Las 48 horas en las que Massa consiguió todo y la venganza del PJ contra Máximo

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- Hermano, te han cagado. Ya está, Sergio. Laburamos para nada, no hay unidad. Yo te digo, la fórmula Wado-Manzur es una mierda para mi provincia.

El gobernador del norte

- Hermano, te han cagado. Ya está, Sergio. Laburamos para nada, no hay unidad. Yo te digo, la fórmula Wado-Manzur es una mierda para mi provincia.

El gobernador del norte

argentino creía, como todo el peronismo, que no habría modo de modificar el anuncio no desmentido de quiénes serían los competidores en las PASO del hasta entonces irreductible precandidato en esa interna, Daniel Scioli. El jueves pasado por la tarde el ministro del Interior, Eduardo “Wado” De Pedro, había difundido vía redes sociales un spot en el que anunció que sería precandidato presidencial de Unión por la Patria, el nombre en el que ahora se intenta esconder la coalición fallida bautizada realmente como Frente de Todos. El gobernador de Tucumán con mandato a punto de cumplirse, Juan Manzur, ya había dejado trascender desde el miércoles por la noche, haciendo de vocero de sí mismo, que el precandidato a vicepresidente del oficialismo sería él.

Massa pasaba esas primeras horas de vértigo, antes de las últimas cuarenta y ocho horas que le quedaban hasta el cierre oficial para presentar las listas de precandidatos a las elecciones generales, operando para que el resultado final fuera otro.

Debía haber un postulante único y debía ser él.

- Vos confía en mí. Hasta el sábado a las doce de la noche tenemos tiempo.

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Eso es lo que le respondió el ministro al Gobernador. Astuto como todo aquel que logra acceder a un cargo de esa magnitud, llamaba al funcionario y amigo sin esperanzas ante la oficialización a la bartola de la fórmula “Wado-Manzur”.

-Este chango es un loco lindo-, soltó con una risa el mandatario después de cortar con Massa. Lo escuchaban varios asesores presentes en su despacho, las fuentes que reconstruyeron la escena a Clarín.

El peronismo entraba así en una sombra desconocida. El PJ en el poder, a pocas horas del límite del cierre de las listas, cruzaba un sinfín de llamadas de celular, un millón de chats en los que los jefes inconmovibles del PJ con frases de asombro e incertidumbre. La fórmula K, sumada a la PASO con Scioli, carecían de consenso interno.

- Una fórmula arrolladora, Wado-Manzur, eh. Arrolladora. Me recontra c… en los Kirchner, la p… madre que los p….-, se indignaba con una ironía e insultando uno de los influyentes intendentes del PJ del conurbano el viernes al mediodía, en diálogo con Clarín.

En todos los medios la nueva fórmula K era el título y el dato del día.

La dinámica de la política, sin embargo, había empezado a modificar esa novedad el mismo jueves por la noche.

La presión de gobernadores, intendentes y legisladores había doblegado a los Kirchner y persuadido a Alberto Fernández, al que le dolía explicarle todo a Scioli, ya lanzado con acto ese mismo jueves por la noche.

Dos gobernadores del oficialismo, que por azar estaban en Buenos Aires ese día, se habían entrevistado durante ese jueves de frenesí con el Presidente, con Massa y luego con Cristina Kirchner. Gerardo Zamora, de Santiago del Estero, y Raúl Jalil, de Catamarca, transmitieron un mensaje firme de parte del resto de sus colegas de las provincias.

“Queremos una sola lista y que el candidato sea Massa”, presionaron al Jefe de Estado y a su vice, por separado.

Massa sabía todo de antemano y reunido con ellos hablaron de ese objetivo común.

Modificar la fórmula Wado-Manzur y que Scioli renuncie a competir en las PASO sería un un gran papelón y un síntoma inequívoco de caos dentro del oficialismo, pero ante la posibilidad más cierta de un derrota rotunda en las urnas, el peronismo se pone de acuerdo incluso aunque deba sufrir el tránsito por el ridículo.

Fernández sorprendió a los gobernadores, ante la rotunda presión ejercida por Zamora, un dirigente de carácter iracundo, totalmente opuesto al trato que con el suele departir Jalil: el Presidente aceptaba unificar una lista, siempre y cuándo él decidiera quién sería el precandidato a vice. Y con la garantía de que tanto Scioli, como la ministra Victoria Tolosa Paz y el Canciller Santiago Cafiero no quedaran fuera de los principales lugares en las boletas de precandidatos a legisladores.

La vice, ante los hechos y las réplicas que recibía, no sin enojos, por el resultado negativo que generó su decisión de postular a Wado y Manzur, abrió también la negociación: “Sí, debe haber unidad si es que nos da mayores chances de entrar al balotaje”, dijo, palabras más, o menos, de acuerdo a fuentes que protagonizaron esos acontecimientos.

