Los clásicos son tan apasionantes; incluso cuando no se juega bien salen partidazos, como el que brindaron Talleres e Instituto por la novena fecha de la Liga Profesional. Igualaron 1-1 y
dejaron condimentos que provocarán motivos de análisis de cara al futuro para ambos equipos.
En su cuento ‘El césped’, Mario Benedetti escribía: “Desde la tribuna es un tapete verde, liso, regular, aterciopelado, estimulante...”. Y parecía que lo estaba describiendo desde la Gasparini. Porque el terreno de juego del Kempes lucía bello y cautivante, con un verde fabuloso para dar pases, tirar caños: imposible para errar un gol. Pero no es lo mismo el fútbol de literatura que el fútbol real, más allá de que el césped sea soñado.
Es que en el primer tiempo se prestaron la pelota, hubo imprecisiones en ambos equipos. Incluso, más allá de que el elenco que conduce Ribonetto jugó más en terreno visitante, en ocasiones empardaron. A los 8’, Ruiz Rodríguez se metió entre los centrales albirrojos, pero su remate fue mordido a las manos de Roffo. La ‘T’ parecía más peligroso. Pero Instituto –más certero a la hora de coordinar pases seguidos– armó, a los 23’, una contra tremenda que permitió a Guido Herrera ponerse el traje de héroe con un tapadón ante Franco.
Después el trámite fue lento. Un estadio lleno, un sol espléndido, un marco ideal, pero un juego que no regalaba grandes emociones. Hasta que llegó el segundo tiempo; que tuvo más acción, más intensidad.
Talleres buscaba, pero sin gran juego y provocaba murmullos. Pero tomaba riesgos: Ribonetto tomaba riesgos. A los 15 minutos decidió mandar a la cancha a Bruno Barticciotto, y segundos después, en la primera que tocó cambió el juego.
En su cuento ‘La dorada manzana del eterno deseo’, Milan Kundera reflexionó que “lo que conduce al gol (y a muchos goles más) no es la simple voluntad alocada de disparar, sino, ante todo, un juego preciso y honesto en el medio campo”. Y así fue el gol albiazul para el 1-0. El mediocampo tocó con paciencia, el atacante la paró, se acomodó y disparó: golazo.
Pero tres minutos después, mientras los albiazules festejaban, Instituto lo empató. Juan Franco tuvo revancha. Aprovechó la siesta de la defensa de la ‘T’ y definió ante la salida de Herrera, 1-1, y se armó un partidón; donde faltó puntería y precisión para más emoción.
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