Marsella recibió al pontífice con un clima incandescente. Violencia, muertos arbitrariamente por la policía y una tensión en los barrios del norte de la ciudad, que él ha pedido visitar, donde
viven los migrantes. Pero hay violencia, batallas con Kalashnikov por los ajustes de cuenta de las drogas, migrantes ilegales y un mundo aparte, donde la policía no se atreve a ingresar.