Massa empezaba así su carrera de cuarenta y ocho horas para quedarse con casi todo.

De acuerdo a las fuentes consultadas para esta nota, el Presidente y la Vice no hablaron nunca entre sí sobre el nuevo acuerdo.

Continúan peleados.

El funcionario que hizo de nexo entre ambos y también con Massa fue el vicejefe de Gabinete, Juan Manuel Olmos. Igual con Scioli.

Todo había empezado a cambiar.

La Residencia Presidencial Olivos (RPO) se abría para que el Presidente reciba en una cena secreta al principal operador de Scioli, Alberto Pérez. En esa mesa también se sentó Enrique Albistur, impulsor de la candidatura del ex gobernador bonaerense, y su pareja, Victoria Tolosa Paz.

Tanto Olmos como la portavoz Gabriela Cerruti y el secretario general de la Presidencia, Julio Vitobello, habían terminado de convencer al Jefe de Estado de la necesidad de producir un cambio en la alquimia electoral de Unión por la Patria.

Al unísono, pero en un quincho que el ministro del Interior Eduardo De Pedro instaló en el barrio de San Telmo, él mismo se ofreció a hacer un asado para que Cristina Kirchner, su hijo Máximo, el gobernador bonaerense Axel Kiciloff y Sergio Massa traten allí mismo el fin de su sueño presidencial.

Quien resistía el avance de Máximo Kirchner sobre su territorio e insistía para que sea el candidato de la unidad a pesar de su negativa era también Kiciloff. Su relación con el primogénito K pasa por el peor momento.

En esa cena, en paralelo a la de Olivos, los Kirchner aceptaban la encerrona a la que fueron sometidos por el peronismo territorial de todo el país.

“La elección es difícil. Tenemos que construir una llegada del Gobierno al final del mandato”, fue el argumento de Massa para seducir a sus aliados con la necesidad de unificar en él la lista electoral del oficialismo, y aceptando además las imposiciones del Presidente.

“Si perdemos la elección, la transición entre noviembre y diciembre es muy corta”, fue otra de las explicaciones que culminaron, un día después, con el anuncio de que Massa y el jefe de Gabinete, Agustín Rossi, suplantarían a De Pedro y Manzur.

El actual embajador en Brasil, Scioli, aceptó no disputar las internas del oficialismo.

Dolido, pero siempre fiel al PJ, hizo silencio tras aceptar que renunciaba a su sueño.

En el quincho de Wado, los Kirchner, Kiciloff y Massa habían acordado además que no habría internas en el norte del conurbano bonaerense a nivel municipal.

Y que La Cámpora tampoco abriría listas paralelas en las provincias.

El viernes, con el PJ hundido en el desasosiego, la vice Kirchner convocó a Massa al Congreso y le comunicó que sería el candidato único del oficialismo.

Olmos, eterno operador y dialoguista, hizo de nuevo de vaso comunicante con la Casa Rosada.

Los Kirchner habían aceptado, además, que ellos tendrían asegurada la mitad de los lugares en las listas de legisladores.

Massa salió sonriendo del Congreso.

El peronismo de todo el país ya conocía la novedad.

Los gobernadores del PJ habían acordado una nueva etapa en el proceso electoral: armarían causa común común para ponerle fin a las exigencias de La Cámpora, que a través de sus operadores en las provincias les exigían para integrantes de su agrupación los primeros lugares en las listas de legisladores nacionales de esos distritos.

“No habrá nada para ellos. Se terminó la extorsión”, resumió un gobernador que admitió ser parte de ese trato ante Clarín.

Massa, adrede o no, ayudará a ejercer ese límite a un poder K que quizás entre en un declive final. Quizás es quizás.

A principios de mes, había dejado trascender a través de una vocera calificada, Cecilia Moreau, presidente de Diputados, que podía renunciar al Ministerio de Economía. No por los malos resultados de su gestión. Si no porque creía que sería imposible administrar el Gobierno con una interna del PJ en plena disputa.

Su debilidad, el caos económico, era al mismo tiempo su fortaleza negociadora.

El martes, en Olivos, Massa se reunió con el Presidente. Hablaron del FMI. El Jefe de Estado explicitó su preocupación por la violencia en las calles de Jujuy y sobre el devenir del caso Cecilia en el Chaco. Massa, sin malos modos pero con tono poco bondadoso, cortó su monólogo: “Si no frenás la interna al Gobierno, mirate en ese espejo: en dos meses la calle va a estar peor, mucho peor”.

Este artículo se terminó de escribir varias horas antes del cierre de las listas de candidatos Todo pudo haber pasado entremedio. Todo. O nada más.