El gobierno corre de atrás la crisis del dólar y con pocas herramientas

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La regla no escrita del mercado cambiario argentino se vuelve a cumplir.

En medio de una crisis cambiaria, el argumento más potente y efectivo es ver al Banco Central comprando dólares para

La regla no escrita del mercado cambiario argentino se vuelve a cumplir.

En medio de una crisis cambiaria, el argumento más potente y efectivo es ver al Banco Central comprando dólares para

fortalecer las reservas.

La clave del día se concentraba en comprobar cuántas divisas entrarían por la liquidación del dólar agro de $300 después de un miércoles de ausencia.

Pero, también, esperar a ver cómo decantaba la crisis de palacio generada por la salida abrupta del jefe de asesores del Presidente después de haberle presentado un plan de emergencia y haberle advertido que, como estaba planteado, el dólar agro no despertaría el interés de los productores para liquidar soja.

Antonio Aracre salió despedido y el ministro de Sergio Massa fortalecido, pero en un pantano donde es difícil hacer pie.

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Alberto Fernández y Massa se sacaron una foto en la residencia de Olivos sonrientes en el intento de transmitir serenidad y armonía, y se difundió en el mismo momento en que el dólar blue tocaba $440 y los operadores del mercado buscaban con ansiedad el dato sobre la liquidación de dólares de los exportadores.

Este jueves la liquidación del dólar soja  fue de US$71 millones, un montomuy exiguo para pensar que la crisis terminó pero, por lo menos, abrió una endija para descomprimir. Los exportadores informaron que las liquidaciones totales llegaron a US$ 173 millones. Unos US$ 101 millones corresponden a maíz y trigo que no cuentan con el dólar a $ 300.

En números gruesos, el problema es que a los productores de soja les pagan $105.000 la tonelada y ellos pretenden $110.000 argumentando que ese sería el valor que le corresponde por el dólar agro de $300.

En su escrito al Presidente, Aracre había advertido que al dólar agro lefaltaban incentivos para favorecer la liquidación de los productores que, además, están temerosos por el impacto final de la sequía.

El ex asesor propuso que el pago de las retenciones a las exportaciones pudiese ser tomado a cuenta del impuesto a las ganancias o que se pudiese computar para generar algún tipo de crédito para el sector. 

Un gobierno tan agobiado por la falta de dólares y la necesidad de recaudar para poder cumplir con el compromiso con el FMI de bajar el déficit fiscal, no quiere escuchar hablar de agregar más riesgos en la recaudación.

Con el agua entrando al bote en forma intensa, las dos respuestas defensivas surgidas de la reunión en la Quinta de Olivos (también estuvo el presidente del Banco Central, Miguel Pesce,) fueron de manual: subir la tasa de interés de referencia y anunciar que se extendería a 60 días (hasta ahora era instantáneo), el acceso a dólares a precio oficial para liquidar servicios y fletes con el exterior.

Postergar el pago de importaciones descansa en la lógica de que las reservas netas del Banco Central estarían levemente por encima de los US$1.200 millones y en que la brecha cambiaria entre el mayorista y el contado con liquidación volvió al 100%, un nivel que preanuncia algún tipo de definición adicional.

Por el lado de la tasa de los depósitos a plazo fijo y las Leliqs, que pasó de 78% a 81% anual, implica apostar a una tipo de interés de 6,75% mensual que habrá que ver cómo compite con la inflación en el intento de evitar que más pesos vayan al consumo o al dólar.

Para el Banco Central, subir la tasa de interés implica un doble desafío.

Por un lado, por fijar un nuevo nivel que puede ser leído como insuficiente frente al aumento del costo de vida y de escaso atractivo para ahorrar en plazo fijo en un momento sensible.

Por el otro, porque la suba de la tasa aumenta el monto de los intereses a pagar por las Letras de liquidez (Leliqs) y el resto de los pasivos del Banco Central, que ya superan los $12,5 billones, una montaña de pesos depositada en el BCRA.

Mientras Massa espera créditos del Banco Mundial y el BID para mostrar que hay más dólares en juego, el partido se definirá en el corto plazo.

La lógica oficial de haber apostado a no devaluar en su momento y apostar a una estrategia cambiaria defensiva con base en un aumento del dólar oficial creciendo menos que la inflación y un cepo cambiario cada vez más restrictivo para el pago de importaciones y servicios al exterior, entró e una importante zona de estrés.

Para ningún Estado puede ser buen negocio comprar dólares caros para venderlos baratos en el intento de estabilizar los precios y evitar los saltos inflacionarios.

El problema ahora es que el esquema ingresó en una nueva zona de turbulencia, en buena medida ayudada por la crisis política del oficialismo, y que para que se prenda el cartel de desajustarse los cinturones de seguridad, serán necesarias más divisas que palabras.