Está claro: las cifras cantan que Cristina Kirchner vuelve a fracasar con la economía

Economia
Lectura

Quedó a la vista, nuevamente: Cristina Kirchner se lleva mal o muy mal con la economía y tampoco andan bien sus teorías y conclusiones habitualmente pretenciosas, del tipo eslóganes mezcla de economía

y política. Buena parte de esa performance asoma, evidente, en las coincidencias entre algunos de los grandes números que marcaron su segunda presidencia, la que concluyó en 2015, y los que tenemos ahora.

Para empezar, en un tiempo y en el otro aparece un Banco Central con las reservas netas, digamos disponibles, en rojo. Según estudios privados, al finalizar 2015 las cuentas del BCRA anotaban cuanto menos US$ 1.300 millones debajo de cero, similares o bien parecidos a los alrededor de US$ 1.750 millones que hoy también llevarían el signo menos.

En una economía muy dependiente de bienes e insumos del exterior que acá no se producen, un stock de divisas así de flaco no equivale siquiera a quince días de importaciones y, por lo mismo, fogonea controles, restricciones y medidas preventivas del Gobierno que le pegan directo a la actividad productiva.

Notable a ambas puntas de nuevo, semejantes agujeros han convivido y conviven con exportaciones del complejo oleaginoso-cerealero excepcionales. Esto es, comparten un espacio, un contrasentido si se quiere, donde desde los tiempos de Néstor K. reinan la soja y el precio de la soja y en el que el resultado suele cantar dólares a pasto.

Los números para el caso comparables cuentan que de enero de 2012 hasta fines de abril de 2015, durante el segundo ciclo cristinista, las ventas al exterior originadas en el complejo agroindustrial sumaron US$ 75.000 millones. Y que en el mismo período de 3 años y 4 meses que arrancó en enero 2020, la cosecha de divisas ascendió a US$ 103.800 millones, pese a una sequía que se llevó la mitad de la producción.

BANER MTV 1

El problema es que de eso no queda nada o queda la hojarasca. El resto, miles de millones, se lo consumen-consumieron la fuga de divisas y las maniobras con exportaciones e importaciones promovidas por una brecha, entre el tipo de cambio oficial y los paralelos legales e ilegales, siempre en la zona del 100%.

Todo ocurre bajo el paraguas de un gobierno que predica la defensa de la producción y el desarrollo y presume de ser nacional y popular.

Pero pasa que lo que ocurre es, sin vueltas, un jubileo financiero de los grandes, que implica transferencias de ingresos de unos sectores a otros también de las grandes y está contorneado por tasas de interés que, de suba en suba, el Banco Central ha llevado al 97% o al 154,8% anual según sean nominal o efectiva.

Lo cierto, al final, es que junto a un relato que patina por todas partes avanza una situación que definitivamente urge soluciones color verde.

¿Y pues entonces quien las tiene? Solito y solo, las tiene el Fondo Monetario y salen del acuerdo que en marzo del 2022 el oficialismo y parte de la oposición convalidaron por ley y que el rebelde moderado Máximo Kirchner se negó a votar.

Se trata de un paquete de US$ 10.600 millones que el FMI convino desembolsar hacia fin de este año y que el Gobierno pretende que sea adelantado, si no todo al menos buena parte.

Serían, notoriamente, los recursos con los que se enfrentarían sofocones cambiarios bastante previsibles, en medio de la campaña, de aquí a las elecciones de octubre y a caballo de un gobierno a la deriva.

El punto es que los directores del Fondo se resisten a soltar los dólares. Ponen condiciones y exigen garantías que los protejan de sospechas e investigaciones internas, derivadas del siempre controvertido caso argentino.

Entre otras cuestiones plantean que el kirchnerismo no use la plata para cosas que no sean, rigurosamente, las vinculadas al pago de la deuda con el FMI. Como intervenir en el mercado, sin consultas ni permisos previos, para mantener a raya los dólares paralelos o bancar importaciones y otras operaciones que pueden ser consideradas dudosas.

