Rusia intentó matar a un desertor en Florida

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Mientras el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, persigue a sus enemigos en el extranjero, sus agentes de inteligencia parecen ahora dispuestos a cruzar una línea que antes evitaban:

intentar matar a

Mientras el Presidente de Rusia, Vladimir Putin, persigue a sus enemigos en el extranjero, sus agentes de inteligencia parecen ahora dispuestos a cruzar una línea que antes evitaban:

intentar matar a

un valioso informante del gobierno de Estados Unidos en suelo estadounidense.

La operación clandestina, que buscaba eliminar a un informante de la CIA en Miami que había sido un alto funcionario de la inteligencia rusa más de una década antes, representó una descarada expansión de la campaña de asesinatos selectivos de Putin.

También señaló un peligroso punto bajo incluso entre servicios de inteligencia que han tenido durante mucho tiempo una historia tensa.

La operación clandestina supuso una descarada ampliación de la campaña de asesinatos selectivos del Presidente Vladimir V. Putin. Foto Gavriil Grigorov/Sputnik, via Reuters
La operación clandestina supuso una descarada ampliación de la campaña de asesinatos selectivos del Presidente Vladimir V. Putin. Foto Gavriil Grigorov/Sputnik, via Reuters

"Las líneas rojas han desaparecido para Putin", dijo Marc Polymeropoulos, un ex oficial de la CIA que supervisó las operaciones en Europa y Rusia.

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"Quiere a todos estos tipos muertos".

El asesinato fracasó, pero las secuelas en parte se convirtieron en una espiral de represalias por parte de Estados Unidos y Rusia, según tres ex altos funcionarios estadounidenses que hablaron bajo condición de anonimato para discutir aspectos de un complot destinado a ser secreto y sus consecuencias.

A ello siguieron sanciones y expulsiones, incluidas las de altos funcionarios de los servicios de inteligencia de Moscú y Washington.

El objetivo era Aleksandr Poteyev, un antiguo oficial de inteligencia ruso que reveló información que condujo a una investigación del FBI de un año de duración que en 2010 atrapó a 11 espías que vivían encubiertos en suburbios y ciudades de la costa este.

Habían asumido nombres falsos y trabajado en empleos ordinarios como parte de un ambicioso intento del SVR, la agencia rusa de inteligencia exterior, de recabar información y reclutar más agentes.

En consonancia con un esfuerzo de la administración Obama por restablecer las relaciones, se llegó a un acuerdo que pretendía aliviar las tensiones:

Diez de los once espías fueron detenidos y expulsados a Rusia.

A cambio, Moscú liberó a cuatro presos rusos, entre ellos Sergei Skripal, ex coronel del servicio de inteligencia militar condenado en 2006 por vender secretos a Gran Bretaña.

El intento de asesinar a Poteyev se revela en la edición británica del libro "Espías: La épica guerra de inteligencia entre Oriente y Occidente", que publicará un sello de Little, Brown el 29 de junio.

El libro es obra de Calder Walton, especialista en seguridad nacional e inteligencia de Harvard.

The New York Times confirmó de forma independiente su trabajo e informa por primera vez sobre las amargas consecuencias de la operación, incluidas las represalias que se produjeron una vez que salió a la luz.

Según el libro de Walton, un funcionario del Kremlin afirmó que era casi seguro que un asesino a sueldo, o un Mercader, daría caza a Poteyev.

Ramón Mercader, un agente de Josef Stalin, se coló en el estudio de León Trotsky en Ciudad de México en 1940 y le clavó una piqueta en la cabeza.

Basándose en entrevistas con dos oficiales de inteligencia estadounidenses, Walton llegó a la conclusión de que la operación era el comienzo de "un Mercader moderno" enviado para asesinar a Poteyev.

Planes

Hace mucho tiempo que los rusos utilizan asesinos para silenciar a los enemigos percibidos.

Uno de los más célebres en el cuartel general del SVR en Moscú es el coronel Grigory Mairanovsky, un bioquímico que experimentó con venenos letales, según un antiguo funcionario de inteligencia.

Putin, antiguo oficial del KGB, no ha ocultado su profundo desprecio por los desertores entre las filas de los servicios de inteligencia, en particular los que ayudan a Occidente.

El envenenamiento de Skripal a manos de operativos rusos en Salisbury, Gran Bretaña, en 2018, señaló una escalada en las tácticas de Moscú e intensificó los temores de que no dudaría en hacer lo mismo en las costas estadounidenses.

El ataque, en el que se utilizó un agente nervioso para enfermar a Skripal y a su hija, provocó una oleada de expulsiones diplomáticas en todo el mundo, mientras Gran Bretaña recababa el apoyo de sus aliados en un intento de emitir una respuesta contundente.

El incidente hizo saltar las alarmas dentro de la CIA, donde los funcionarios temían que antiguos espías que se habían trasladado a Estados Unidos, como Poteyev, se convirtieran pronto en objetivos.

Putin había prometido castigar a Poteyev.

