Ucrania: la guerra de las iglesias, de Kiev a Bucha

Internacionales
Lectura

Esta es la historia de dos personas radicalmente diferentes en sus formas de ser, pero unidas como uña y carne por una causa. Como la enorme mayoría del pueblo ucraniano, sean hombres

o mujeres, jóvenes o mayores, ateos o creyentes.

Por su aspecto, por su forma de vestir y por su perfecto inglés, Yaryna Arieva, de 22 años, da la impresión de que su entorno natural sería una cafetería cool de Brooklyn, Nueva York. Lo que le tocó el destino fue casarse por la iglesia el día que comenzó la invasión, el 24 de febrero de 2022, y el día siguiente empuñar un fusil como voluntaria, junto a su marido, de las Fuerzas Territoriales de Defensa. Hoy lucha contra la invasión rusa como consejera en el gobierno de la ciudad de Kiev.

El Padre Andriy Holavin es el párroco de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en Bucha, pueblo al norte de la capital cuyo nombre la guerra ha convertido en sinónimo de la barbarie rusa en su máxima expresión. El doble de la edad de Yarina, es alto, delgado, severo en su túnica púrpura pero sereno pese al dolor de haber presidido no recuerda cuántas misas fúnebres para soldados muertos en el frente o para civiles asesinados a quemarropa, más de 70, en la vecindad de su imponente iglesia.

Conocí a Yaryna por casualidad el domingo pasado en las puertas de un monasterio en Kiev perteneciente a la Iglesia Ortodoxa Rusa, cuyo “Papa” es el patriarca Kirill, multimillonario exagente de la KGB, amigo y propagandista de Putin que en septiembre declaró que todos los soldados rusos que dieran sus vidas en la guerra de Ucrania verían “lavados todos sus pecados”.

Yaryna Arieva, de 22 años, da la impresión de que su entorno natural sería una cafetería cool de Brooklyn. Foto John Carlin
Yaryna Arieva, de 22 años, da la impresión de que su entorno natural sería una cafetería cool de Brooklyn. Foto John Carlin

Rabia y respeto


BANER MTV 1

Yaryna lideraba una manifestación que exigía la retirada de la Iglesia Ortodoxa Rusa y todos sus monjes de su país. “¡Curas rusos váyanse a casa!” gritaban los manifestantes, que eran pocos, unos 40, igual que el número de policías que formaron un muro para defender al monasterio de cualquier posible agresión.

“Todos los que estamos aquí tenemos familiares o amigos que han muerto a manos rusas en esta guerra”, me dijo Yarina. “Y aquí está el enemigo, en pleno centro de nuestra capital, instrumento de la propaganda rusa que ha estado contaminando mentes y destruyendo almas durante décadas, y que lo sigue haciendo hoy”.

El gobierno, como explicó Yaryna, ha tomado medidas legales para desahuciar el monasterio pero hasta ahora los monjes se niegan a salir. No le irrita, le pregunté, que la policía les esté protegiendo. “Sí”, me contestó, “pero esto es lo que diferencia a Ucrania de Rusia y pese al odio que siento por esta gente, varios de ellos agentes de los servicios de inteligencia rusos, hay un principio de democracia y justicia aquí que entiendo que debemos defender”.

Tres días después, el miércoles, me encontré con el padre Andriy en Bucha. El pueblo sigue de luto, arrastra las secuelas como pocos del intento ruso de conquistar Ucrania hace un año, y hay cantidades de edificios destrozados por los tanques y por la aviación rusa pero la iglesia -con sus cúpulas doradas y sus paredes color blanco y azul- sigue intacta, y la moral del párroco también.

En la parte de abajo de la iglesia, en una cripta repleta de imágenes, le pregunté si compartía la indignación de Yaryna por la continuada presencia de la Iglesia Ortodoxa Rusa en Ucrania. La compartía.

“Imagínese que la iglesia católica en Inglaterra hubiese estado del lado de los nazis durante la Segunda Guerra Mundia”, me contestó. “Pues eso es lo que significa que la Iglesia Ortodoxa Rusa siga en territorio ucraniano”.

El Padre Andriy Holavin es el párroco de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en Bucha. Foto John Carlin
El Padre Andriy Holavin es el párroco de la Iglesia Ortodoxa Ucraniana en Bucha. Foto John Carlin

El ejemplo


Al padre Andriy le resulta particularmente ofensivo que el amigo de Putin que encabeza la iglesia rusa no solo haya alabado la invasión de Ucrania sino que, días después de que saliera a la luz la masacre de civiles en Bucha, diera las gracias a las tropas rusas por sus “hazañas a favor de la patria”.

“Lo que le corresponde a la Iglesia Ortodoxa Rusa es ofrecer el ejemplo penitencial que la historia reciente exige. Mire a los alemanes. Hicieron cosas terribles pero lo reconocieron, se enfrentaron a sus pecados, los expiaron y durante los últimos 75 años o más su país ha sido un ejemplo de decencia y paz".

“Los rusos en tiempos de Stalin cometieron crímenes iguales o peores que los nazis. Pero no solo no lo aceptan, sino que Putin hoy ensalza la figura de Stalin. Con esa actitud no es ninguna sorpresa que sigan cometiendo atrocidades hoy en Bucha y por toda Ucrania”.

Tampoco le sorprende que la iglesia rusa haya fallado en lo que él considera ser su misión cristiana de pedir perdón. “No es una iglesia independiente. Desde tiempos de Stalin, precisamente, es un órgano del Estado. Hoy parece serlo más que nunca”.

Por eso está con Yaryna y los demás que se manifestaron frente al monasterio en Kiev. “Es un tema político; no una cuestión de fe. Incluso yo estoy dispuesto a reconocer que hay curas dentro de la Iglesia Ortodoxa Rusa que están en contra de Putin. Su problema es que si se declaran como tal, los expulsan de la iglesia, o peor”.

¿Qué opina de que la policía ucraniana proteja el monasterio ruso contra la rabia, y posible violencia, de gente que piensa como él?

“Nuestra policía aplica la ley y estamos orgullosos de ello. Los ucranianos nos sentimos europeos, no súbditos de un imperio ruso que se ha definido por la pobreza, por la muerte, por pisotear a la gente. Nosotros luchamos por la democracia y la justicia y esos derechos se deben extender a todos los que estén en suelo ucraniano”.

Le hice una última pregunta al padre Andriy. ¿Qué creía que le pasaría si tuviera su iglesia en Moscú y la utilizara para predicar en contra de la invasión rusa?

Tras un silencio, me dirigió una sonrisa a la vez cómplice y sardónica y me dijo: “No quiero ni empezar a imaginármelo”.

Desde Kiev, Ucrania

Mirá también

La vida en Kiev: no todos en Ucrania son héroes

¿Ucrania intentó asesinar a Vladimir Putin con un dron cargado de explosivos?