Para colmo, el Gobierno dispuso, además, entregar una suma de dinero a Cáritas para sus comedores -al igual que a las iglesias evangélicas para los suyos- que en la Iglesia se
interpretó como una manera de esquivar a los movimientos sociales. Más allá de que los obispos reconocen que hay quienes lucran política o económicamente con la pobreza, salieron a decir a través de la propia Cáritas que muchos hacen una buena obra y que, ante tantas necesidades, hace falta del concurso de todos aquellos que realizan una obra solidaria.