algo tan difícil como lo que está atravesando.
Fabiana, en una de las entradas del hospital. Cuenta que tuvo una vida dura, pero nunca vivió algo tan difícil como lo que está atravesando.

El viernes 10 de marzo, después de almorzar en un comedor comunitario de la zona, adonde iban entre dos y tres veces por semana, Fabiana y Tiziano fueron a dar una vuelta por el barrio Constitución y en la plaza el nene le propuso a su abuela "juntar latas para vender". Nunca lo habían hecho antes. "Era un forma de entretenerse, en nuestro barrio no hay mucho para hacer y por acá tenés de todo".

Hacía mucho calor, Tizi deambulaba con el torso desnudo poniendo las latas en una bolsa mientras su abuela, cansada, iba detrás. "Las latitas las vendemos en San Telmo, en realidad lo que nos compran son los cositos (tabs) para abrir las latas, viste... que las usan para carteras, collares y hasta para poner en los dientes".

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La temperatura aquel viernes estaba por encima de los 35 grados, Fabiana insistía con querer irse. "Yo me quería ir a casa, no sé, se ve que intuía algo, ese lugar es jodido... Le repetí varias veces 'Diez minutos más y nos vamos' y así estuvimos como hasta las cinco de la tarde. Quería llegar de día a Don Orione, tenemos como dos horas de viaje en tren y colectivo desde Constitución".

Dejamos las escalinatas y vamos a un bar a cien metros. Dice que necesita despejarse, ver otro paisaje. Hace dos semanas que no se despega de al lado de su nieto. Casi que mastica los cigarrillos, no termina uno y enciende otro. Una tos bronquial la alarma: "Tengo que hacerme ver, pero hasta que no salga con Tizi del hospital, no haré nada".

Antes de entrar al pituco bar, se arregla el pelo, se acomoda el buzo y pregunta si está muy crota. "Este buzo me lo dieron en la ropería del Elizalde. Allí como, duermo, me baño, hasta me visten... lo voy a extrañar cuando nos vayamos con Tizi". Dice que "la atención de los médicos es muy buena, lo siguen de cerca al nene... Lo tienen que salvar", suplica mirando el techo.

Fabiana duerme "en una piecita en el mismo piso donde está Tizi, con otras madres que, pobrecitas, están en una situación peor que la mía". Saca pecho con sus privilegios. "Puedo verlo todo el tiempo, trato de estar a su lado, tocarle la manito por si abre los ojitos... Ayer me miró, sentí como que me quería decir algo, pero no puede hablar con todos los aparatos que tiene enchufados".

Vuelve al fatídico día 10 de marzo. Era un atardecer impiadoso de la última ola de calor. "Mami, nos sentamos un ratito, estoy cansado". Tiziano siempre le dice mamá a su abuela. Su madre está detenida en Ezeiza por robo."Prácticamente yo lo crié", dice Fabiana. El nene vive con ella, su bisabuela y dos tías.

Sentado en un banco de la plaza, Tiziano miraba los colectivos que circulaban por la avenida Juan de Garay. La plaza a esa hora era un mar de gente. La abuela insistía para volver a casa. "De un momento a otro siento como petardos, miro alrededor nuestro tratando de entender y cuando vuelvo la vista a Tiziano no lo veo... Fueron dos segundos hasta que lo encuentro tirado boca abajo detrás del banco donde estaba y con un agujero rojo en la espalda". Sangraba por la bala perdida.

La zona de plaza Constitución cercada, minutos después de los tiros que hirieron gravemente a Tiziano. Foto Emmanuel Fernández
La zona de plaza Constitución cercada, minutos después de los tiros que hirieron gravemente a Tiziano. Foto Emmanuel Fernández

Se estaba produciendo una escena demencial, en la que cientos de personas estaban cuerpo a tierra ¡en Plaza Constitución!, intentando protegerse de una inexplicable balacera vespertina por en uno de los barrios porteños donde más gente circula. Fabiana gritaba desesperada, mientras acariciaba y besaba la cabecita de Tiziano. "Me duele la panza, má, me duele mucho la panza", se quejaba el pequeño. "Vos estás bien, quedate tranquilo, deja los ojitos abiertos".

El tiroteo fue entre una persona peruana de nombre Ambrosio Benítez y otra dominicana, identificada como Enrique Ambiorix Evangelista, quien efectuó los disparos y fue detenido. Las primeras horas posteriores al hecho, se investigó si el motivo que los llevó a enfrentarse estaba relacionado al narcomenudeo de la zona, como aseguraban los testigos del episodio.

