Habla Héctor Abad, el escritor que sobrevivió a un ataque en Ucrania: "Estábamos por brindar y todo explotó como un volcán"

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El prestigioso novelista colombiano Héctor Abad atiende a Clarín mientras el tren que lo traslada se aleja de la capital Kiev. Hace solo 24 horas logró sobrevivir a un ataque con misiles

en la ciudad de Kramatorsk. En su voz se percibe todavía el impacto por los estertores cercanos, el dolor por el drama vivido y la tristeza por la chance de que una de las mujeres que lo acompañaban, una escritora local incisiva llamada Victoria Amelina, quizás no haya sobrevivido al fuego enemigo que los alcanzó. A ciencia cierta, Abad no sabe si Victoria vive, ni tendrá como saberlo en lo inmediato. Está quebrado.

El martes a la noche habían pedido unas pizzas y hacían chistes sobre cómo conseguir una botella de cerveza en medio de la guerra, algo que está prohibido debido a la ley seca que impera en las zonas de combate del este de Ucrania. Tenían una mesa en el patio externo de esa pizzería atiborrada de gente, mayormente militares y periodistas y unas pocas familias. Victoria les había propuesto a Abad, a Sergio Jaramillo (ex comisionado de paz) y a la corresponsal de guerra Catalina Gómez que fueran a ese lugar. Victoria pidió una cerveza sin alcohol. Se inclinaron para brindar.

En un segundo la distensión se puede convertir en humo y escombros. De buenas a primeras, todo se puede ensombrecer y trastocarse en aturdimiento y confusión. Algo así consigue describir Abad en charla con Clarín. Ese misil que destruyó todo acabó con la vida de 11 personas, entre ellas dos hermanas gemelas de 14 años. Dio en el centro del techo del salón. “Si estábamos adentro, sin dudas hubiéramos muerto”, dice Abad.

El escritor colombiano Héctor Abad, el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo y la periodista colombiana Catalina Gómez salieron ilesos anoche de un ataque ruso con misil crucero al restaurante en el que cenaban en la ciudad ucraniana de Kramatorsk y en el que resultó gravemente herida una escritora ucraniana. Así lo han confirmado Abad y Jaramillo en un comunicado, en el que señalaron que "están bien y solo sufrieron heridas leves", pero la escritora ucraniana Victoria Amelina, que estaba con ellos, se encuentra "en estado crítico por una lesión en el cráneo". En la foto, Sergio Jaramillo tras el ataque. EFE/Catalina Gómez Ángel
El escritor colombiano Héctor Abad, el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo y la periodista colombiana Catalina Gómez salieron ilesos anoche de un ataque ruso con misil crucero al restaurante en el que cenaban en la ciudad ucraniana de Kramatorsk y en el que resultó gravemente herida una escritora ucraniana. Así lo han confirmado Abad y Jaramillo en un comunicado, en el que señalaron que "están bien y solo sufrieron heridas leves", pero la escritora ucraniana Victoria Amelina, que estaba con ellos, se encuentra "en estado crítico por una lesión en el cráneo". En la foto, Sergio Jaramillo tras el ataque. EFE/Catalina Gómez Ángel

Abad y Jaramillo habían lanzado en el Hay Festival de Cartagena, en febrero, la iniciativa Aguanta Ucrania. Una plataforma pensada desde la solidaridad. A ellos se había plegado la corresponsal de guerra colombiana Catalina Gómez. Desde Aguanta Ucrania se proponían que la población civil de Latinoamérica tuviera una voz en el conflicto para oponerse a la invasión de Rusia, que no ignoraran el conflicto y acompañaran con sus firmas al pueblo ucraniano. “Es una campaña a favor del sentido común, para llamar las cosas por su nombre. Invadir al vecino es lo que es: una invasión, atacar civiles en sus residencias con misiles es lo que es: asesinar civiles. No necesita más comentario y no se puede ignorar”, habían asegurado durante el lanzamiento de la campaña. Era el momento de presentar Aguanta Ucrania en terreno.

Dice Abad a Clarín: “Por la campaña vinimos a la feria del libro de Kiev. Es una campaña de latinos a favor de Ucrania. En la Feria se sumó Victoria Amelina, estaba entusiasmada, quería contarnos su investigación sobre crímenes de guerra de Putin. Después de la feria del libro, como yo tengo un libro traducido al ucraniano, participé de una firma de ejemplares. Estuvimos tranquilos, con esa calma tensa que se vive acá. Y luego resolvimos irnos más hacia el Este a ver los efectos más directos de la guerra”.

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Kramatorsk, 28/06/2023.- Los restos del lugar alcanzado por el fuego de Putin. EFE
Kramatorsk, 28/06/2023.- Los restos del lugar alcanzado por el fuego de Putin. EFE

“Estaba muy contenta Victoria con la campaña -recuerda Abad- y dijo que se nos unía. Salimos los cinco: Sergio, Victoria, Catalina, el fixer Dima y el chofer rumbo a Jarkiv. Estuvimos en muchas partes: hospitales, sitios destruidos, hablando con gente. Victoria conocía muy bien todo. Había estado varias veces en Kramatorsk y propuso ella ese lugar. Llegamos siete y cuarto. El toque de queda era a las nueve. El lugar estaba muy lleno de civiles, niños, jóvenes, novias de militares. A las 7.28 mi reloj queda paralizado. Vino una explosión como nunca sentí en mi vida, no desde el aire, sino como desde debajo de la tierra”.