Nada casual fue entonces que el jueves pasado, en medio de la pulseada, el Banco Central hubiese frenado la venta de reservas y permitiera cierta disparada del llamado dólar Bolsa.

La tanda del jueves también incluyó algunos retoques al tipo de cambio oficial, de modo de contener la brecha con los paralelos que alimenta maniobras en las que el BCRA vuelve a perder. Este círculo cerraría, según versiones que no paran, con una devaluación moderada a pedido del Fondo.

En el mientras tanto el reloj de la escasez corre y marca un pago de US$ 3.450 millones a fines de junio. Es un vencimiento de la deuda con el FMI que el país debe afrontar si o si o, mejor dicho, si tiene con que. Otra vez, el adelanto o un adelanto del paquete de dólares de fin de año; obviamente, para pagarle al propio FMI.

Un dato del pasado bien a cuento del presente: en enero de 2014 hubo lo que podría llamarse una devaluación de las moderadas, del 22%, que en los hechos Cristina Kirchner le impuso al entonces ministro de Economía Axel Kicillof. Vísperas de las presidenciales de 2015, el 2014 acumuló un ajuste cambiario del 32%.

Y si durante el ciclo cristinista de 2012-2015 no hubo nada ni mínimamente parecido a la súper inflación de 2020-2023, hubo sí algunas cifras de entonces que sonaban a anticipos de lo que vendría o podría venir. Todas provenían de institutos de estadísticas provinciales, de consultoras privadas y del centro de estudios que la oposición había montado en el Congreso.

Desde luego, ninguna salió del intervenido, silenciado INDEC, aunque sus técnicos conocían las cifras que se meneaban.

De ese nuevo escenario surge una prueba de que la aguja había empezado a moverse, aunque Guillermo Moreno revoleara juicios por todas partes: fue el 12,3% que, camino de los dos dígitos largos, anotaba una encuesta del año 2005.

Más picantes y representativos del momento económico, siguieron, entre otros, el 25,2% de 2012; un 26,6% en 2013 y, rotundamente, el 38% del 2014.

Justo ahí, en el 38% de 2014, aparece una de esas marcas que sin ser récord tiene cierto sabor a récord. Fue el índice de precios más alto desde 2003, o sea, para entonces el más alto en 10 años. Y aun cuando contra el 94,8% del cercano 2022 ese 38% represente no mucho más que un tercio, salta evidente que ya se habían empezado a encender luces tirando a rojas.

Un detalle le pone el sello a este proceso: los Precios Cuidados que Axel Kicillof patentó a finales de 2013. Pretendió ser una guía para contener la inflación que hoy lleva el nombre de Precios Justos y que, tal cual quedó sobradamente probado en estos diez años, nunca contuvo nada.

Ahora sí, últimos o penúltimos datos para este boletín de números cruzados.

En el ciclo 2020-2023 de Cristina Kirchner la actividad económica pinta para cero o cerca de cero. Por de pronto, la información que se maneja en el ministerio de Sergio Massa señala un muy modesto avance en el PBI por habitante del 1,6% hasta el año pasado, sin computar el registro de 2023 que viene para negativo.

Ya definitivo, el PBI por habitante de 2012-2015, o sea de la segunda presidencia de CFK, canta caída del 3%. Recesión hecha y derecha, más precios por las nubes.

Las sumas y restas de las partes cuentan de dónde sale el crecimiento de la pobreza, la caída del consumo, el estancamiento del empleo, las reservas bajo cero y la peregrinación al FMI. Si se prefiere, explican por qué Cristina Kirchner fracasó con la economía en 2012-2015 y vuelve a fracasar ahora.

Por si no se recuerda, el Frente para la Victoria de CFK perdió en las presidenciales de 2015 y por si hace falta decirlo, CFK ya reconoce que las de diciembre próximo vienen tan complicadas que ensaya una jugada con Javier Milei.

Eso sí, sigue hablando como si no tuviese arte ni parte en la crisis del gobierno del que es vicepresidenta y preside alguien que ella puso. Tiene obviamente todo el derecho del mundo a pensar y decir lo que mejor le convenga, aunque al final la realidad se encarga de poner las cosas donde verdaderamente van.