El líder opositor ruso denunció desde la cárcel: “Putin drogó a mi país con imperialismo y odio”

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Discursivamente estoico, Ilya Yashin mantiene esa sonrisa desafiante con la que recibió el veredicto. Sin embargo, la realidad lo encuentra como una “pérdida de tiempo” y comparó la cárcel como “una

especie de Rusia en miniatura”.

"Yashin difundió a sabiendas información falsa sobre las Fuerzas Armadas presentada como información veraz". Las palabras de la juez, Oxana Goriunova, condenaban al exconcejal opositor a ocho años y medio de cárcel. En diálogo con la agencia Rfi, comparó: “En Rusia, los ladrones y asesinos son condenados a penas de entre cinco y siete años de cárcel. A mí me cayeron 8,5 años por unas palabras que dije en Internet. Nunca he conocido a nadie en la cárcel que pensara que eso era normal y justo”.

Ilya Yashin

El opositor especificó que “la depresión es una enfermedad crónica en la cárcel. Si un preso empieza a sentir lástima de sí mismo y pierde su fuerza de voluntad, corre el riesgo de convertirse en un robot que existe y funciona sólo por inercia”. En la misma línea valoró el apoyo de mucha gente: “Saber esto me motiva a mantenerme sano, refuerza mi determinación y me da fuerzas”.

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Cuando le consultaron por cómo hace para mantenerse a salvo en la cárcel, el exconcejal confesó que recurre “a la experiencia de disidentes soviéticos y de personas que pasaron por campos de concentración nazis. En sus memorias, todos aconsejan más o menos lo mismo: hacer todo el trabajo intelectual posible, mantener el sentido del humor, visualizar el futuro en la cabeza.... Lo más duro de estar entre rejas es la sensación de pérdida de tiempo. Aquí, los días pasan muy deprisa. Y la vida también”.

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Yashin reveló que su truco es el papel y el bolígrafo. “Anoto constantemente mis pensamientos, respondo a muchas cartas de simpatizantes y periodistas, escribo manifiestos políticos y contra la guerra y discursos para los tribunales. Además, casi desde el primer día de mi detención, empecé a recopilar y anotar las historias personales de quienes conozco en la cárcel”. En este sentido subrayó que está inmerso en una atmósfera sombría, aunque destacó la vitalidad de una humanidad e incluso una belleza particular. “Mi truco consiste en intentar percibir la cárcel no como una privación de libertad, sino como una experiencia antropológica, una inmersión en una especie de realidad paralela”.

El condenado a ocho años y medio de prisión reconoció que a diferencia de otros internos sus abogados los visitan regularmente, “me dan noticias y apoyo moral. Mi madre y mi padre también pueden visitarme, pero a diferencia de mis abogados, necesitan permiso del juez o del investigador para cada visita. Algunos presos políticos suelen estar completamente aislados de sus seres queridos porque se les deniega el permiso. Alexéi Navalny, por ejemplo, lleva meses sin ver a su familia. A Vladimir Kara-Murza ni siquiera se le permite hablar con sus hijos desde hace más de un año. Es una auténtica tortura”. Aunque confirmó que sus amigos o simpatizantes solo los ve cuando van a tribunales o en las audiencias.

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En diálogo con la agencia Rfi, Yashin observó: “la cárcel es, hasta cierto punto, una muestra de la sociedad rusa. Por supuesto, aquí hay reincidentes para los que la cárcel se ha convertido en su hábitat natural”. Y agregó que en las cárceles rusas hay muchas personas que jamás habrían imaginado estar tras las rejas.

“Cualquiera puede acabar en la cárcel. El sistema judicial de nuestro país está totalmente sesgado. Es prácticamente imposible utilizar la ley para defenderse y no todo el mundo es capaz de resolver sus problemas de manera informal con la policía o el FSB. Esto está arraigado en Rusia desde hace mucho tiempo. El dicho ‘no se puede escapar ni de la pobreza ni de la cárcel’ está más vigente que nunca”, destacó.

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Ilya Yashin destacó que “los representantes de las fuerzas del orden que encuentro detenidos son mucho más radicales que la mayoría de los presos. Los comentarios de estos generales y coroneles son a menudo mucho más virulentos que los de los opositores”. En este sentido, el líder opositor enfatizó: “Sorprendentemente, estas personas siguen deseándome éxito. Pero lo susurran, porque saben que en las cárceles hay grabadoras por todas partes. Y no faltan ejemplos de nuevos procesos penales contra presos por una simple frase soltada”.

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Con la ideología expuesta

“Creo que es importante defender mi derecho a decir la verdad, incluso en la cárcel”, y especificó que “Mucha gente es consciente de que Rusia es un Estado ineficiente y corrupto, de que la arbitrariedad de los servicios de seguridad es peligrosa y amenaza a todo el mundo, y de que el sistema judicial es caricaturesco e injusto. Sin embargo, la guerra despierta sentimientos y emociones más complejos”, remarcó.

