La elección del siglo no modifica el empate

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Estas elecciones PASO son las más importantes del siglo. No porque modifiquen la relación de fuerzas entre las dos coaliciones que disputan el poder – la Argentina, como el mundo,

es un país polarizado y, en cuanto al voto, empatado. Eso no cambiará cualquier que sea el resultado de octubre. Es la más importante porque afectará la constitución de las dos coaliciones.

No es lo mismo que el apellido Macri festeje o que pierda, porque afectará la constitución misma de Juntos por el Cambio. Tampoco es lo mismo que Massa aplaste a Juan Grabois, o que este debutante en elecciones se convierta en una nueva referencia en el peronismo, sin ser él mismo peronista.

No es lo mismo que Gerardo Morales obtenga la candidatura a vicepresidente – es el jefe formal de la UCR – a que le gane Luis Petri, una estrella de dimensión menor, que viene de una derrota electoral en su distrito. Ese resultado decidirá si el radicalismo continuará perteneciendo a Juntos por el Cambio. Los cambios verificará sus consecuencias no en diciembre, sino a partir de este lunes con un efecto dominó inevitable.

Agenda única, diferencia de estilo

También las PASO registran otra singularidades. Todos los candidatos con competitividad comparten el mismo programa de gobierno. Es la agenda de Cambiemos 2015: respeto de la regla fiscal, guerra a la inflación, reducción al festival de subsidios, desregulación, apertura al mundo y punitivismo penal.

La comparten Horacio Rodríguez Larreta, Patricia Bullrich, Sergio Massa, Javier Milei, Gerardo Morales, Luis Petri. Sólo Grabois corta un poco esa unanimidad. Lo que el elenco de candidatos propone son diferencias de estilo para militar esa agenda.

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Es una guerra de temperamentos políticos, y ahí puede estar la diferencia que desempate el empate. El factor candidato es apenas un componente de la resultante política. Las elecciones son situaciones de conjunto, no una guerra de individuos. Las coaliciones son el elemento sustantivo.

Los candidatos son adjetivos – aunque los hay adverbiales y hasta interjeccionales, como los candidatos de escenario que animan sus consignas saltando y haciendo monerías en público. Ese cambio en las dos colectividades políticas marcará el futuro como nada antes, después de la crisis de 2001.

35 años después: Massa-Grabois es Menem-Cafiero

En lo adjetivo hay que registrar novedades, como la rentrée del peronismo en la disputa de candidatura a presidente. Después de 35 años –Menem-Cafiero– la necesidad de los dirigentes de encontrar una propuesta más comprensiva que saque al peronismo del callejón sin salida, manda a las urnas a dos candidatos – Massa y Grabois.

El peronismo es una fuerza verticalista que exalta las conductas militantes. Sus dirigentes aman más el poder y la fuerza –que honran en todos los altares– más que la política, que es discusión, debate, acuerdo y tolerancia. Nada más lejano a su raíz que el debate horizontal.

No es difícil entender las diferencias dentro de Cambiemos entre Larreta y Bullrich en este patrón genético. Bullrich viene del peronismo, donde no se discute. Larreta viene del desarrollismo, que es una derivación del radicalismo intransigente. Importa más la doctrina y la teoría que su aplicación.

Rogelio Frigerio era un intelectual que escribía poesía y editaba antologías de buena literatura. Esa diferencia se nota entre Horacio –hijo de Horación, su padre desarrollista– y Patricia.

La única encuesta válida

El resultado que se conocerá en la tarde de este domingo proporcionará la primera encuesta con números fehacientes. Es cierto que la inadecuación de los métodos de sondeo de intención de voto ha convertido a las encuestas en un torneo de equivocaciones.

Ayuda que nadie quiere gastar mucho en encuestas amplias y comprensivas, porque están a las PASO como recurso, al ser la gran encuesta nacional, la que no falla. Para eso fue creado el sistema en 2010, para que los partidos sepan, de antemano, quiénes son leales y quiénes los traidores.

La representación, que se dice está en crisis, siempre fue algo problemático. En la antigüedad los griegos, maestros en todo, llegaron a imaginar un sistema de provisión de cargos por sorteo. Era la manera de impedir que ganasen los ricos y se convirtieran en más ricos y que los pobres perdieran siempre y terminasen más pobres. En la última década los partidos han confiado en este sistema de las PASO, y nunca terminan de entender si les conviene o no.

Aguanta Sergio en Anillaco

La Suprema Corte decidió no resolver la queja que hizo Julio Zamora, intendente de Tigre, contra Sergio Massa, que se negó a darle la adhesión a su lista de presidente. El entuerto enfrentó de nuevo a Massa con Cristina, cuya magia - sus apoderados - apoyaron al disidente de Tigre.

A este alcalde lo han dejado colgado sólo de la lista de Grabois. Pero si reparte las boletas de Massa, que están impresas con su nombre pegado al de Sergio, es difícil que alguien las declare nulas.

La adversaria de Zamora en Tigre es Malena Galmarini de Massa, que también lleva la adhesión a la lista de Grabois, que tampoco tiene comunidad de ideas con su marido. Es un reconocimiento de Malena de que Grabois tiene votos en Tigre y que los necesita para darle a su marido un triunfo en su distrito de origen.

Si Malena y Massa pierden en Tigre equivale a que Menem perdiese en Anillaco, Morales en Jujuy, Alfonsín en Chascomús o un Kirchner en Santa Cruz.

Quimeras porteñas

El sistema de las PASO es caro, pero lo admiten los partidos como un mal menor. Les va peor cuando acuden a otros experimentos. Por ejemplo, el modelito de París que aportó el legislador del PRO Emmanuel Ferrario - lunga manu de María Eugenia Vidal en el planeta CABA.

