Con una misa masiva y un encuentro con Emmanuel Macron, el Papa cerró su viaje a Marsella

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Marsella es distinta, colorida, emocional. Se parece más a Buenos Aires que a cualquier otra ciudad de Francia. Francisco se sentía en casa. Allí estaban sus interlocutores y sus defendidos: los

argelinos, los marroquíes, los portugueses, loe españoles, los de Comoros, los tunecinos, los humanitarios, los rescatistas, los niños, las familias.Todos los colores y lenguas. Ellos eran Marsella. Eran sus “hermanos”.