Guerra en Ucrania: el argentino Rafael Grossi se interna en la línea del frente para evitar un desastre nuclear

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Rafael Mariano Grossi, el diplomático argentino que dirige la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), tiene ahora mismo uno de los empleos más peligrosos del mundo. La central nuclear de

Zaporiyia, la mayor de Europa con sus seis reactores, está en territorio ucraniano ocupado por las tropas rusas, muy cerca del frente y al alcance de la artillería de rusos y ucranianos.

La situación en los últimos meses siempre fue delicada y el propio Grossi visitó la central en varias ocasiones, pero todo se agravó con el reventón de la presa de Jerson (sur ucraniano) que servía entre otras cosas para refrigerar sus reactores y sus depósitos de combustible nuclear usado.

La teoría dice que los rusos reventaron la presa de Kajovka, que cortaba el paso al río Dnipro (el mayor del país), para impedir las maniobras militares ucranianas en la región de Jerson, sin importarles que se inundaran decenas de miles de casas, que se perdieran las cosechas en un territorio agrícola clave y que la central nuclear de Zaporiyia estuviera en riesgo por falta de agua suficiente.

Cruzar uno de los frentes más calientes

Grossi tomó esta semana cartas en el asunto. Después de visitar este martes en Kiev al presidente ucraniano Volodimir Zelenski, el diplomático argentino decidió que era necesario cruzar el frente para llegar a la central y observar la situación, junto a sus técnicos, con sus propios ojos.

Grossi debería llegar a la central este miércoles, si los combates en la zona permiten cruzar uno de los frentes más calientes en la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania y justo cuando los ucranianos parecen haber lanzado en las últimas semanas su muy esperada contraofensiva.

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El Gobierno ucraniano dijo el martes que no creía que hubiera peligro inminente de un accidente nuclear que fundiera los reactores porque la central tiene una reserva de agua propia, pero el movimiento de Grossi parece querer buscar la atención que en las últimas semanas no ha tenido la primera central nuclear de la historia en encontrarse en territorio bélico.

Grossi, el diplomático argentino, decidió que era necesario cruzar el frente para llegar a la central y observar la situación. Foto: Sergei Supinsky / AFP
Grossi, el diplomático argentino, decidió que era necesario cruzar el frente para llegar a la central y observar la situación. Foto: Sergei Supinsky / AFP

Ucrania ya sufrió en abril de 1986 uno de los mayores accidentes nucleares de la historia cuando reventó uno de los reactores de la central de Chernobyl. Entonces el país era parte de la Unión Soviética, que ocultó el accidente hasta que las mediciones de gobiernos como el sueco o el noruego descubrieron la radiación y Moscú tuvo que reconocerlo.

Grossi dijo el martes en Kiev que pretendía pasar varias horas sobre el terreno para tener clara la situación y que aunque la falta de suministro de agua de forma temporal no implicada “un peligro inmediato”, sí podría provocar una situación de riesgo si hubiera problemas con la reserva de agua propia de la central.

“Si hubo una rotura en las compuertas que contienen esa agua entonces sí habrías perdido la capacidad de refrigerar” los reactores, dijo.

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La reserva propia de la central, que tiene una superficie de casi cinco kilómetros cuadrados y 15 metros de profundidad, estaría llena según las autoridades de Kiev. El problema surgiría si tras la ruptura de la represa hubiera sido dañada y hubiera empezado a perder agua.

La central tiene cinco reactores apagados para que necesiten menos agua para ser refrigerados. El sexto funciona a baja capacidad para que la central tenga suministro eléctrico.

¿Es suficiente el agua de la reserva propia si con la rotura de la presa ya no puede rellenarse?

Una zona de seguridad


Imagen satelital de la planta nuclear de Zaporiyia. Foto: Reuters
Imagen satelital de la planta nuclear de Zaporiyia. Foto: Reuters

Grossi había dicho tras la voladura de la presa que había agua para “varios meses”, pero en Kiev habló de “unas pocas semanas, un mes o dos” y que “la rotura de la prensa es otro paso en el debilitamiento de la red de seguridad que tiene cualquier central nuclear”.

Grossi lleva meses intentando que Moscú y Kiev acepten la creación de una zona de seguridad en torno a la central nuclear, pero tanto rusos como ucranianos se niegan. En la planta, según Grossi, quedan muy pocos de los originales 11.000 empleados. Estos denuncian detenciones arbitrarias y torturas.

Bruselas, especial para Clarín

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