No tenía mucho para decirles Cristina Kirchner a los argentinos que fueron a escucharla a la Plaza de Mayo. No importa demasiado. Quienes la esperaron horas bajo la lluvia forman
La vicepresidenta tampoco les dijo mucho a quienes siguieron su discurso por televisión. Repitió un puñado de recuerdos del pasado -reinterpretados bajo su óptica, como suele hacer- y abundó sobre sus preocupaciones judiciales personalísimas. Entre esos televidentes, se sabe, hay de todo: militantes cristinistas, gente que la votaría, personas que nunca la votarían y también los que la odian. Hay que presuponer que quien no está interesado en lo que diga Cristina no sintonizó los canales de noticias por la tarde.
Un discurso para pocos
Lo más significativo, sin embargo, es que Cristina tampoco le dijo nada a esa porción blanda del electorado que hoy, según marcan varias encuestas, es una cuarta parte de quienes están dispuestos a votar. Hace tiempo que la vicepresidenta les habla solo a sus militantes y a sus enemigos y que dejó de intentar seducir a quienes no tienen opiniones políticas consolidadas. En esa porción olvidada de electores hay muchos que la apoyaron en las épocas en que era imbatible en cualquier boleta y ellos mismos son también los que Cristina fue a buscar cuando puso a Alberto Fernández como candidato.
Es probable que la vicepresidenta haya dejado de hablar en esa dirección porque sabe que allí están quienes quedaron decepcionados con los malos resultados del Frente de Todos, una construcción en la que ella es la protagonista indiscutida.

Cristina lleva cuatro años intentando convencer a la gente de que ella no tiene nada que ver con la crisis económica, pero esa estrategia tiene un límite: la realidad. La mujer que cada mes debe pedir dinero prestado porque su sueldo no le alcanza para pagar los gastos de su familia o el dueño de una casa de repuestos que tiene que contratar un empleado más para que se dedique exclusivamente a actualizar los precios de su negocio no tienen tiempo para dedicar a esas sutilezas.

