Fastidiado por las idas y vueltas, el FMI le pasa toda la factura a Sergio Massa

Economia
Lectura

Sergio Massa puede torear un día: “Vamos a compensar el daño que nos impuso el FMI”. Y apenas una semana después invertir los tantos y pavonearse: ”Este desembolso (los US$ 7.500 millones

del Fondo) es el segundo más importante en la historia del FMI y garantiza un marco de estabilidad hasta fines de noviembre”.

Se trata obviamente del mismo Sergio Massa, ahora en papel de candidato a presidente, que sin despeinarse ni andar con pruritos es capaz de provocar al diablo y, de seguido, encomiarlo y acreditar en su haber político algo que reconoce un solo precedente en la historia del mismo diablo. Esto es, el segundo desembolso más importante en 79 años.

Mucho jueguito para la tribuna, luego de que se hubiese asegurado que el directorio del Fondo había aprobado formalmente el giro de US$ 7.500 millones a la Argentina. Y también sospechas, en Washington, de que el ministro candidato se estaba corriendo de los compromisos y de los costos que había aceptado en nombre de su gobierno y con los que, al fin, debería cargar él mismo.

Fastidiado, el FMI martilló el jueves sobre el compromiso de “alcanzar el déficit fiscal primario acordado de 1,9% del PBI este año”. El porcentaje y la palabra acordado aluden a un punto del preacuerdo de fines de julio, que acá se presentó y publicitó como un convenio definitivo. Ese fue el primero de los tres documentos-declaraciones que, con el del viernes pasado, el Fondo Monetario lleva emitidos en 30 días redondos.

Traducido y ampliado, el 1,9% significa un ajuste equivalente a $ 1,2 billones en menos de seis meses y varias medidas fuertes incorporadas: un nuevo aumento de las tarifas energéticas, la decisión de contener los salarios estatales y las jubilaciones (pese a la súper inflación) y la de “racionalizar” las transferencias de fondos a provincias y empresas públicas.

BANER MTV 1

Hay otra pieza del listón fondomonetarista que sigue metiendo mucho ruido, aunque en la letra luzca bastante oscura. Plantea: “La reciente realineación del tipo de cambio, sumada al endurecimiento de la política monetaria, debería continuar…”. Y sigue: “ En adelante, la tasa de ajuste del tipo de cambio se calibrará con detenimiento para facilitar el cumplimiento de los objetivos de acumulación de reservas y reducción de la inflación…”.

Por si no quedó claro, aquí el FMI le apunta directo a la decisión de mantener el dólar oficial en 350 pesos hasta noviembre y así clavar la devaluación en el 22% original. De eso habla cuando habla de continuar con la “realineación del tipo de cambio” y “calibrar con detenimiento la tasa de ajuste del tipo de cambio”.

El Fondo reclama más ajuste

¿Y qué proponen concretamente los directores que siguen la película desde Washington?

Proponen lo mismo que aparece en el preacuerdo de fines de julio: “La tasa de crawl continuará utilizándose…”. La tasa de crawl que debiera seguir utilizándose remite a las minidevaluaciones mensuales que precedieron a la del 22%.

Luego tenemos, según Massa, el “marco de estabilidad hasta fines de noviembre que “garantizan” los US$ 7.500 millones. Otro embrollo que de hecho involucra al FMI y agrega una explicación para entender por qué quienes mandan en el organismo ya dicen que el programa con la Argentina “descarriló”.

El verdadero destino de esa plata no es intervenir en el mercado para contener los dólares alternativos, como sugieren las palabras de Massa, sino para pagar las deudas con los prestamistas de emergencia que él mismo encontró, en el raid a la gorra que hizo para cubrir vencimientos con el Fondo que apremiaban. Es decir, Qatar, la Corporación Andina de Fomento y el amigo chino.

Saldadas esas obligaciones, otras con el FMI que caen en septiembre y octubre y algunas más, en la caja del Banco Central quedarían disponibles entre 1.500 y 2.000 millones de dólares. ¿O no habrá ni siquiera eso?