Pero antes de que pudiera ser detenido, Poteyev huyó a Estados Unidos, donde la CIA lo reubicó en el marco de un programa altamente secreto destinado a proteger a antiguos espías.

En 2011, un tribunal de Moscú lo condenó en rebeldía a décadas de prisión.

Poteyev parecía haber desaparecido, pero en un momento dado, la inteligencia rusa envió agentes a Estados Unidos para encontrarlo, aunque sus intenciones seguían sin estar claras.

En 2016, los medios de comunicación rusos informaron de que había muerto, lo que algunos expertos en inteligencia creyeron que podía ser una estratagema para hacerlo salir.

De hecho, Poteyev estaba muy vivo, viviendo en la zona de Miami.

Ese año, obtuvo una licencia de pesca y se registró como republicano para poder votar, todo bajo su nombre real, según los registros estatales.

En 2018, un medio de comunicación informó del paradero de Poteyev.

Las preocupaciones de la CIA no eran injustificadas.

En 2019, los rusos emprendieron una elaborada operación para encontrar a Poteyev, obligando a un científico de Oaxaca, México, a ayudar.

El científico, Héctor Alejandro Cabrera Fuentes, era un espía improbable.

Estudió microbiología en Kazán (Rusia) y posteriormente se doctoró en la materia en la Universidad de Giessen (Alemania).

Era un motivo de orgullo para su familia, con un historial de obras de caridad y ningún pasado delictivo.

Pero los rusos utilizaron a la pareja de Fuentes como palanca.

Tenía dos esposas: una rusa que vivía en Alemania y otra en México.

En 2019, a la esposa rusa y a sus dos hijas no se les permitió salir de Rusia cuando intentaban regresar a Alemania, dicen los documentos judiciales.

Ese mayo, cuando Fuentes viajó a visitarlas, un funcionario ruso se puso en contacto con él y le pidió verlo en Moscú.

En una reunión, el funcionario le recordó a Fuentes que su familia estaba atrapada en Rusia y que tal vez, según los documentos judiciales, "podríamos ayudarnos mutuamente".

Unos meses más tarde, el funcionario ruso pidió a Fuentes que le consiguiera un departamento al norte de Miami Beach, donde vivía Poteyev.

Con instrucciones de no alquilar el departamento a su nombre,

Fuentes dio a un socio 20.000 dólares para hacerlo.

En febrero de 2020, Fuentes viajó a Moscú, donde se reunió de nuevo con el funcionario ruso, que le proporcionó una descripción del vehículo de Poteyev.

Fuentes, dijo el ruso, debía encontrar el coche, obtener su número de matrícula y tomar nota de su ubicación física.

Aconsejó a Fuentes que se abstuviera de tomar fotografías, presumiblemente para eliminar cualquier prueba incriminatoria.

Pero Fuentes fracasó en la operación.

Al entrar en el complejo, trató de esquivar la puerta de entrada pisando los talones a otro vehículo, lo que atrajo la atención de los guardias de seguridad.

Cuando le interrogaron, su mujer se alejó para fotografiar la matrícula de Poteyev.

Fuentes y su esposa fueron conminados a marcharse, pero las cámaras de seguridad captaron el incidente.

Dos días después, intentó volar a México, pero los agentes de Aduanas y Protección de Fronteras de Estados Unidos le dieron el alto y registraron su teléfono, descubriendo la fotografía del vehículo de Poteyev.

Tras ser detenido, Fuentes dio detalles del plan a los investigadores estadounidenses. 

Creía que el funcionario ruso con el que se había reunido trabajaba para el FSB, el servicio de seguridad interior ruso.

Pero las operaciones encubiertas en el extranjero suelen estar a cargo del SVR, que sucedió al KGB, o del GRU, la agencia de inteligencia militar rusa.

Uno de los ex funcionarios dijo que Fuentes, inconsciente de la importancia del objetivo, se limitaba a recopilar información para que los rusos la utilizaran más tarde.

El abogado de Fuentes, Ronald Gainor, declinó hacer comentarios.

La trama, junto con otras actividades rusas, provocó una dura respuesta del gobierno estadounidense.

En abril de 2021, Estados Unidos impuso sanciones y expulsó a 10 diplomáticos rusos, incluido el jefe de estación del SVR, que estaba destinado en Washington y al que le quedaban dos años de misión, según dijeron dos ex funcionarios estadounidenses.

Echar al jefe de estación puede ser increíblemente perturbador para las operaciones de inteligencia, y los funcionarios de la agencia sospechaban que era probable que Rusia buscara represalias contra su homólogo estadounidense en Moscú, a quien le quedaban solo semanas en ese cargo, dijeron los funcionarios.

"No podemos permitir que una potencia extranjera interfiera impunemente en nuestro proceso democrático", dijo el presidente Joe Biden en la Casa Blanca al anunciar las sanciones.

No mencionó la trama en la que estaba implicado Fuentes.

Por supuesto, Rusia expulsó a 10 diplomáticos estadounidenses, incluido el jefe de la CIA en Moscú.

c.2023 The New York Times Company

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