Al cumplirse los dos años en el trono, el rey, que está enfermo de cáncer, no logra un ADN de su reinado.
Tampoco consigue imponer ni su autoridad ni su figura de padre, frente a dos hermanos en disputa y sobre William, el próximo heredero, que es en la intimidad un personaje autoritario y violento, según las descripciones de la cumbre de Sandrinham, que selló la suerte de Harry, y su paliza en el palacio de Kensington, a causa de su vínculo con Meghan.