"No es un tema de territorio de drogas ni de narcomenudeo, ni nada que se le parezca. Lo que sucedió fue que una persona peruana en situación de calle quiso agredir a otra, dominicana, que portaba un arma y ésta lo baleó. Pero ninguna de las dos tienen causas ni antecedentes por venta de drogas", señalaron fuentes de la Policía de la Ciudad a este diario.

"Ayúdenme, la puta madre, se me muere el nene, carajo". Desenfrenada, Fabiana veía a Tiziano en el piso, sangrando, con los ojos cerrados pero nadie se le acercaba a darle una mano. "Yo no sabía qué carajo pasaba, por qué nadie venía... Estaba tan preocupada por Tizi que no tenía idea que seguían los disparos alrededor nuestro. A mí no me importaba, yo quería socorrer a mi nieto".

Todo ese infierno, cree, debe haber durado "no más de cinco minutos", hasta que una mujer -conocida, habitué de la plaza- se acercó y, expeditiva, "paró un colectivo 168, hizo bajar a todos los pasajeros, mientras un hombre -cree que el vendedor de panchos que estaba cerca suyo- cargó a Tizi como pudo y lo colocaron en el asiento doble más cerca del chofer, que manejó a las chapas hasta acá, la guardia del Elizalde".

Fabiana, en las escalinatas del hospital, donde acompaña todo el día a su nieto.
Fabiana, en las escalinatas del hospital, donde acompaña todo el día a su nieto.

En el trayecto al Hospital Elizalde, Fabiana recuerda ver detrás del colectivo la ambulancia del SAME. "Quizás los médicos lo pudieron haber atendido en ese momento, pero como no venían, nos subimos al 168". Dice que ese breve tramo fue "de terror", gritándole a Tizi "vas a estar bien, vas a estar bien, ya llegamos, mirá, ahí están los médicos".

Se relaja un rato en el relato y ese estado quiebra emocionalmente a esta mujer corpulenta, de rostro rocoso, abatida por el cansancio y el estrés. "No veo la hora de volver a casa con mi nieto, pero falta mucho. ¿Cómo volverá? -se pregunta-. Las piernitas, no sé...  Maldigo ese día, por qué fuimos a la plaza, por qué mierda el tiro no me pegó a mí".

Según pudo averiguar Clarín, el estado de salud de Tiziano es crítico, tiene delicados el páncreas y el intestino, y podría volver a ingresar al quirófano. "Es un chico fuerte, buenazo, sé que Dios lo va a cuidar". Dice Fabiana que se convirtió en una mujer de fe y que Dios también la ayudó a salir a ella "del infierno de las drogas".

Cuenta la abuela que cuando está a solas con su nieto le canta las canciones evangélicas "que escucha en la iglesia y le agarro la manito y la mueve... ¿Cómo es él? Es un hermoso, siempre está alegre, se ríe fácil, canta, además, temas de L-Gante, la Joaqui y habla hasta por los codos, extraño escucharlo".

"Y le encanta morfar, miralo", muestra una foto de su celular. "Es un gordito increíble, muere por los guisos, las salchichas con arroz... se come las salchichas del paquete, ¿podés creer? Ahora está flaquito", dice secándose una lágrima que baja lenta por su mejilla.

Confiesa que no llora nunca, no le gusta, se avergüenza. "Yo pasé por todas, imaginate, soy una mina fuerte, que se hizo sola, soy una sobreviviente... Y sola pude salir. Nunca robé ni nunca le faltó nada a mi nieto...".

Fabiana cobra un subsidio por estar a cargo del niño, pero además hace changas vendiendo ropa y recibe ayuda de su madre y de "Rica", un amigo del barrio Don Orione. "Le compré para este año el delantal para la salita naranja y los útiles, estaba muy contento en el jardín, pero apenas pudo ir dos semanas. Los compañeritos me mandan saludos todos los días, lo extrañan".

Hace saber que dos veces pudo ver a su hija, quien tuvo el permiso para dejar el penal y visitar a Tiziano. "Estuvo una hora y media cada vez. Me cuesta verla esposada... Igual se las sacaron cuando entró a terapia intensiva. Está estudiando y trabajando en el penal, y no se droga, que es lo más importante".

Toma agua Fabiana, pero prefiere el pucho. Intenta encender un cigarrillo pero se da cuenta que no se puede en el bar. "Nunca viví una cosa parecida como la que atravesamos Tizi y yo, y mirá que yo las viví, eh, pero esto... Esa plaza es heavy, el ambiente es pesado, mucha merca corre, pero como una no se metía, no pasaba nada. Para mí fue una tragedia, pero podía haber sido una carnicería, más de diez tiros a las cinco de la tarde de un viernes. Sólo Dios quiso que esto no fuera un desastre".

AS

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