"Queremos cambiar la forma en que se reestructuran las deudas de los países", de Martín Guzmán a Wall Street

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“Queremos cambiar la forma en que se hacen las reestructuraciones de deudas soberanas”.

La frase salió de la boca de Martín Guzmán en los primeros días de 2020, a pocas semanas

“Queremos cambiar la forma en que se hacen las reestructuraciones de deudas soberanas”.

La frase salió de la boca de Martín Guzmán en los primeros días de 2020, a pocas semanas

de que asumiera como ministro de Economía en Argentina y se encaminara a reestructurar la deuda privada en dólares emitida en Nueva York (unos US$ 83.000 millones, 20% del PBI). Y tan solo unos meses más tarde de estar sentado en una oficina del Uris Hall de la Universidad de Columbia rodeado de pilas de libros con registros de reestructuraciones desde 1970 hasta la fecha.

Con 37 años, Guzmán estaba convencido de que el problema que enfrentaba el país era el que había examinado con lupa en su laboratorio: el vencimiento de US$30.000 millones de deuda privada en 2020, de los cuales US$20.000 millones eran en el primer semestre del año, y que debía ser ajustado y reprogramado. “Si no se resuelve, no habrá forma de implementar un programa macroeconómico que permita recuperarse al país”, argumentaba en 2019. “Reperfilar los vencimientos es imperioso. El tema es qué tipo de reperfilamiento hacer. En mi opinión, no solo debe incluirse el capital; también intereses”.

Casualmente, o no, esta semana el FMIse refirió a las reestructuraciones de deuda soberana, poniendo foco en países emergentes y de bajos ingresos como instancia para equilibrar los déficit y protegerse del impacto de la suba de tasas de interés de la Reserva Federal. Ni entre los casos mencionados de países que reestructuraron sus deudas, ni entre las recomendaciones acerca de cómo deben hacerse estas operaciones, figura la Argentina o al menos algo que permita pensar que la operación de Guzmán dejó el listón al que aspiraba delante de los banqueros.

Tanto Guzmán como Sergio Chodos, un abogado que lo acompañó en el trabajo y fue su representante ante el FMI -hoy lo sigue siendo y ambos siguen en contacto, hace poco cuando el ministro pasó por Nueva York, justo cuando había viajado Alberto Fernández-, reivindican aquella reestructuración. Según ambos, lograron alterar una secuencia generalmente aceptada y es que cuando un país enfrenta una crisis financiera y pierde el acceso a los mercados de capitales, lo primero que hace es acudir al FMIpara seguir pagando la deuda. En el marco de un acuerdo con el organismo puede hacer (o no) una reestructuración. La Argentina hizo al revés: primero reestructuró la deuda con Wall Street y luego firmó con el FMI. Guzmán-Chodos subrayan además el hecho de que el organismo declarara en marzo de 2020 que la deuda no era sostenible. Para ellos, aquello legitimó su estrategia.

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Por último, agregan como logro, los cupones generados tras el canje implican que los servicios de la deuda hacia adelante sean la mitad.

Efectivamente, en cuanto al ahorro con respecto al perfil de vencimientos original, un cálculo de la consultora ACM estimó que puede observarse un menor pago de vencimientos hasta 2028 como así también un ahorro en los flujos totales de US$ 36.745 millones en toda la vida de los títulos, producto de la rebaja en los intereses.

Dos individuos de dos entidades financieras diferentes y que participaron de las entrevistas preliminares con Economía, y que pidieron reserva de sus nombres, recuerdan “la ambición de Guzmán por esos días”. El Gobierno pedía que los bancos no presentaran una agenda de trabajo ‘plain vainilla deal’, término utilizado muchas veces para referirse a que los asesores se ajusten a las necesidades del cliente, o sea la Argentina, y no sea un ‘copy-paste’ de alguna otra colocación. “El plan de Guzmán es ambicioso”, decía un funcionario clave del FMIque ahora negocia con Sergio Massa en Washington. El exministro lanzó la oferta cinco meses después de arrancar el proceso y demoró casi 4 meses en arreglar.

Guzmán dice no recordar la frase tal cual repiten los banqueros (“Queremos cambiar...”). Sí acepta que refleja el espíritu de su objetivo y que en todo caso confirma que no es cierto aquello que Andrés Larroque, dirigente de La Cámpora, le endilga como etiqueta: “Guzmán es un agente del sistema financiero internacional”.

No solo en La Cámpora hay rencor con el exministro. También en Wall Street. Hoy el precio de los bonos está por debajo del que tenían a la salida del canje. El riesgo país es más alto que el que recibió Fernández en 2019. El Banco Central tiene menos reservas netas que en agosto de 2020. El stock de deuda no bajó (subió).

De algún modo todo esto fue advertido esta semana por el FMIen su informe Perspectivas Económicas Mundiales. “Una reducción de los ratios de la deuda se logra cuando la reestructuración de la deuda es lo suficientemente profunda pero además se implementa junto a un paquete de políticas consistente incluyendo un programa con el FMI”. Dice además que las reestructuraciones “pueden tener costos reputacionales, afectan las tasas de interés y el futuro acceso al mercado”.

“Aquella reestructuración de la deuda no se acompañó con un programa creíble y de un acuerdo con el FMI, que en todo caso vino mucho después”, dice el economista Martín Vauthier. Guzmán rápidamente encontró descoordinaciones con el BCRA y La Cámpora. El acuerdo con el FMI,en vez de cerrarse a fines de 2020, se pospuso un año más. El mercado no le creyó más al ministro. Las tres ofertas de Guzmán (sumadas a dos propuestas puestas arriba de la mesa entre abril y julio de 2020) confirmaron un principio consagrado: cuanto mejor es la oferta, mayor es la aceptación. Según un relevamiento de Consultatio y en base estimaciones privadas, el desempeño de aquel canje estuvo en promedio con los de otros países. La ambición de Guzmán de hacer un cambio se dio de bruces con la realidad. Como los banqueros lo percibieron a la salida de la reunión a inicios de 2020.