Se trataba de un casting entre vecinos de la Capital en un programa “Listas abiertas”. El objetivo era llevar a las listas locales del PRO gente no contaminada con la política.

Nadie explicó la razón de este propósito, pero el primer resultado de la prueba fue la candidatura como primer candidato a legislador por la lista de Jorge Macri, de Franco Rinaldi, una máquina de decir tontudeces y peloterías. Iba a representar al partido de la selección de una raza superior no contaminada por la política. Lo echaron sin derecho a indemnización.

Perdonavidas

Horacio le perdonó la vida a Patricia. No es difícil imaginar qué hubiera hecho ella con Horacio si el asesinato de Lanús hubiera ocurrido en un barrio porteño. Hubiera desplegado esa condición que califica a todo político que es el instinto homicida. Lo hubiera destruido.

Lo hizo antes, cuando arrinconó a Larreta por los incidentes en la puerta de la casa de Cristina de Kirchner en la Recoleta. Lo acusó de no saber emplear las fuerzas de seguridad, etc. Paró la mano cuando vio que la trama de los copitos pasaba, en algún alambique imaginario, por su asociado Gerardo Milman - aparición con vida, de paso.

Pensando en esa dificultad para deducir consecuencias de los hechos de violencia en las urnas, Horacio omitió mencionar que la autoridad en Lanús la ejerce Néstor Grindetti, que administra a través de su secretario de Seguridad y heredero político Diego Kravetz, y que ha elegido tomar licencia en el municipio, pero no de la presidencia del rojo de Avellaneda.

La contaminación de los hechos de violencia sobre la política es algo inevitable. Lo sufrió Aníbal Ibarra, destituido por la tragedia de Cromagnon pese a que no se probó la comisión de delito alguno. La sufre Jorge Capitanich con la trama de los emerencianos, sin que se le pruebe ninguna responsabilidad como persona ni gobernador.

Patricia: la actitud

En política no hay peor desgracia que te castiguen por lo que sos y no por lo que hacés. Por esa razón también es viscoso pretender que te premien por lo que sos sino porque lo hacés. Es lo que buscan los caudillos del “síganme”, como Bullrich o Milei.

Patricia es una actitud más que un programa. Soy la más fuerte, me tengo confianza, etc. Transmite intransigencia, lo contrario a la política, que es el arte de transigir al más bajo costo personal y con el más alto beneficio colectivo. Traduce el proyecto de quien la hizo candidata, Mauricio Macri.

Horacio: la gestión

Larreta apoya su chance en el compromiso con las estructuras de la política y en su capacidad de generar alianzas y repartir poder (eso que Patricia acumula) y no está dispuesto a regalar. Tiene alianzas con gobernadores e intendentes que ejercen tareas de gobierno. Así como Patricia es la actitud, Horacio es la gestión.

Su armado admite a conservadores del PRO, radicales como su vice Morales y Lousteau, con quien tiene un romance de ojo, mudo porque está obligado a jalearlo al primo Jorge. Suma también peronistas y peronoides, como Diego Santilli, y excipientes del peronismo cristinista como Martín Redrado.

La complejidad de su armado lo obligó a aceptar una PASO. Corre el riesgo de que el conjunto sufra el deterioro de las internas venenosas que le costaron mucho al peronismo en Buenos Aires (Aníbal vs. Julián, 2015), en San Juan (Uñac vs. Gioja) o San Luis (Alberto vs. Adolfo). La puja debilitó al conjunto, un efecto funcional para Macri, que se prepara más para ser oposición con un partido domesticado y sin adversarios internos, que, para ser gobierno, ya que no pudo ser candidato.

Massa: su nariz

Massa es seguramente el candidato con mayor capacidad, dentro del oficialismo, de capturar adhesiones de frontera. En eso compitió en serio con Daniel Scioli, que tiene la misma capacidad de traer votos de afuera. Massa agrega una condición histriónica que lo convierte en un prodigio de simulación. La virtud que más ensalzan los peronistas, decía el legendario Héctor Masnatta, es el posicionamiento. Estar en el lugar oportuno, en el momento oportuno.

El mayor elogio que se le puede hacer a un peronista es "qué bien posicionado quedó". Se aparece Collodi que contaba: “El pobre Gepeto se esforzaba en recortársela, pero cuando más la acortaba y recortaba, más larga era la impertinente nariz”. Massa es su nariz. Un estilista del posicionamiento. Y, como se dice de algunos boxeadores, combate en la categoría “buzón”, se traga todos los golpes sin que se le corra el rimmel.

Milei: histrionismo con ciencias económicas

Milei también entra en la categoría de candidato de la vanguardia iluminada. Llama a que lo sigan con una capacidad de entretenimiento digna de un artista de variedades. Lo protege su coraza dialéctica. Nadie se le anima a un debate de economía, disciplina en que todos le reconocen capacidad.

Anula esas condiciones con el hermetismo de sus explicaciones que recorren los laberintos de la teoría económica de la escuela austríaca. Lo sancionó Durán Barba: es un político de escenario, daría lo mismo que fuera liberal, conservador o trotskista. Es un candidato para seguir por televisión, pero sin sonido.

Extrema hasta el borde la agenda de Cambiemos que unifica las propuestas y se ata a Menem y Macri en una prueba audaz de confianza en esas marcas. Comparte con Macri-Bullrich la idea conservadora de la Argentina como país frustrado, cuyo sistema no puede prolongarse por más tiempo y que no se arregla con parches.

Una música sesentista cercana a la que entonaba el partido militar y que libra una pelea con el peronismo en el túnel del tiempo. Ignora que la Argentina es un gran país mal gobernado y que lo único que hace falta es que alguien lo haga funcionar.

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