Sorpresas en un estudio que analizó por qué las mujeres no ascienden en la carrera judicial

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No por gastada, la expresión sobre un "techo de cristal" tan invisible como impenetrable que impide a las mujeres alcanzar los mismos trabajos y remuneraciones que sus colegas varones deja de acumular

ejemplos. Una puntillosa investigación de campo que acaba de publicar la organización Fundar revela con datos empíricos la desigualdad de género en el acceso a los cargos más importantes dentro del Poder Judicial.

Con la jubilación de la ministra Elena Highton, hace un año y medio, la Corte dejó de tener integrantes mujeres. Highton fue una de las dos únicas que llegó al máximo tribunal, junto con la fallecida Carmen Argibay. Su vacante aún no adjudicada a ninguna otra dama. Un peldaño más abajo, la Cámara Federal de Casación Penal apenas tiene a dos mujeres entre sus doce integrantes: Ana María Figueroa y Angela Ledesma. En 2021 se jubiló la tercera, Liliana Catucci, y este año cumple la edad límite para quedarse la jueza Figueroa.

Son sólo postales en la cima del Poder Judicial, donde más ocurren las desigualdades de género registradas por la investigación conducida por Johanna Cristallo, jefa del área Justicia de Fundar. "Construimos una base de datos inédita a partir de la información de los concursos convocados de 1999 a 2018", explica a Clarín. "Queríamos responder a una pregunta directa: ¿Por qué las mujeres no llegan a ocupar cargos de mayor jerarquía en la justicia?"

Las estadísticas revelaron que las mujeres representan el 54% del sistema judicial argentino, pero ocupan apenas el 25% de los cargos más altos.

El "mapa de género" en la Justicia argentina
El "mapa de género" en la Justicia argentina

"A pesar de estar en promedio más capacitadas, apenas el 23% del total de quienes se presentan son mujeres por barreras invisibles que las desalientan a competir para ocupar cargos de mayor decisión", concluye el estudio. "Sin embargo, una vez que se inscriben, las mujeres avanzan con mejores resultados que los varones en las sucesivas etapas de los concursos (la participación femenina en la etapa inicial es del 23% y aumenta al 32% en la etapa final)."

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Los números también mostraron que a lo largo de las distintas etapas, las mujeres tienen mayor puntaje (tanto en los exámenes de oposición como en los antecedentes y en los resultados finales), y que las concursantes son mayores que sus pares varones: las mujeres que resultan exitosas tienen un promedio de edad de 54 años, mientras que los hombres, una media de 51.

De las estadísticas emergen tres datos indiscutibles: la baja inscripción de las mujeres en los concursos para juezas de Cámara, la variable de la edad y los promedios obtenidos. Esos arrecifes, a su vez, dibujan un mapa de obstáculos para el ascenso femenino. "Para comprenderlos hay que detenerse en tres dimensiones", propone la investigación de Fundar.

"La falta de perspectiva de género de la normativa del concurso, la conciliación entre la vida familiar y la vida profesional y la autoexigencia a la hora de presentarse en un concurso."

La primera conclusión a la que arribó la abogada Cristallo es que "los concursos fueron diseñados con la experiencia masculina en mente y son ciegos a las situaciones que enfrentan las mujeres. Sobrevaloran aspectos como la producción jurídica, escribir libros o artículos, o acceder a cursos de capacitación y especialización, por sobre la idoneidad y la capacidad en la resoluciones judiciales".

El reclamo -o mejor dicho, la observación- responde que la maternidad impide, dificulta o retrasa durante varios años la posibilidad temporal de que las mujeres puedan sentarse a investigar, escribir o participar de actividades, aunque eso no tenga nada vinculación directa con su talento o competencia para resolver casos jurídicos.

La proporción de mujeres en los concursos judiciales.
La proporción de mujeres en los concursos judiciales.

"A las barreras sociales mencionadas se le suman las barreras autoimpuestas. Los niveles de confianza y autoestima también tienen un impacto diferencial entre varones y mujeres. Aquellas mujeres que avanzan en las etapas del concurso se equiparan o incluso obtienen mejores puntajes que sus pares varones, cumpliendo o superando los requisitos solicitados. Sin embargo, las mujeres sienten una mayor exigencia al pensar en acceder a puestos altos en el Poder Judicial, y eso desincentiva su participación en los concursos y profundiza el techo de cristal existente", concluye el estudio.

Para corregir estas desventajas, el trabajo recomendaciones algunos cambios para mejorar la política pública en los procesos de selección: promover modificaciones reglamentarias que contemplen las distintas barreras sociales y culturales con las que las mujeres se enfrentan en la evaluación de sus antecedentes; establecer -a medida generen vacantes- un cupo de género que garantice la equiparación en la integración de las Cámaras entre varones y mujeres. Esto también incentivará una mayor inscripción de mujeres.

También proponen dar mayor peso relativo en el puntaje final a los exámenes de oposición que a los antecedentes, pues está constatado que las personas jóvenes y las mujeres rinden, en promedio, mejores exámenes; generar evidencia empírica constante y actualizada para monitorear los datos y evaluar si se modifican o no con el tiempo los números de mujeres inscriptas a los concursos; impulsar campañas de comunicación para incentivar a las mujeres a presentarse a los concursos; y diseñar una política presupuestaria de concursos con perspectiva de género, destinando recursos específicos a su planificación, desarrollo y evaluación.

Johanna Cristallo, directora del área de Justicia de Fundar, explicó la hipótesis que motivó la investigación de campo: "por un lado, quería entender por qué mujeres jóvenes concursamos, sacamos notas altísimas y quedamos abajo en el orden de mérito, muchas veces abajo de personas que no aprobaron el examen. Obviamente, después a esas personas se las excluye pero me parecía irrazonable esa situación. Ejemplo: saqué 91 puntos en un examen y quedé 18. Esto claramente estaba relacionado con mi edad. Ahí me di cuenta de que por más que sacara 100 puntos, iba a quedar lejos siempre. Por otra parte, tenía que hacer mi tesis de maestría y aproveché para investigar el tema. Si le tenía que dedicar tiempo a una investigación, esta valía la pena."

¿Cual fue el resultado que más la sorprendió?

Pudimos identificar con los datos que uno de los grandes problemas del techo de cristal en la justicia es que las mujeres no se inscriben en los concursos, es muy bajo el porcentaje. Ahora, lo interesante es que cuando lo hacen, tienen mejores puntajes que los varones, pero eso lo compensan con años. En promedio son designadas con tres años más de edad que sus pares varones. Lo otro interesante es que hay una relación negativa entre el puntaje en los exámenes y la edad, cuánto más jóvenes, mejor es el desempeño en los exámenes. Esto aplica a varones y mujeres. Ahora bien, las personas más jóvenes rinden mejores exámenes, pero el promedio de designación de camaristas es de 51 años para los varones y 54 años para las mujeres. Es decir, son muy pocas las personas jóvenes que llegan a esos cargos, y el impacto negativo es mayor en las mujeres obviamente.

¿Qué piensan hacer con estos resultados?

La idea es profundizar, a partir de los resultados, la investigación en puntos neurálgicos relacionados a la evaluación de los antecedentes y proponerle al Consejo una reforma reglamentaria que por un lado contemple la desigualdad estructural a la que están expuestas las mujeres y, por otro, promueva un sistema de concursos más igualitario e inclusivo.

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