Además, especificó que ante la guerra “la mayoría de las personas con las que hablo están preocupadas por la posible movilización de sus familiares y amigos, y por la extensión de los combates a gran escala por todo el territorio ruso. La frase que oigo con más frecuencia es: ‘Espero que acabe pronto’”.

Ilya Yahsin narró su relación con las fuerzas de seguridad en los distintos penales por los que transitó y remarcó que “La actitud del personal hacia mí es generalmente neutra. Por supuesto, observé que algunos funcionarios pueden ser sádicos. En casi un año de detención, oí más palabras de aliento de los funcionarios de prisiones de lo que podía imaginar. Siendo la prisión la base de cualquier sistema represivo, antes de mi detención pensaba que todos tenían la misma opinión y que apoyaban plenamente a las autoridades”.

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Con la distancia del encierro

“La cárcel es en cierto modo una muestra de la sociedad, una especie de Rusia en miniatura. Todo parece concentrarse aquí: las penas humanas, las emociones, las decepciones del presente y las esperanzas del futuro”.

Y concluyó: “me resulta difícil estar en la cárcel, es incómodo, los muros son opresivos, el ambiente es opresivo. Pero comprendo que estar aquí me aporta una importante experiencia vital, me ayuda a comprender mejor mi país y a hacerme más fuerte y más sabio”.

Desde el encierro recordó una anécdota donde casi termina preso. “En 2012 me libré milagrosamente de la detención. Fue el año de las enésimas elecciones presidenciales de Putin y, al mismo tiempo, el de las mayores manifestaciones de la historia moderna de Rusia. Yo era uno de los organizadores de estas concentraciones y marchas; pedíamos elecciones justas, reformas democráticas y nos oponíamos a la usurpación del poder. Al final, Putin perdió la calma y, en vísperas de su investidura, ordenó una brutal represión. Un portavoz del Kremlin declaró más tarde que la policía tenía que ‘esparcir los hígados de los manifestantes por el asfalto’. Tras esta brutal represión, comenzaron las detenciones masivas. Los servicios de seguridad me tacharon públicamente de ‘organizador de disturbios masivos’. Se llevaron a cabo interrogatorios y registros en mi domicilio y en el de mis padres y familiares. Me advirtieron de que, si no emigraba, acabaría entre rejas. Tuve suerte y logré evitar la detención”.

Con respecto a los miedos dentro de la cárcel expresó que “da miedo darse cuenta de que es casi imposible distinguir a un asesino a sangre fría de una persona corriente. Y esa conciencia a veces te da sudores fríos”.

La lectura como escape

Ilya Yashin confesó que durante el tiempo que lleva tras las rejas aprovechó para leer libros que tenía pendientes. “Por ejemplo, disfruté leyendo la trilogía del Serie de la Fundación de Isaac Asimov. Me ha gustado mucho la novela Papillon del autor francés Henri Charrière. También debo mencionar el nuevo libro del maravilloso escritor alemán Bernhard Schlink, Die Enkelin”, enumeró.

La guerra de Ucrania

“Una semana después de la invasión, Putin firmó varias leyes de censura militar que criminalizaban cualquier discurso contrario a la guerra. El mensaje del gobierno a sus críticos era sencillo y muy claro: o te callas, o te vas del país, o vas a la cárcel. Estoy convencido de que, en esta situación, un político y patriota ruso no puede ni callarse ni huir: debe quedarse y decir la verdad sobre la guerra y decirla lo más alto posible. Así que mi detención fue inevitable”, remarcó el opositor del Kremlin.

“La oposición debe aprender a negociar y cooperar sin la ayuda de Occidente. Rusia debe convertirse en una sociedad civil, dándose cuenta de que necesita hacerlo y no porque se lo aconsejen desde el extranjero. La democracia sólo arraigará en nuestro suelo si es una elección consciente de nuestro pueblo”, expresó.

Yashin puntualizó: “En mi opinión, occidente debe concentrarse en ayudar a Ucrania a defender su seguridad y su soberanía. No hubo un solo día en mi vida en el que me haya planteado seriamente la posibilidad de emigrar. Rusia es mi hogar. Aquí hay muchos defectos, muchos problemas y muchos males. Pero sigue siendo mi hogar, al que amo y que no quiero dejar en manos de nadie. Sobre todo, porque los bandidos y asesinos que están destruyendo esta casa, así como la casa de al lado, están convirtiendo mi hogar en Mordor. Es mi deber oponerme a ellos”.

Futuro ruso

“Putin drogó a mi país con imperialismo y odio; los ojos de la sociedad están inyectados en sangre. Pero Putin no es eterno y el país acabará por recuperar la sobriedad. Habrá una gran vergüenza. El camino que tenemos por delante es doloroso y espinoso. Pero no somos los primeros en seguir este camino: tras la Segunda Guerra Mundial, los alemanes lograron construir una sociedad libre sobre las ruinas del régimen de Hitler, una sociedad que hoy es un ejemplo de justicia y humanismo”, enfatizó.

Y concluyó: “Dependerá de mi generación revivir Rusia y devolverla a la comunidad de países civilizados”.

NT CP