Un boom petrolero con bajos precios de combustibles

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Cledis Candelaresi

En la Argentina se está esbozando un boom de exportaciones de petróleo con los combustibles más baratos de la última década. Esta conjugación de datos enciende la discusión

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Cledis Candelaresi

En la Argentina se está esbozando un boom de exportaciones de petróleo con los combustibles más baratos de la última década. Esta conjugación de datos enciende la discusión

en los equipos de campaña electoral sobre cuál tiene que ser el valor del crudo en el país para no desalentar a los productores sin convalidar aumentos desmesurados en la nafta y el gasoil.

A pesar de los incrementos mensuales de entre el 4% y 6% promedio hasta agosto, contenidos en el marco de Precios Justos, los combustibles tienen los precios más bajos desde el 2012 en pesos constantes. Y resultan más baratos que el de los países limítrofes, expresados en dólares, salvo respecto de Bolivia.

Según un ejercicio analítico de la consultora Economía y Energía, los 226 pesos el litro que costaba la nafta súper a fin de abril es el registro menor de la última década. Los valores tope de esos diez años se registraron en administraciones diferentes: a mediados del 2014, con el equivalente $327, y a fines de 2018, con $304.

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La nafta se vende en surtidor casi a 1 dólar el litro, a la cotización oficial, la mitad que en Uruguay. Pero la brecha se ahonda aún más si para esa valuación se toma como parámetro el blue. En cualquier caso, también está por debajo de Brasil, Paraguay y Chile.

Sin embargo, lo más significativo no es esa confrontación con precios de países limítrofes, ya que con la actual situación cambiaria, cualquier producto vendido en territorio argentino justifica venir de shopping.

Para los consumidores locales la clave es cuánto cuesta el petróleo, que representa aproximadamente el 80% del costo de producir combustibles, y cuál es el valor del dólar, al que se cotiza ese insumo.

Si bien, a diferencia de lo que ocurre con el precio de la luz y del gas, el de los combustibles es formalmente libre, los valores en surtidor resultan de qué pase con esas dos variables clave y de acuerdos entre las empresas de la cadena y de éstas con el gobierno de turno. El alcance de Precios Justos a estos productos es sólo un ejemplo coyuntural de esta dinámica.

La incertidumbre cambiaria se superpone con un dato alentador. La producción de petróleo no deja de subir, básicamente por el crudo “no convencional” de Neuquén y hay marcas que más que duplicaron su producción en los dos últimos años: PAE (198%), Shell (178%) y Exxon (143%), sólo por citar algunos ejemplos.

Las exportaciones están creciendo a la par, junto a la infraestructura para drenar el crudo de Vaca Muerta, como las ampliaciones que están ejecutando transportadoras como Oldeval y Otasa. En el primer trimestre del año, las ventas al mundo subieron casi 50%. Y esto es apenas el comienzo.

Tanto las empresas del sector como funcionarios del Gobierno descuentan que, a lo sumo en dos años, Argentina habrá revertido definitivamente el millonario déficit de su balanza energética, básicamente gracias al crudo, que necesita menos infraestructura que el gas.

Pronósticos públicos y privados aseguran que Argentina podrá registrar un superávit de US$8.000 millones en no más de dos años gracias a este tesoro, nutriendo así las famélicas arcas del Banco Central.

Se exporta aproximadamente el 20% del crudo que se produce en el país y hay condiciones para aumentar exponencialmente la cantidad, trepando de 100 mil barriles a más de 700 mil barriles en el próximo trienio.

La contracara de esa bonanza generadora de divisas es qué puede pasar en los surtidores locales.

Las empresas que producen crudo (algunas también lo refinan) ya hicieron saber tanto en foros públicos como a equipos técnicos de campaña que es “imprescindible” que el petróleo valga acá lo mismo que afuera.

Con el descuento de retenciones (hasta el 8%) hoy el petróleo está a poco más de 60 dólares el barril, unos 7 ú 8 por debajo del Brent en el mercado internacional. Más barato pero no tanto. El problema es qué pasaría si vuelve a llegar a los 120 dólares, como hace pocos meses.

Daniel Gerold, consultor conocido entre las empresas y escuchado por el Gobierno, esbozó una propuesta que una productora de talla en Vaca Muerta hizo suya y arrimó informalmente a Sergio Massa. Concepto que ya avalan públicamente técnicos ligados a Juntos por el Cambio y a los libertarios.

La idea parte de maridar los precios internos y externos del petróleo y fijar un impuesto adicional a las exportaciones si ese valor subiera por encima de cierta base (Ejemplo: más derechos de exportación si estuviera por encima de 75 dólares). La recaudación extra debería integrar un fondo de estabilización, que se activaría si el petróleo se abarata en el mundo para subsidiar a las empresas locales.

Ese hipotético esquema reportaría dos presuntos beneficios.

El mercado doméstico no sufriría los vaivenes del mercado internacional, donde el precio oscila permanentemente y a veces abruptamente. Y, básicamente, las petroleras tendrían un precio en dólares garantizado, minimizando el riesgo de su negocio local.

Los términos de la fórmula no son muy sorprendentes, en particular para la oposición. El gobierno de Juntos por el Cambio ya instrumentó ese subsidio a las empresas, denominado “barril criollo” y los referentes del área ya hacen saber que el crudo argentino tiene que tener precio internacional.

Sólo algunas voces marginales de Unidos por la Patria levantan la bandera de que el precio doméstico tenga relación con el costo real de producción, en lo posible pesificado, supuesto que no inspira las políticas que aplica ni las que aplicó.

El desafío de cualquier administración futura será también arbitrar en una dura disputa entre las firmas que sólo producen crudo y las que sólo lo refinan o hacen ambas cosas pero también tienen que comprar su insumo en el mercado interno.

Las petroleras culpan a las refinadoras de pagarles cada vez menos el barril y sostienen que el combustible argentino es relativamente barato a expensas de ellas.

Las refinadoras se quejan de tener un corsé para ajustar los precios y no poder trasladar al valor final las subas de costos, empezando por la del tipo de cambio. Y odian la mezcla que están obligadas a hacer con los biocombustibles, cuyo precio sube mucho más que el de la nafta o el gasoil.

Todas tienen una parte de la razón. Pero los males acusados hasta ahora no resienten los balances y las ventas carburantes no dejan de crecer.

YPF, firma mixta integrada que lidera el mercado con una participación superior al 50%, en el primer trimestre del año tuvo una utilidad bruta de US$1.044 millones, 12% superior a la del trimestre anterior.

Claro que aún en el medio de su auge, la producción de hidrocarburos está afectada por las restricciones para importar.

Marco Aranguren, presidente de la Cámara de Comercio Argentino Canadiense y CEO de Calfrac Well Service, una de las principales empresas del mundo dedicadas al fracking, asegura que “para aprovechar Vaca Muerta hace falta exactamente el doble de equipos” de los que hoy están operando, misión difícil por las restricciones para acceder a las divisas para importarlos.

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