Una vez adentro, lo tiraron al piso y lo ataron con los cordones de sus zapatillas. De los ladrones, uno se quedó torturándolo, otro fue con la familia y el tercero
revolvió toda la casa. "Me pegaban patadas por todos lados. Fue terrible, me decían que se van a llevar a mi hija de ocho años si no les doy 10 mil dólares. Es una locura, es una plata que nunca tuve", dijo el comerciante.