No se las hace fácil

Internacionales
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La catarata de insultos y críticas que dirigentes del gobierno de Nicolás Maduro y del oficialismo han vertido hacia España en las últimas horas revela lo difícil que está resultando para

aquellos líderes que como Pedro Sánchez, siguen manteniendo una actitud “comprensiva” frente al chavismo.

Sánchez, Lula da Silva, Gustavo Petro, Andrés Manuel López Obrador, cada uno con matices, se han negado durante años a criticar los abusos y violaciones a los derechos humanos del chavismo, que organismos como la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, en ese momento a cargo de la expresidenta chilena Michelle Bachelet, han comprobado con detalles innegables. Simpatías ideológicas o deseo de no quedar “pegados” a Estados Unidos –en especial cuando Donald Trump estaba en la Casa Blanca– explican en parte esas actitudes.

Pero ahora, la oposición, reunida bajo el claro liderazgo de María Corina Machado, implementó para los comicios del 28 de julio la estrategia de la “línea roja”. Al votar unida y masivamente, y con la precaución de resguardar las actas de cada centro electoral, construyó un escenario transparente que sacó a la luz los habituales fraudes avalados por la Justicia Electoral dominada por el régimen. El resultado fue el pensado; si Maduro quiere seguir en el poder, solo puede hacerlo cruzando esa línea roja y convirtiéndose en un dictador. Nada de gobierno “fuerte”, “autocrático”, o “desagradable”, como dijo Lula: dictador. Ahí está el problema de líderes como Sánchez o Lula, que eluden sistemáticamente asumir esa realidad cada vez más palpable. El jefe del Gobierno español se niega a considerar presidente electo a Edmundo González Urrutia porque aún alberga esperanzas de una “salida negociada” de la crisis venezolana y, como los otros mandatarios, sigue reclamando la publicación de unas actas que nunca aparecerán. Algo similar sucede con Lula y con Petro. Al brasileño, Maduro lo castigó este jueves con burlas por la presencia de los Sin Tierra en su “Congreso antifascista”. Al canciller de Petro, Gilberto Murillo, quien habló de una posible cumbre de mandatarios con Maduro y se atrevió a hablar de una “transición”, Diosdado Cabello, el número dos del régimen, lo llamó “cachorrito del imperio”.

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Cada vez más, el chavismo se la hace difícil a quienes se niegan a condenarlo.

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