Ex bibliotecario en Mendoza, fanático de las motos –tiene dos– que sigue montando pese a algunas flaquezas de salud, Luis se enamoró de este rincón patagónico y contagió a su mujer.
"Lo que más me gusta del lugar es que no hay nadie, no hay vecinos, y eso es impagable. Que no haya ruidos, voces, apreciar el silencio o el soplido del viento, como ahora, es impagable. Escuchá, escucha", pide silencio. Una salamandra y dos estufas aclimatan el living, mientras del otro lado de la puerta la temperatura es bajo cero.