“Es re emocionante. Estás mucho tiempo ahí adentro. Compartís todo. Como la historia de Lázaro, de 7 u 8 años, que había tenido cáncer al año de nacer. Como lo operaron
y le sacaron casi todo el abdomen, no sabían si iba a tener espacio donde ubicar el órgano. Desde entonces hasta hace un mes, estuvo en la sala. Un día llegamos y no estaba. En el sillón había globos, flores.Le había llegado el riñón”, dice Agustina, que sonríe y también llora.