En el último tiempo la agenda política argentina se debate en la dualidad de dos realidades bien diferenciadas, cuando no excluyentes si lo analizamos según la perspectiva de la ciencia política.
Por un lado, tenemos la Argentina “lado A”, aquella que ocupa los titulares y domina las discusiones en la agenda de gran parte de los medios.
Esta Argentina se ocupa de episodios vulgares pero de alto impacto mediático -posiblemente por el morbo de una sociedad en decadencia cultural- tales como la exposición soez y exagerada de la vida amorosa del Presidente Javier Milei; o la saga de las novias y rutinas sexuales del expresidente de la Nación, Alberto Fernández; entre otros escándalos (de) políticos que nada tienen que ver con una gestión de gobierno.
Muchos medios y el actual gobierno se sienten cómodos en ese barro de intrascendencia institucional. Han impuesto una agenda que se enfoca en lo superficial, lo banal y lo mediático, dejando de lado los problemas estructurales que aquejan al país.
Esta narrativa ha eclipsado el abordaje, debate y discusión de una realidad cruel y dolorosa para una sociedad que atraviesa problemas de urgente solución. En efecto, en contraste con aquella, existe una Argentina “lado B”, invisible y silenciada, donde se puede apreciar una realidad que lastima y excluye.
Me refiero al inadmisible déficit en educación y nutrición de millones de niños y niñas a lo largo y ancho de nuestro país, verificable en la supervivencia cotidiana de millones de familias. Esta es la Argentina que sufre, la que no aparece en los noticieros prime time, pero que existe y varios organismos internacionales se han ocupado de darle visibilidad, como es el caso de UNICEF.
Datos que alarman y duelen
Los datos presentados son alarmantes: un millón de niñas y niños se van a dormir cada noche sin un plato de comida y más de siete millones de menores viven en situación de pobreza monetaria. El aumento sostenido de los precios y el estancamiento económico de más de una década han erosionado la capacidad de los hogares para generar ingresos suficientes que les permitan alcanzar condiciones dignas de vida.
Este proceso se ha agudizado a partir del ajuste indiscriminado ejecutado por la actual gestión de gobierno que no ha mensurado las consecuencias y daños irreparables para una sociedad cuando aquel se aplica sin atenuantes en áreas como la educación y la salud, donde considero incluida la adecuada nutrición infantil.
La pobreza infantil no es un problema nuevo en Argentina, pero su persistencia y agravamiento deberían ser motivo de alarma nacional. Sin embargo, estos temas excepcionalmente ocupan el interés preferente de la agenda política y mediática.
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Argentina necesita propuestas superadoras que vayan más allá de las disputas partidarias y se enfoquen en el crecimiento sostenible y equitativo del país. Esto implica diseñar e implementar políticas públicas efectivas que aborden la pobreza estructural, mejoren la educación, fortalezcan el sistema de salud y generen oportunidades de empleo digno. En conclusión, es hora de que los argentinos exijamos un cambio en la narrativa nacional. Debemos dejar de lado la Argentina superficial y mediática para enfocarnos en la Argentina real, aquella que necesita soluciones urgentes y concretas.
Sólo así podremos aspirar a un verdadero desarrollo como nación, donde el bienestar de todos los ciudadanos, especialmente de los más vulnerables, sea la prioridad indiscutible de la agenda nacional. El futuro de Argentina depende de nuestra capacidad para abordar estos desafíos con seriedad, compromiso y una visión a largo plazo que trascienda los ciclos políticos y las coyunturas mediáticas. Esta es la Argentina que proponemos, soñamos y necesitamos. Ese “lado B” no puede seguir esperando que lo escuchen.
(*) Presidente del Congreso de la Unión Cívica Radical de Córdoba