Néstor Kirchner, sus economistas y a 20 años de llegar a la Rosada: "Quiero un dólar a $3, estudié mucho economía"

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«Tenía una reunión a las 19:30 y entré en su despacho a las 22:30. Conté más de 15 grupos de personas que esperaban pasar.»

Alfonso Prat-Gay había ido a la Casa

«Tenía una reunión a las 19:30 y entré en su despacho a las 22:30. Conté más de 15 grupos de personas que esperaban pasar.»

Alfonso Prat-Gay había ido a la Casa

Rosada. Era el presidente del Banco Central y se encontraría con el flamante presidente de la Nación, Néstor Kirchner, quien había asumido el cargo hacía muy poco, el 25 de mayo de 2003.

—Señor Presidente, no sé cómo es su esquema de trabajo y cómo ha sido en Santa Cruz (N.E.: Kirchner había sido gobernador de Santa Cruz). Pero lo que acabo de ver es insostenible—le dijo el economista que había asumido al frente de la autoridad monetaria en 2002, designado durante el gobierno de Eduardo Duhalde. Prat-Gay fue el primer presidente del Banco Central del kirchnerismo (hasta 2004). Años más tarde, sería el primer ministro de Economía del gobierno de Mauricio Macri.

—Puede ser, querido, pero ya me voy a acomodar. No te preocupes.

En la campaña presidencial le habían preguntado a Kirchner quién sería su ministro de Economía si llegaba a ser presidente. “Yo consulto a muchos economistas, entre ellos a Luis Corsiglia, Carlos Leyba, Eduardo Hecker”.

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Kirchner en verdad no mantenía un intercambio asiduo con ninguno. Sus nombres le vinieron a la cabeza solo porque había almorzado con ellos días antes en la Bolsa de Comercio. Y cuando un periodista le preguntó quién sería su hombre de confianza en Economía, Kirchner recordó la comida organizada por Alberto Fernández, su entonces operador político, e improvisó ‘su gabinete económico’ en las sombras.

Corsiglia había sido secretario de la Bolsa de Comercio y un hombre de perfil alto en la city. Se había destacado como agente bursátil. Leyba, un economista que fue subsecretario de Programación y Coordinación Económica del ministro de Economía José Gelbard -en el Gobierno de Héctor Cámpora- y Duhalde lo había consultado tras la salida de la convertibilidad y en plena crisis económica. Hecker, por su parte, era un economista del riñón de Aníbal Ibarra (jefe de Gobierno de la Ciudad) y presidente del Banco Ciudad. Corsiglia y Hecker trabajarían años más tarde con Kirchner. El primero como vicepresidente de la petrolera estatal Enarsa -pese a que no tenía antecedentes en el área- y el segundo, titular de la Comisión Nacional de Valores -hoy director del BCRA-. Carballo había sido un abogado de Bunge & Born que luego hizo carrera en el Ministerio del Interior como funcionario civil.

«Néstor no tenía plan económico pero tenía en claro tres cosas —recuerda uno de los presentes en aquel almuerzo en la Bolsa—: en el país hacía falta fijar reglas simples, transmitir la imagen de buen administrador y mantenerse lo más alejado posible de los economistas porque la gente los asociaba con la crisis de 2001.»

Kirchner en la campaña había hablado de cuidar cuatro pilares que heredaría de Duhalde: mantener la deuda baja -aunque en verdad los pagos estaban en default-, superávit fiscal, superávit comercial y dólar alto. En esos meses diría que desearía un dólar a $ 3. «En estos temas es muy importante hablar con capacidad taxativa porque me preguntaron cuál es el dólar que puede funcionar en base a las necesidades de competitividad y recaudación. Soy una persona con opinión, sigo la economía, me gustan los temas económicos y estudié mucho economía».

Con él hablando de economía, Kirchner evitó mostrarse rodeado de economistas en la campaña. Decía que los políticos les habían llevado demasiado el apunte durante un tiempo largo y, pensaba, era riesgoso quedar preso de sus palabras. Además, era una manera de diferenciarse de Carlos Menem, que había lanzado su candidatura rodeado de Jorge Ávila, Pedro Pou, Roque Fernández y Pablo Rojo, todos ellos a favor de dolarizar. Al llegar el FMI, envió a Julio De Vido, ex ministro de Economía de Santa Cruz, y a Alberto Fernández a reunirse con Anoop Singh y su staff.

Sin embargo, más temprano que tarde, Kirchner se ató a un economista y fue Roberto Lavagna quien, como Prat-Gay, venía de la gestión Duhalde. Lavagna era el ministro de Economía y Kirchner ratificó que si ganaba las elecciones lo mantendría en su lugar. Era algo que le convenía porque la recuperación de la actividad y de la imagen del gobierno de Duhalde estaban firmes pero no así la opinión sobre Kirchner.

Fue a través de una pieza publicitaria del equipo de Kirchner que mostraba a Lavagna y a su equipo trabajando, y una voz en off que leía un discurso con los logros conseguidos del gobierno de Duhalde. El ministro acordó que sería el propio Kirchner (y no él) quien saliera a anunciar que el ministro de Economía sería el mismo que el de Duhalde. El ajuste del texto quedó en manos de Eduardo Pérez, Jorge Sarghini y Federico Poli, tres miembros del equipo de Lavagna.

Dos años más tarde, ni Prat-Gay ni Lavagna seguirían en sus cargos. Y desde 2004 el superávit fiscal empezaría a bajar. Hasta desaparecer.