A cinco años de la profesionalización, el fútbol femenino sufre un retroceso

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Cuando Maca Sánchez firmó con San Lorenzo el primer contrato profesional de la historia, se animó a pronosticar: “El fútbol femenino es el futuro”. Aplausos. Todo era entusiasmo entre las jugadoras.

Ahora sí iban a empezar a saborear esos derechos por los que tanto habían luchado. Ovación. Pasaron exactamente cinco años de aquel momento iniciático y el futuro llegó, pero muy diferente al que Maca Sánchez había imaginado. Después de un arranque que entusiasmó hasta a las más escépticas, los sueños se empezaron a desvanecer. La explosión que insinuó el fútbol femenino tiene ahora el efecto de un petardo navideño. La crisis económica de los últimos meses golpeó la categoría y le impuso un retroceso, un camino con luz tenue al final del túnel.

Para las cámaras. La transmisión televisiva de los partidos de fútbol femenino fue una de las claves del envión inicial. Con la profesionalización de las jugadoras llegó la pantalla y la visibilidad que la categoría necesitaba para empezar a crecer. Con relatoras y comentaristas mujeres, la TV Pública y DeporTV comenzaron a emitir todos los partidos de Primera.

Que los encuentros fueran televisados también incentivó a los dirigentes para que cedieran los estadios donde juegan los equipos masculinos. Así, en los mejores escenarios y con TV en vivo, todo indicaba que el futuro era promisorio. Pero llegó la crisis.

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Ya desde el año pasado dejaron de emitirse algunos partidos por los canales públicos. La motosierra hizo el resto: esta temporada las jugadoras perdieron las pantallas de la TV Pública y DeporTV. Ahora solo se transmiten dos encuentros por la señal TNT. Otros salen por los canales de YouTube de los clubes, como Banfield y Racing, pero son iniciativas de los dirigentes que les genera un gasto extra a los clubes y, por supuesto, no tienen la misma llegada que las transmisiones por televisión abierta.

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La falta de televisación trajo daños colaterales: sin TV, los partidos se juegan en las canchas de entrenamiento, en muchos casos sobre campos de juego deteriorados y en condiciones que ni siquiera cumplen con las normas que impone la AFA.

“El retroceso que ahora sufre el fútbol femenino va de la mano con lo que está ocurriendo en el país. Los clubes se están cayendo a pedazos, se les complica pagar los servicios y los sueldos a los empleados, entonces algunos lo toman como excusa para no invertir en el fútbol femenino. El gobierno anterior tenía una política de inversión en el fútbol femenino, por ejemplo a través de YPF, que sponsoreaba el torneo. Esos eran fondos que dejaron de ingresar en los clubes”, comenta Mica Cannataro, periodista especializada en fútbol femenino.

Salario básico. Cuando hace cinco años se profesionalizó el fútbol femenino, acordaron junto con Agremiados que el sueldo mínimo de las jugadoras iba a ser el mismo que el de un jugador de la categoría C. Hoy, ese salario básico es de 210 mil pesos. Algunos clubes pagan más, pero la mayoría de las jugadoras cobran el mínimo. “Eso genera mucha disparidad, porque hay clubes como Boca, Racing, San Lorenzo o Gimnasia que pueden pagar mejores salarios. En cambio otros clubes como UAI Urquiza, SAT, Excursionistas o Ferro no tienen el respaldo de un equipo masculino en Primera que genere mayores ingresos”, se lamenta Cannataro.

El caso UAI Urquiza es emblemático. Durante la última década fue uno de los equipos más fuertes de la categoría. Las Guerreras ganaron cinco torneos de Primera (2012, 2014, 2016, 2017/18 y 2018/19) y salieron subcampeonas en 2021, 2022 y 2023. Pero este año les llegó el recorte presupuestario y sus consecuencias: de los seis partidos que disputaron en el actual torneo perdieron cinco, solo ganaron uno y están en la posición 16ª entre 18 equipos.

A cinco años de la profesionalización, aquel pronóstico de Maca Sánchez parece utópico. Como en muchos otros ámbitos, el presente solo ofrece recortes y precariedad. La motosierra dejó la pelota partida en gajos.

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