Victoria se inclina para brindar. Es lo último que ve Abad antes del impacto. Luego, la sacudida no lo levanta, sino que lo tira al suelo. Está aturdido. Abre los ojos. Victoria está sentada, inmóvil en su silla, “pálida como vela de cera”, dice Abad a Clarín. Con la cabeza levemente inclinada. “Algo me salpicó de negro toda la ropa y tenia manchones negros por todas partes. Parecía sangre. Pero no estaba herido. Nada me dolía. Me habían dicho que un balazo no duele, que uno está herido pero no siente dolor. Victoria estaba sentada, perdida, pero sentada, como ida. No se doblaba. Estaba sentada. La cabeza inclinada. Estaba pálida, como plácida. Sergio y Catalina le hablaban pero ella no reaccionaba en absoluto”, dice.

Continúa el escritor: “Yo sentía el zumbido. Todo estaba como en cámara lenta. Empiezo a oír voces. Todo era muy raro. Eran voces de miedo. O de socorro. O de no sé qué. En esas llega alguien, un paramédico y me agarra del brazo y me saca del sitio. Que me alejara porque a veces los rusos tiran dos misiles como para rematar. Me senté en unas escaleras como en una vereda, ahí cerca. La camioneta del fixer tenía todos los vidrios reventados. Sonaban alarmas pero esta vez no habían sonado las sirenas de advertencia de ataque”.

Abad recobra sentido en un lugar diferente. Ahora está en el hospital 3 de Kramatorsk. Ven el espanto. Está con Sergio, que consiguió ubicarlo minutos antes por teléfono. Están juntos. Tienen miedo. Buscan a Victoria. Catalina los sigue. Ven el espanto: “Ambulancias, camillas, gente ensangrentada, vimos la guerra, todavía aturdidos, tratando de dar con Victoria. Las mantas metálicas envolviendo gente viva o tal vez muerta: no puedo describir el horror de otra manera. No sé si consigo ser certero. Nos vamos de allí sin saber que fue de Victoria, si logró sobrevivir o no”.

Abad, que acababa de recuperarse de una operación de corazón a pecho abierto, siente que ha vuelto a nacer. No lo dice así, pero está atravesado por la mixtura del alivio y el dolor. Estaba recorriendo Ucrania con una sensación vital inmejorable, de empuje y convicción. Se fueron adentrando, ganando confianza, en una zona crítica, la puerta de entrada a la región de Donestk.

Fotografía de archivo de la escritora ucraniana Victoria Amelina que sufrió una fractura grave en el cráneo durante el ataque con misiles perpetrado por las fuerzas rusas en Kramatorsk. EFE/Héctor Abad
Fotografía de archivo de la escritora ucraniana Victoria Amelina que sufrió una fractura grave en el cráneo durante el ataque con misiles perpetrado por las fuerzas rusas en Kramatorsk. EFE/Héctor Abad

Hasta el comienzo de la guerra en la ciudad de Kramatosrtk vivían unas 250 mil personas. Pero la mayor parte de la población civil se marchó. Hoy la ciudad está repleta de soldados ucranianos. Soldados que se reabastecen. Soldados que descansan cuando regresan del frente de batalla.

Hay cinco confiterías o bares abiertos. Están repletos siempre. Desde las seis de la mañana hasta la hora del toque de queda, a las 8 de la noche. Son lugares, como todos, frecuentados por combatientes de diferente grado. También se dan cita allí los periodistas que llegan a la ciudad provenientes desde distintos puntos. Muchos desde Kiev, muchos de Jarkiv, las dos grandes ciudades que han recuperado su pujanza aún cuando los misiles siguen impactando sobre ellas.

En esas confiterías tienen lugar muchas de las entrevistas que realiza la prensa internacional. Son lugares de gestión. Son puntos de encuentro. También de distención. Es probable que para los rusos, cualquier punto de la ciudad sea apetecible desde el punto de vista táctico. La lectura que hacen es que caiga donde caiga un misil va a terminar matando militares. Toda Kramatorstk es un blanco para el ejército invasor. Abad y compañía lo sabían, pero en la guerra se sigue adelante, se vive, de alguna manera, como si la muerte fuera a alcanzar a los otros y no a uno.

“Todo ha sido muy extraño, muy loco”, dice Abad. Trabaja con las palabras pero no encuentra las adecuadas para describir lo que vivió. El tren marcha desde Kiev hacia Lviv. Por momentos se pierde la señal. Pero la charla con Clarín continúa. “Vivimos el estupor ante la barbarie. Un misil, al parecer desde un avión, cae donde hay decenas y decenas de personas conversando y comiendo. Es la muerte que se impone. Lo que no nos esperábamos que pasara, nos pasó. Casi no pude dormir y, cada kilómetro que pasa alejándome del infierno creado por los rusos en Donetsk, me siento más seguro”, dice.

Y remata: “Este era un viaje testimonial y, de pronto, se ha convertido en un viaje trágico en el que nuestra colega Victoria Amelina está entre la vida y la muerte. Y nosotros, tristes y consternados, volvemos a donde podemos, a donde creemos que estaremos a salvo…”