La metamorfosis narco en Rosario: del búnker al delivery con las motitos

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La recorrida comienza un viernes minutos antes de las 23. Incluye visitas a los barrios La Granada, Las Flores, la Cerámica, Tablada, Empalme Graneros, Rucci, Ludueña. Todos de "la Rosario narco". Durante

cuatro horas se observan muy pocas secuencias de compra y venta de drogas. No hay bocas de expendio a la vista.

A diferencia de las villas porteñas o del Conurbano, donde el movimiento de consumidores es constante, y es común encontrar filas de gente que espera por poder comprar cocaína, en la mayoría de los barrios populares de Rosario el movimiento es nulo. Y tiene una razón: desaparecieron muchos de los famosos "búnkeres". La modalidad de venta que creció fuerte en los últimos años es el delivery.

Carlos del Frade es periodista, escritor y diputado de la provincia de Santa Fe. Además de todo eso, debe ser una de las personas con mayor conocimiento de la problemática narco rosarina. Dice estar al tanto del fenómeno, y aclara que comenzó entre 2014 y 2015.

El búnker narco en el barrio Los Pumitas, de Rosario, donde los vecinos destruyeron las instalaciones tras el crimen de Máximo Jerez (11). Foto: Juan José García.
El búnker narco en el barrio Los Pumitas, de Rosario, donde los vecinos destruyeron las instalaciones tras el crimen de Máximo Jerez (11). Foto: Juan José García.

"Por esos años aparece la primera descripción de 'trabajo esclavo': chicos, muchos menores de edad, que pasaban 10 o 12 horas encerrados en un búnker, sin siquiera poder salir para ir al baño. Eso generó un cimbronazo entre las bandas", sostiene.

Luego, siempre según el análisis del diputado, una camada nueva de bandas juveniles implementó el delivery. "Les brindaron motos a los vendedores callejeros y una supuesta libertad, en contraste con el búnker. El máximo esplendor fue durante la pandemia. Las bandas lograron dos ventajas: dejar de tener puntos fijos como posibles lugares de ataques de rivales y la diversificación del negocio", agrega el político.

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Pero hay otra versión. La que la cuenta es una mujer con acceso directo a los protagonistas de estas historias. "Lo que pasaba es que las bandas iban y tiroteaban búnkeres rivales para que se llenara de policías y sus enemigos no pudieran vender. ¿Quién va a vender y quién va a comprar si hay un patrullero en la puerta del búnker?", señala. "Con las motos te evitás ataques a tiros y presencia policial en tu lugar de venta", agrega.

Ariel "Guille" Cantero, líder de Los Monos.
Ariel "Guille" Cantero, líder de Los Monos.

En las calles de la ciudad se afirma que la idea de los búnkeres habría sido de Ariel Máximo "Guille" Cantero, líder de una facción de Los Monos, actualmente preso en el penal federal de Marcos Paz.

"Todo esto nos complica el trabajo", cuenta un investigador de una fuerza federal, que lleva meses en la ciudad por causas narco y conversa con Clarín en un bar de Puerto Norte, el barrio más caro de la ciudad: "A nivel probatorio no te queda otra que ir por la asiduidad de la moto en la misma casa. Pero no vas a tener la imagen del proveedor con el que maneja la moto".

Camuflados para no llamar la atención

Por lo que pudo saber este diario, existen repartidores de drogas que se camuflan como trabajadores de las aplicaciones. Utilizan sus cajas y sus uniformes. Muchos de ellos son adictos y reciben cocaína como forma de pago. Otros, los menos, venden y reparten en moto la droga que ellos mismos compraron al por mayor.

El investigador cuenta otra particularidad muy propia de la Rosario narco. Cada vez que, como se dice en la jerga policial, "patean una puerta", encuentran muy poca droga.

"Secuestrás una cantidad mínima, que hasta podría decirse que es para consumo personal. ¿Qué hacen para no tener nada encima? Alquilan departamentos amueblados para guardar kilos de droga. Los allanamos tantas veces, y perdieron tanta plata en droga, que ahora prefieren correr con el gasto del delivery y mover el cargamento por distintos departamentos que alquilan", expresa.

Las quejas recurrentes de los vecinos en Rosario. Foto: Juan José García.
Las quejas recurrentes de los vecinos en Rosario. Foto: Juan José García.

Los que no rentan viviendas, le pagan a familiares o conocidos sin antecedentes policiales para que les guarden mochilas con droga en sus casas. Y van y vienen: siempre con pocas cantidades. De un lado a otro.

"Perder", como dice el detective, que trabaja para la Prefectura, es sufrir la incautación de droga en el marco de una detención. En Rosario, un kilo de cocaína, como barato, se paga 5.000 dólares. Hay quienes lo compran por 6.500. Aunque acá vale una aclaración. La transacción instalada en el ambiente es entregar el kilo y cobrarlo después de comercializarlo. Puede ser a la semana, diez días o dos semanas.

Por ende, los transas, que son los que le venden al consumidor final, corren dos grandes riesgos en caso de sufrir el secuestro de droga. Uno es económico. No solo se pierden de ganar entre 3 y 4 millones por cada kilo vendido al menudeo. Además, van a quedar endeudados. Y con la presión de que si no pagan la mercadería, por más que estén detenidos, sus familias pueden ser atacadas.

Para evitar ese tipo de riesgos, hasta existen algunos transas que compran dosis de un gramo que revenden tal como las reciben. Por eso hay traficantes que adquieren un kilo, lo fraccionan en mil dosis y venden por "bolsitas" a revendedores.

El barrio Los Pumitas, en Rosario. Foto: Juan José García.
El barrio Los Pumitas, en Rosario. Foto: Juan José García.

"Venderán de a un gramo. Pero venden mucha droga, eh", agrega el prefecto. Un gramo de cocaína ronda los 6.500 pesos. "Lo que nos llama la atención es el tipo de vida que llevan. No tienen calidad de vida. No mejoran la casa en la que viven. No sabemos en qué gastan el dinero. Te diría que de 20, solo uno vive bien".

Claudio Brilloni es ministro de Seguridad de Santa Fe. Vía audio de WhatsApp le cuenta a Clarín: "Las últimas investigaciones nos permitieron identificar 30 puntos de venta que fueron allanados". Aunque vale la aclaración: son puestos que se "mueven" para tratar de burlar a los detectives.

"No digo que no exista el delivery. Ahora, los trabajos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) nos permiten inferir la existencia de puntos de venta en domicilios", completa el funcionario.

Rosario. Enviado Especial.

EMJ

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