Especialistas que conocen entretelas de la movida afirman que el aumento de las reservas es “puramente contable” y, además, que fue necesario poner US$ 150 millones contantes y sonantes para terminar de cerrar toda la operación. Hasta llegó a dudarse, en medio del trajín, de que China hubiese habilitado de verdad el segundo tramo del préstamo swap a la Argentina, que es de dónde saldrían los yuanes para pagarle a China.

Está claro para todo el mundo que la devaluación del 22% no es la que pretendía el FMI, aunque tampoco es la del 100% que sin ton ni son Massa le atribuyó al organismo. En cualquier caso fue una medida que se veía venir, apurada por la presión del mercado, por la pérdida de reservas y, al final, por el escaso poder de fuego que le quedaba al Banco Central.

Nada muy diferente existe ahora, para sostener el tipo de cambio oficial en 350 pesos hasta las elecciones. Si el punto son las reservas netas, la posición del BCRA canta un rojo subido que ronda US$ 10.000 millones y, añadida, una deuda por importaciones realizadas pero no pagadas que va camino de los US$ 15.000 millones.

Que el Fondo Monetario hable de “desvíos y demoras” en el cumplimiento, incumplimiento en realidad, de los compromisos asumidos por el gobierno kirchnerista también está detrás de la decisión de salir a cruzar a Massa. Hubo cierta bronca añadida por algunas actitudes del ministro candidato que sonaron a intentos de despegarse de responsabilidades que le competen y que dejaron pedaleando en el aire al FMI y al directorio del FMI.

Dice alguien que conoce este paño: “Lo quisieron exponer, presentarlo como un ventajero y, a la vez, disipar culpas que flotaban en el aire y cargárselas a él”. Hay cosas aquí que no pintan a grandes novedades.

Bien concretos, en cambio, algunos datos le ponen el telón de fondo a esta novela. Y son ajustes, ajustes de los grandes aplicados en la era Massa y en medio de los tironeos con el FMI.

Para empezar, el gasto público en jubilaciones y pensiones: entre enero y julio de 2023 cayó un 9,3% real descontada la inflación, contra el mismo período del año pasado. Puesto en plata, un guadañazo de $ 512.000 millones en siete meses, cuando todavía faltan cinco para terminar el año.

La cuenta de la muy modesta Asignación Universal por Hijo marca una pérdida real, para los mismos períodos, del 9,5% y en consecuencia un recorte cercano a $ 40.000 millones. Es un agujero importante, tratándose de una asistencia básica y esencial.

Y si la medida para el incremento de las tarifas de la electricidad es el saque que el Gobierno le pegó a los subsidios energéticos en los primeros siete meses de 2023, estamos hablando de un ahorro fiscal que escala a $ 441.200 millones. También habrá más, según cuentan funcionarios del gobierno.

Claro que nada iguala, ni siquiera se aproxima, al ajuste encima desparejo que representa la súper inflación de la era K. Desde comienzos del 2020 hasta julio del 2023, el índice general promedio del INDEC marca un impresionante 542% y más todavía el costo de los alimentos: dice 586%.

La factura continuará empinándose, sin freno, durante lo que falta de 2023. Será el año del 150%, quizás del 180%, el de la inflación desatada según estiman buena parte de las consultoras o el del menos picante 120% que ahora proyecta el FMI. Obvio: los salarios, y sobre todo los salarios de abajo, volverán a perder por goleada.

Massa prefiere seguir batiendo el parche con “la devaluación que nos impuso el FMI” y pateando la pelota para afuera. Un detalle que aporta al cuadro general: cuando se aplicó la llamada devaluación del FMI, el índice de precios de la era K ya acumulaba aquel 542%: al menos aquí el diablo no ha metido la cola.

Pregunta inevitable: ¿será cierto que con estas declaraciones el Fondo Monetario ha dado las hurras y deja la cancha? Es lo que afirma gente con años en ese mundillo: “El FMI esperará al que en diciembre se haga cargo de este barco sin rumbo. Y espera que venga con un programa fuerte, integral y osado”. Lo único que falta es que sea Massa.